‘Me enamoré de dos hombres, ¡fue insoportable!’: Juliette Binoche sobre los triángulos amorosos y el ‘pequeño niño’ Gérard Depardieu
Juliette Binoche ... 'Estuve enamorada de dos hombres cuando estaba en mis 20 años. Fue insoportable'. Foto: Charlie de Keersmaecker/Camera Press/Figaro

Abordar temas personales en una entrevista puede ser algo complicado. Sentar las bases, no parecer lascivo, elegir cuidadosamente las palabras para no asustar al entrevistado, todos estos elementos son cruciales. En el caso de Juliette Binoche, son completamente innecesarios. Menos de cinco minutos después de nuestra llamada por Zoom, la actriz de 58 años ya se inclina hacia delante en su asiento en una oficina de París y rebusca en sus recuerdos íntimos. “Me enamoré de dos hombres cuando estaba en mis 20 años”, cuenta con naturalidad. “Fue insoportable. Bastante insoportable”.

A propósito de Fuego, su tercera película con la sensual e intransigente directora Claire Denis. Binoche interpreta a Sara, una locutora de radio dividida entre dos hombres melancólicos: su novio, Jean (Vincent Lindon), un exconvicto y exjugador de rugby, y su examante, François (Grégoire Colin). Sara y Jean tienen una relación aparentemente armoniosa, pero la atracción hacia François, y hacia el pasado, resulta imposible de resistir. “Aquí vamos de nuevo”, se dice Sara. “Amor, miedo, noches en vela. El teléfono junto a mi cama. Mojarse”.

Todo lo que necesita Binoche para conectar esta situación con su propio pasado es una pregunta preliminar sobre si comprendió el comportamiento de Sara. Cuánta franqueza por su parte al ir directamente a las revelaciones íntimas. Qué francesa.

“Es un triángulo imposible porque todos se sienten heridos”, explica. “Algunas personas son capaces de hacerlo. Yo no lo fui. Fue una situación destructiva, y necesitas valor. Así que sí, entendí totalmente el daño que puede causar. Para cada uno de nosotros fue doloroso, y no puedes detenerlo porque es así. Es como si tuvieras que estar delante de un dragón y simplemente tuvieras que enfrentarte a él, ¿sabes?”. ¿Por qué no podía elegir entre los dos hombres que había en su vida? “Amamos de formas diferentes, si se me permite decirlo”, responde ella. “Se trata de atender una necesidad que llevas dentro. Cuando estás en medio de ello, no entiendes por qué está pasando”.

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Binoche con Vincent Lindon en Fuego.

Pienso en el consejo que una amiga artista de su madre le dio a la Binoche de 14 años cuando no podía decidir si quería dedicarse a la actuación o a la pintura. “Juliette: ¡elige hacer todo!”, le dijo. En ese caso, lo hizo. Binoche todavía pinta, y sus obras se pueden ver incluso en algunas de sus películas: la intensa y eufórica historia de amor de 1991 Los amantes del Pont-Neuf, dirigida por su entonces pareja Leos Carax, en la que interpreta a una artista sin hogar, o Lecciones de amor, de 2013, en la que interpreta junto a Clive Owen a una profesora de arte cuya artritis reumatoide la obliga a encontrar nuevas formas de pintar.

Sin embargo, un triángulo amoroso no es lo mismo que una carrera. ¿Cómo solucionó esa situación? “Me separé por el sentimiento de culpa de uno de los hombres, y al cabo de un tiempo dejé de estar con el otro. Creo que fue porque tenía que destruir la relación de alguna manera. Hubo algo que aparté de mí, probablemente. No lo sé; no es tan racional como eso. Todos tenemos polaridades.

Podemos estar enamorados y después la persona amada se convierte en tu enemigo”. La idea queda reflejada, comenta, en el título en inglés de la nueva película, (Avec amour et acharnement en su francés original, que significa literalmente con amor y furia; Both Sides of the Blade). “Podría significar la polaridad entre lo femenino y lo masculino. Sé que es un título que le encantó a Claire. ‘Espada’ es una palabra muy fuerte: puede matar, pero en la tradición china eres un maestro cuando sabes cortar bien con una espada”.

Mientras Sara planea citas secretas con François, convence a Jean de que no se avecina nada, de que ella y él están hechos el uno para el otro. ¿Por qué someter a ambos a esta tortura? “Ella debe hacerlo”, responde Binoche con decisión. “Se enfrenta a una necesidad dentro de sí misma, un llamado sexual, como una ola de calor, tal vez de amor. Debe superarlo. Debe entender qué es eso. Si no lo hace, se estaría poniendo entre paréntesis, o… ¡en el refrigerador! Es lo que la hace humana y veraz”. “No creo que intentes ponerte en situaciones difíciles, pero la creación consiste en ir a un lugar nuevo”.

