Barbra Streisand: ‘Lo más gracioso es que la gente todavía no puede pronunciar mi nombre’
'Siempre fui la niña del barrio que no tenía padre, pero sí una buena voz' ... Barbra Streisand Foto: CBS Photo Archive/CBS/Getty Images

La noche del 9 de septiembre de 1960, una Barbra Streisand de 18 años se dirigió a través de Greenwich Village a un pequeño club llamado Bon Soir para dar el primer concierto en solitario pagado de su carrera. “Recuerdo que fui al club con un chaleco antiguo de la tienda de segunda mano y unos zapatos antiguos de los años 20 que todavía tengo en mi clóset”, recordó a The Guardian a principios de este mes. “En el camino, recuerdo que pensé: ‘este podría ser el comienzo de un gran cambio en mi vida'”.

Es una subestimación descomunal. El impacto de las presentaciones de Streisand en el Bon Soir –que comenzaron esa noche y continuaron durante los dos años siguientes– dio inicio a lo que se convertiría en una de las carreras más exitosas, sostenidas y, en cierto sentido, improbables de la historia de la música popular.

En la misma época en que artistas como The Beatles y Bob Dylan revolucionaron el mundo con sonidos sorprendentemente nuevos, Streisand se convirtió en su rival en las listas de éxitos con álbumes que, de alguna manera, hacían que canciones de hace varias décadas sonaran como una revolución propia. A los dos años de presentarse en el Bon Soir, Columbia Records, la misma empresa que acababa de contratar a Dylan, confió lo suficiente en la cantante como para aceptar una valiente cláusula en su contrato que le permitía mantener el control artístico total. Para aprovechar la expectación que Streisand había creado en el Village, los ejecutivos de Columbia le sugirieron que su primer álbum fuera una grabación en vivo desde el club que la dio a conocer. Considerando el poder de los espectáculos que grabaron, ella esperaba que las cintas la entusiasmaran. Pero “cuando las escuché, me sentí muy decepcionada”, comentó. “No me gustó la calidad. Esa sala no estaba concebida para ser un estudio de grabación”.

Por consiguiente, Columbia archivó el álbum y lanzó una grabación de estudio como su debut en cambio. El resultado valió la pena, ya que se convirtió en un éxito de ventas de platino en el top 10 y le otorgó dos Grammys, incluido el premio al álbum del año. Aun así, los fanáticos más entregados han anhelado durante décadas escuchar la legendaria grabación archivada del Bon Soir. A lo largo de los años, han aparecido versiones de mala calidad y, en 1991, algunas de sus canciones aparecieron en el box set de Streisand, Just for The Record. Pero incluso en ese caso los instrumentos se mezclaban entre sí. Tendrían que pasar otras tres décadas antes de que las innovaciones en la mezcla de sonido progresaran hasta el punto de que un ingeniero talentoso –en este caso, Joachim van der Saag– pudiera lograr el equilibrio adecuado. “Después de escuchar las mezclas de Joachim quedé muy, muy satisfecha”, comentó Streisand.

Como resultado, en noviembre se publicará finalmente el álbum de Barbra Streisand en el Bon Soir, exactamente 60 años después de que se grabaran las presentaciones originales. Aunque las nuevas mezclas permiten que los cuatro instrumentos que acompañaron a Streisand en aquellas noches encuentren por fin el lugar que les corresponde, “la voz de Barbra no fue retocada“, dijo el coproductor del álbum, Jay Landers. “Lo que se escucha es exactamente lo que ella cantaba”.

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Barbra Streisand en el Bon Soir. Foto: Don Hunstein / Columbia Records

En una entrevista de casi dos horas, realizada por teléfono, la cantante habló sobre las motivaciones detrás de sus primeras grabaciones, algo que rara vez hace, en parte porque rara vez se le pregunta al respecto. Cuando se es una megacelebridad, las personas a veces pasan por alto, o dan por sentado, el talento esencial que te hizo tan famoso para empezar. A pesar de su fama estratosférica, Streisand era todo menos una diva en la conversación. Se expresó de forma cordial y con la cadencia casual que delata sus raíces en Brooklyn. Los recuerdos de Streisand sobre sus primeros días en Brooklyn, así como sus inspiraciones musicales formativas, se han perfeccionado en los últimos años que ha dedicado a escribir sus memorias. “Nunca había tenido que analizar mi música”, explicó. “Para el libro tuve que recordarlo”.

