¿Por qué a Boris Johnson le costó tanto renunciar?
'Así son las cosas': Boris Johnson renuncia como líder del partido conservador.

“Es un hecho maravilloso y necesario de la biología política que nunca sabemos cuándo se termina nuestro tiempo”.

A Boris Johnson le repitió estas proféticas palabras –suyas– la parlamentaria Munira Wilson durante la sesión de preguntas y respuestas del primer ministro el miércoles, un día antes de anunciar su renuncia.

“Mucho tiempo después de que sea obvio para todos que estamos perdidos”, escribió Johnson en junio de 2006, “seguimos creyendo en nuestro ‘deber’ de aguantar, con una tenacidad desgarradora, los beneficios y privilegios de nuestros puestos. Nos hacemos creer que debemos quedarnos porque estaríamos ‘defraudando a las personas’ o que hay un ‘trabajo que terminar’. En realidad, simplemente nos aterra la caída”.

Irónicamente, Johnson escribió refiriéndose a Tony Blair, quien había hecho saber que dejaría su cargo en la primavera siguiente. A Johnson evidentemente le pareció inimaginable, y predijo que no ocurriría. Blair dejó el cargo en la fecha prevista.

La renuencia a renunciar nos resulta familiar a la mayoría de nosotros: desde una edad temprana nos enseñan que “los que renuncian nunca ganan”, que abandonarlo equivale a un fracaso, que rendirse es ceder. Incluso cuando criticamos a una persona por “no saber cuándo renunciar”, con frecuencia lo hacemos con una pizca de admiración. ¿Cómo sabemos en realidad cuándo es el momento adecuado para tomar nuestra responsabilidad y regresar a casa?

En todo caso, la mayoría de nosotros pecamos de apegarnos a perspectivas poco prometedoras durante demasiado tiempo, según explica la coach de vida Sally Ann Law. “Para la mayoría de nosotros resulta difícil dejar ir algo en lo que hemos sido buenos durante mucho tiempo o en lo que hemos invertido mucho tiempo y energía para ser buenos en ello“, señala. “Nos cuesta estar de acuerdo con nosotros mismos en que hemos llegado a nuestro punto culminante“.

Esta renuencia es una versión de lo que se conoce como la falacia del costo irrecuperable: debido a que uno ya ha dedicado tiempo y esfuerzo a un trabajo o proyecto, se siente obligado con su inversión, incluso si esa inversión es irrecuperable, lo que equivale a desperdiciar el buen dinero.

Cuando tomamos decisiones importantes sobre quedarnos o renunciar, nos ayuda a determinar lo que es importante –lo que te hará feliz, productivo y competitivo– y lo que Law denomina “ruido en la ecuación”: la idea de que “toda mi identidad, mi autoestima y mi respeto por mí mismo están atados a ser esa persona increíble que está haciendo esto”.

Saber cuándo renunciar no es una habilidad que normalmente se les exija a los políticos de alto nivel. La mayoría no tiene la posibilidad de saltar antes de ser empujados, ya sea por sus colegas o por el electorado.

“Se dice que todas las carreras políticas terminan en fracaso”, comenta Thomas Borwick, director de la empresa de asesoría política

College Green Group. “Es muy difícil mantenerse relevante cuando los tiempos cambian, y los esfuerzos necesarios para llegar al cargo son diferentes a los que se necesitan para permanecer en él”.

El asesor político Chris Whitehouse, presidente de la agencia Whitehouse Communications, está convencido de una cosa: Johnson debería haberse dado cuenta de que su hora había llegado. En vista de las acusaciones contra Chris Pincher, la posición del primer ministro era, según menciona él, insostenible. “Las grandes figuras del gabinete ya no podían quedarse al margen y esperar que esto pasara al olvido. Esto no va a desaparecer”.

Cuando intentamos asumir las consecuencias de renunciar, nos puede ayudar consultar a aquellos que ya han dado el mismo salto, “otros que han seguido adelante y parecen estar contentos con sus decisiones”, explica Law. Johnson tiene suerte en este sentido, puesto que cuenta con más de 50 compañeros que han tomado la decisión de renunciar a su trabajo solo en las últimas 48 horas.

También tiene mala suerte, en el sentido de que su principal motivación para renunciar fue él. Sin embargo, es posible que en muchos casos también hayan calculado que el camino hacia cualquier futuro en la política tenía que comenzar con una retirada táctica.

“Se trata de un acto de equilibrio para algunas de las grandes figuras del gabinete, un arma de doble filo”, señala Whitehouse. “Si ven que clavamos el cuchillo por razones de ventaja propia, no funcionará. Podría resultar contraproducente. Si ven que nos vamos con elegancia, que reconocemos lo que hemos logrado y nos sentamos tranquilamente en los salones de té durante unas semanas, creo que eso funcionará mucho mejor“.

La principal motivación de Johnson para renunciar probablemente sería proteger el legado que le queda. De nuevo, irónicamente, uno podría citar a Tony Blair como ejemplo. “La base de poder que existe dentro del partido laborista quería que Tony se fuera”, señala Whitehouse. “El ala izquierda nunca aceptó el Nuevo Laborismo, ni lo que habían tenido que hacer y decir para ser elegidos, y francamente, Tony Blair se hartó. Su legado quedó destruido por su propio partido”. No obstante, gracias en parte a la forma en que se retiró, Blair terminó siendo reconsiderado. “La historia, creo, recordará y concluirá que su legado, en algunos aspectos, fue mejor de lo que su propio partido aceptó”, indica Whitehouse.

Aunque parece intrínsecamente inseguro hablar del liderazgo como primer ministro de Boris Johnson en tiempo pasado hasta que se haya ido, probablemente se debería preparar para algunas turbulencias internas. De acuerdo con Law, las personas que toman la decisión de renunciar suelen experimentar un ataque inicial del remordimiento del vendedor. “Es de esperar que haya algunos días difíciles, como que tal vez te encuentres con alguien de tu antiguo mundo, y pienses, oh, diablos, esa persona sigue siendo un súper profesional en ese mundo”, señala. “Pero no olvides que pasaste por el proceso para tomar una decisión realmente acertada”.

Según la experiencia de Law, la mayoría de las personas que toman la decisión informada de renunciar no se arrepienten a largo plazo. “Lo que yo veo es más bien lo contrario, que las personas digan cosas como: me costó mucho superar el límite, pero ahora me gustaría haberlo hecho antes, porque era evidentemente la decisión correcta. Eso es lo que escucho con más frecuencia: Dios mío, debí haberlo hecho antes”.

Por el bien de todos, esperemos que Johnson llegue a sentirse así muy pronto.

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