Se le escucha aturdida de admiración. “Permitirse a sí misma pasar por eso es asombroso, porque muchos de nosotros diríamos: ‘No, es demasiado destructivo’, o ‘Voy a perder lo que ya tengo’. Uno se vuelve conservador incluso antes de comenzar. Pero cuando se acerca una ola tan grande, creo que resulta difícil no decirle que sí. Ella está pidiendo tener esa libertad para ser ella misma, sin saber cuál será el resultado. Eso es muy valiente. ¡Y terrible! Sé cuán doloroso y peligroso puede ser”.

La toma de riesgos se extiende también a la elección de papeles. “No creo que intentes ponerte en situaciones difíciles”, comenta. “Pero la creación consiste en ir a un lugar nuevo. Enfrentarse a la dificultad. ¡Intento no repetirme a mí misma porque se siente como si fueras a morir!”. Se ríe, poniendo los ojos en blanco ante su dramática elección del lenguaje.

En sus 40 años de carrera, las películas más convencionales, como Chocolat y El húsar en el tejado, suelen verse superadas en número por empresas más arriesgadas, desde sus tres urgentes e inquietas películas con Carax (Mauvais Sang y The Night Is Young son las otras) hasta su seco estudio sobre el dolor en Tres colores: Azul (“Sin lágrimas, nunca ninguna lágrima”, le dijo el director Krzysztof Kieślowski) y su tierna interpretación, ganadora de un Oscar, como enfermera en la Italia en tiempos de guerra en El paciente inglés.

En todo caso, se ha vuelto más aventurera con la edad. Basta con ver su trabajo misteriosamente cambiante en la enigmática Copia certificada, de Abbas Kiarostami, por la que ganó el premio a mejor actriz en Cannes, y en Las nubes de María, de Olivier Assayas, donde ella y Kristen Stewart se entienden hipnóticamente como una actriz venerada y la asistente personal de la que depende, respectivamente. También figuran sus dos emocionantes thrillers para Michael Haneke (El observador oculto y Código desconocido), así como la retorcida y excéntrica comedia de Bruno Dumont La alta sociedad, su primera incursión en el slapstick. Todo esto y Antigone en el teatro para Ivo van Hove.

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Con Ralph Fiennes en El paciente inglés, por la que Binoche ganó el Oscar a mejor actriz de reparto en 1996. Foto: Tiger Moth Productions/Allstar

Tal vez sea la despreocupación con la que pasa de esos proyectos innovadores a desviaciones convencionales como Ghost in the Shell: Vigilante del futuro, Godzilla y la próxima Paradise Highway (en la que interpreta a una camionera de larga distancia que usa pañuelo y se llama Sally) lo que ha hecho que tenga menos reputación de temeraria que, por ejemplo, Isabelle Huppert. O simplemente el hecho de que no parece haberse arriesgado tanto como lo hizo Huppert con Elle o La pianista.

Fuego, que muestra a Binoche en su momento más intenso e ilegible, puede ser la película que cambie esta situación. Si hay una directora que pueda facilitar esa transformación, sería Denis, quien ya la ha elegido para interpretar a una artista en busca de amor en Una bella luz interior, y en High Life como una doctora enloquecida que realiza experimentos reproductivos con presos condenados a muerte en las profundidades del espacio. “¡Las duchas vaginales son para aficionados!”, declara en una escena; en otra, Robert Pattinson la bautiza como “la chamana del esperma”.

Binoche admira el enfoque curioso e inquisitivo de su directora. “Es la forma en que Claire busca el plano”, comenta. “Lo elige con sus sentimientos, en lugar de pensar ‘plano general, primer plano’. No es lógico. Eso me gusta”. Denis señaló en 2017 que Binoche es “más sexy que cualquier chica joven en la alfombra roja”. ¿Puede sentir eso la actriz cuando está siendo dirigida por ella? “Bueno, si siento su amor entonces me siento sexy. Te sientes más seguro de ti mismo. Quieres esforzarte más”.

La franqueza de su directora parece animarla. Las escenas más extravagantes de High Life (2018) implican “la caja”, una Tardis sexy dentro de la cual se dispensa placer carnal, un poco como el Orgasmatron de la película Sleeper. “¡Fue una locura!”, dice entrecortadamente Binoche. “¿Cómo se te puede ocurrir eso en un guion? Pero lo hicimos con humor, amor y cuidado, diría yo, y libertad.