Sus recuerdos de cantar se remontan a los cinco años. “Siempre fui la niña del barrio que no tenía padre, pero sí una buena voz”, comentó. (El padre de Streisand murió por un ataque epiléptico cuando ella tenía solo un año). “Me encantaba cantar en el pasillo de mi casa en Brooklyn porque tenía un techo alto, así que cuando cantaba se escuchaba el eco”.

Streisand contó que en su infancia no escuchaba nada de música. “Ni siquiera tuve una Victrola, como las llamábamos en aquel entonces”, dijo riendo. A los 16 años, adquirió una y empezó a escuchar discos de jazz, valorando especialmente los trabajos de Billie Holiday. También le atraía el estilo de Johnny Mathis. “Recuerdo que lo veía en la televisión y pensaba: ‘Dios, qué voz tan hermosa tiene, y ¡qué guapo!'”, comenta.

No obstante, no tenía ningún interés en convertirse en artista discográfica, sino que se centró principalmente en convertirse en actriz. Después de ver El diario de Ana Frank a los 14 años –tenía la misma edad y religión que el personaje del título–, Streisand comenzó a asistir a clases de actuación profesional y a trabajar en programas de verano. “Interpretar personajes era mi vida, mi ambición, mi sueño”, dijo.

Al mismo tiempo, sus amigos empezaron a reconocer la magnitud, la profundidad y la belleza de su voz.

La clave fue Barry Dennen, en cuyo departamento del Village se alojaba para no tener que viajar a Brooklyn después de las clases de actuación. Muchas veces se ha informado que tenían una relación sentimental. “Eso no es cierto”, señaló Streisand. “Nos queríamos como personas, pero no éramos amantes. Yo agradecía que él tuviera esa vasta colección de discos con un montón de álbumes de reparto de Broadway y de cantantes antiguos. ¡Qué regalo!”.

De la colección de Dennen sacó gran parte del material que compondría sus primeras listas de canciones. La canción que mejor definió su misión en el canto fue “A Sleepin’ Bee”, con música de Harold Arlen y letra de Truman Capote para el musical House of Flowers de 1954. “La letra de esa canción me dio los tres actos de una obra de teatro que anhelaba como actriz“, comentó. “Y Harold era uno de esos escritores que podía escribir estas magníficas melodías. Eso me dio lo que yo necesitaba”.

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‘La letra de esa canción (A Sleepin’ Bee) me dio los tres actos de una obra de teatro que anhelaba como actriz”, dijo Streisand. Foto: Don Hunstein / Columbia Records

No es de extrañar que eligiera interpretar la canción en un concurso de canto al que Dennen la animó a participar en The Lion, un bar homosexual del Village. Streisand ganó y, animada por otro amigo, probó suerte para presentarse en el Bon Soir, lo cual la llevó a actuar como telonera de la comediante Phyllis Diller. No es que todo encajara para ella con tanta facilidad. El Village Vanguard la rechazó cuando audicionó para ellos. Y lo que resulta peor, su prueba le valió una reprimenda de Miles Davis. Un amigo de ella que trabajaba en el Vanguard pidió a los chicos de la banda de Davis que la apoyaran para la audición, lo cual hizo enojar al grande del jazz. “Le dijo: ‘¡nunca vuelvas a hacer eso!'”. recordó Streisand. “‘¿Tomaste a mis chicos y los hiciste tocar para esta chica? Nunca lo olvidaré”.

Al comienzo de la grabación en el Bon Soir, escuchamos a su más firme defensor en Columbia Records, David Kapralik, pronunciar mal su nombre en la introducción diciendo Barbra “Strei-zand”. “Es Strei-sand”, interrumpe tajantemente. “Lo más gracioso para mí es que parece que la gente aún no puede pronunciar bien mi nombre”, dijo. “Incluso hoy tuve que corregir a mi nuevo asistente”.