Tienes que confiar y lanzarte”. Otra escena requería que llevara una muestra de esperma. “Le pregunté a Claire: ‘¿Pero cómo voy a sostenerla?”. Su voz suena chillona y llena de pánico. “Me dijo: ‘Así'”. Muestra sus manos con tranquilidad, con las palmas hacia arriba. “Y yo pensé: ‘Ah, claro. ¡Esta es una fantasía suya!'”. Se detiene justo antes de darse una palmada en la cara, quizá todavía consciente de su carga imaginaria.

Filmar con el serio y canoso Vincent Lindon en Fuego no fue ni la mitad de divertido. “Con Vincent no siempre fue fácil. Como actores, somos bastante diferentes. Pero apuesto a que Claire lo sabía”. Mueve un dedo juguetón hacia la webcam. “¡No creo que fuera ingenua!” ¿Cuál fue el problema? “Sentía que Vincent era inseguro. Y por eso, él intentaba controlar la situación. Algunas mujeres se retraerían, pero yo sentía que como personaje tenía que confrontarlo. No conozco a Vincent. Pero sé que tuvimos que confrontarnos y eso no fue fácil para ninguno de los dos”.

Al menos no fue la primera vez que puso en su sitio a un titán del cine francés. Poco después de que Binoche ganara su premio en el festival de Cannes en 2010, fue groseramente denigrada en la prensa por Gérard Depardieu, quien preguntó: “Por favor, ¿puede explicarme qué significa el misterio de Juliette Binoche?”, antes de concluir que “no tiene nada, absolutamente nada”.

¿Se disculpó Depadieu? “Mmm”, dice con remordimiento. “Unos tres meses después de que hiciera esas declaraciones, me lo encontré en la calle y le dije: ‘Gérard, ¿por qué fuiste tan malo conmigo?’ Me contestó: ‘Oh, olvídalo, digo estupideces. No te lo tomes como algo personal’. Le contesté: ‘Está bien, pero al fin y al cabo tuve que lidiar con ello. Y realmente no está bien’. Me dijo: ‘Bueno, simplemente estoy disgustado con los directores con los que trabajas'”.

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Con Kristen Stewart en Las nubes de María. Foto: Cine/Allstar

Ahora se queda boquiabierta. “Le pregunté: ‘¿De qué estás hablando?’ Me dijo: ‘Oh, Leos Carax y Michael Haneke. Trabajas con esos directores perversos’. Después se corrigió: ‘Bueno, está bien, Michael hizo El listón blanco, y fue bastante buena…'”. La actriz luce confundida, incrédula y exasperada al mismo tiempo: la expresión precisa de alguien que espera una disculpa y se encuentra solo con palabrerías sin sentido. Levanta una mano como diciendo: ¡Basta! “Le dije: ‘Bueno, bueno, adiós’. Luego, mientras me iba, me di cuenta: ‘¿Directores perversos? ¡Él trabajó con Maurice Pialat y Bertrand Blier! ¿De qué está hablando?'”.

No se hace ilusiones respecto a lo que provocó el arrebato. “Creo que él estaba celoso porque yo acababa de recibir el premio en Cannes. Estaba dolido porque yo lo había hecho ocuparse de demasiadas cosas”. Fue especialmente hiriente porque Depardieu fue uno de sus primeros puntos de contacto en la industria. Como aspirante a actriz, ella visitó el set de rodaje de su drama histórico Danton en 1982, tres años antes de su gran éxito, a la edad de 20 años, en Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard.
“Gérard estaba celoso… estaba dolido porque yo lo había hecho ocuparse de demasiadas cosas”.

“Yo tenía 17 años y aún estaba en la escuela “, recuerda. “Un amigo de mi padre estaba trabajando en Danton. Gérard se me acercó y me dijo: ‘¿Qué haces aquí?’ Le respondí: ‘Solo estoy observando, quiero ser actriz’. Él me dijo: ‘Trabaja en tus clásicos’. Así que él fue una figura muy importante en mi vida. Y entonces, todos estos años después, él… ¿cómo se dice?”. Simula un gancho de izquierda directo a su propia barbilla. ¿Un puñetazo? “¡Sí! Me dio un puñetazo en la cara. Y me hirió”.

Denis reunió a los dos actores en la gloriosa escena final de Un bello sol interior, con Depardieu como adivino instando a Binoche a una mayor exploración romántica. “La pasamos muy bien”, sonríe ella. Acto seguido, se pone seria. “Tienes que perdonar. El amor es más fuerte y lo transforma todo. Eso es un hecho. Y seguir enamorada me hace más feliz que seguir enojada o frustrada. Aunque Gérard haya tenido una carrera enorme, todavía hay un pequeño niño dentro. Y todos debemos cuidar de nuestros pequeños”. Confía en ella para ver los dos lados del filo de la espada.

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