El material que sigue después de la introducción de Kapralik demuestra el talento de Streisand para desenterrar curiosidades musicales poco comunes, como la canción de Rodgers y Hart de 1938 “I’ll Tell the Man in The Street” y, del mismo año, la canción de Disney “Who’s Afraid of the Big Bad Wolf?” una canción infantil de la que ningún adulto pensó nunca en hacer un cover. Algunas de las canciones que interpretó en el espectáculo, como “Lover, Come Back to Me” de 1928, requerían que cantara a un ritmo que se podría llamar desafiante para la respiración, un primer punto de distinción. “Nunca pensé en el control de la respiración”, comentó Streisand. “¡Nunca pensé en nada! No sabía técnicamente cómo cantar desde el diafragma o de lo que sea que hablen”.

Simplemente parecía tener la capacidad innata de mantener las notas durante un tiempo abrumador. “¡Mantengo las notas porque quiero!”, declaró.

Asimismo, Streisand dijo que nunca pensó en su dicción, a pesar de sus frases tan afiladas como un cuchillo Ginsu. “Si lo hago, probablemente se debe a la letra”, explicó. “Quiero enfatizar la emoción con un sonido”. Principalmente, su atención se centró en el personaje retratado en la canción. “Siempre pensaba: ‘¿por qué está pasando esta persona?'”, comentó.

Un ejemplo de ello sería el sencillo del set de Bon Soir, “Cry Me A River”. Siete años antes, la canción fue un éxito para Julie London en una versión profundamente seductora. La versión de Streisand se centraba en el ansia de venganza del personaje, asestando cada palabra como una puñalada al corazón. “Estoy recreando el rostro de alguien que me hizo llorar un río”, explicó. “Ahora estoy diciendo: ‘¡vas a llorar un río por mí! Es muy personal”.

Sin embargo, la canción que se ganó el mayor reconocimiento del público en el Bon Soir fue su demoledora versión de “Happy Days Are Here Again”, una pieza emblemática que sigue interpretando en la actualidad. Su versión transformó la canción de una declaración animada a una balada lenta y triste, cargada de ironía. Conoció la canción por un acto del destino o, como ella dice, “bashert”, la palabra yidis para referirse al destino. Se le ocurrió cuando se preparaba para aparecer en el programa de televisión de Garry Moore. “Cada semana elegían un año y entonces el cantante tenía que cantar una canción de ese año”, recordó. “Eligieron 1929. Así que pensé ¿por qué no elegir Happy Days y hacerla más lenta? Así podría hablar sobre la caída del mercado de valores a través de la canción”.

Para lograrlo, hizo que los compositores añadieran un verso sobre una mujer que perdió su dinero en la crisis y que luego va a un bar a cambiar sus joyas por una bebida. “Eso hizo que para mí valiera la pena actuar la canción”, dijo.

Una de las actuaciones más apasionadas de su debut fue un cover de A Taste of Honey, una canción que The Beatles también grabaron un mes después. No obstante, la atención de Streisand estaba tan centrada en su camino que no prestó atención ni a los Beatles ni a Dylan, a pesar de que este último tocaba a pocas calles lejos de ella en el Village en ese momento. “Ahora los aprecio, pero no lo entendía en aquel momento”, comentó. “No era parte de mi vida”.

Su perspectiva rindió frutos cuando llevó la obra de compositores como Oscar Hammerstein y Cole Porter a las listas de éxitos del pop en el momento más improbable. “Era tan antiguo que resultaba nuevo”, señaló.

En esa etapa de su carrera, Streisand no solo iba en contra de las tendencias musicales, sino que también desafiaba las nociones convencionales de la belleza femenina en una época en la que pocas personas lo hacían. Fue su amigo, el ilustrador y maquillador Bob Schulenberg, quien con sus dibujos “me hizo consciente de la belleza de mi rostro, de la que no era consciente en absoluto”, comentó.

Schulenberg no fue el único que se dio cuenta de su atractivo. Cuando la leyenda de la moda Diana Vreeland puso a Streisand en la portada de Vogue, eligió una foto que se enfocaba en la prominente nariz de la cantante, un momento decisivo para la autoimagen de muchas mujeres. “¡Estaba encantada con ella!”, dijo la cantante. Antes de eso, “me llamaban cosas vergonzosas”. Un crítico comparó su perfil con el de un oso hormiguero. “Otro crítico dijo que me parecía a la reina egipcia Nefertiti”, dijo Streisand, riendo. “Pensé, ¿de verdad? ¡Quizás soy los dos!”.

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FOTO: Streisand no solo fue en contra de las tendencias musicales, sino que también desafió las nociones convencionales de la belleza femenina. Foto: GAB Archive/Redferns.

Streisand fue igualmente audaz en su enfoque sobre el género. Para su especial de televisión de 1973, Barbra Streisand and Other Musical Instruments, actuó con músicos de África, Turquía y España, ayudando a introducir la “música del mundo” años antes que Paul Simon. Sin embargo, en aquel momento, la popularidad del nuevo rock y el pop se había vuelto demasiado poderosa como para ignorarla, por lo que el jefe de su empresa discográfica, Clive Davis, la instó a empezar a grabar canciones escritas por artistas como Lennon y McCartney y Paul Simon.

Streisand admite que la transición fue “muy difícil”. Después de todo, todo lo relacionado con la composición de canciones había cambiado con respecto a la época a la que ella estaba acostumbrada. El primer intento de Streisand de abordar este tipo de canciones en el álbum What About Today? de 1969 fue en ocasiones “desafortunado”, según sus propias palabras. Su segundo intento, Stoney End, resultó mucho mejor, ya que se benefició del carácter dramático de la canción principal, escrita por Laura Nyro, una compositora experta en Broadway. El resultado fue uno de los mayores éxitos de Streisand. Aunque calificó el éxito como “una maravillosa sorpresa”, su lucha con el nuevo pop continuó. Cuando su productor, Richard Perry, le dijo que cantara al ritmo de la canción, ella contestó: “¿Por qué tengo que hacerlo? ¡Nunca lo hice! Canté al revés. Canté al derecho. Hice lo que hice”.

Aun así, terminó acumulando incluso más éxitos en su era “moderna” que en la anterior, más salvaje, alcanzando el punto culminante de su carrera con el álbum Guilty de 1980, producido por Barry Gibb. Se vendieron más de 12 millones de copias a nivel mundial. No obstante, admite que no entendió las palabras de Gibb en la canción principal. “No era una letra a la que estuviera acostumbrada, que tuviera continuidad”, explicó. “Era abstracta. No me gusta lo abstracto”.

Se sentía más cómoda regresando a los clásicos, como lo hizo en 1985 con The Broadway Album. Según la cantante, su compañía discográfica consideraba que el concepto de Broadway era tan poco comercial que ni siquiera quería contabilizarlo en su contrato. Al final se vendieron más de 4 millones de copias solo en Estados Unidos. Por muy maravilloso y elegante que fuera ese álbum, se alejó del radicalismo puro de sus trabajos de los años 60. Por ello, esos primeros álbumes siguen siendo tal vez los más intrépidos de su carrera.

Además, en obras que se remontan a la grabación de Bon Soir, podemos escuchar la formación de su proceso. Aunque la propia Streisand no puede decir exactamente cuál es ese proceso. “Gran parte de lo que hago es algo que escucho en mi cabeza”, dijo, como si se disculpara. “Tengo que sacar lo que escucho. No puedo explicar cómo ni por qué. Sale de mi cabeza o de mi garganta y después, de repente, simplemente está… ahí”.

Este artículo fue modificado el 24 de octubre de 2022 porque “bashert” es una palabra en yidis, no en hebreo. Además, en una versión anterior estaba mal escrito Garry Moore como Gary Moore, y “Rogers y Hart” fue corregido a Rodgers y Hart.

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