La artista Jenny Holzer: ‘Las mujeres no son horribles. En gran medida, no somos el problema’
'El arte es algo maravilloso, en las manos adecuadas' ... Jenny Holzer en su estudio en Hoosick, Nueva York. Foto: Tony Luong/The Guardian

La tienda Big Moose Deli & Country Store, en la pequeña localidad de Hoosick, en el norte del estado de Nueva York, se ve casi abrumada por sus enormes carteles con letras rojas que anuncian donas de sidra, miel de maple, recuerdos y descuentos para militares. A tres kilómetros al norte se encuentra la granja donde, desde los años ochenta, vive la artista Jenny Holzer. Ella y su equipo de seis personas trabajan en el interior de un establo gris de lámina ondulada al que llaman “el almacén”. Escondido prolijamente en un campo de heno en pendiente, es imperceptible entre los otros establos situados a lo largo de la misma carretera: no hay nada que sugiera que alberga la obra de una de las artistas conceptuales vivas más famosas del mundo.

Esto es muy apropiado. Aunque Holzer es una de las figuras más reconocibles del arte contemporáneo, su obra también posee un marcado anonimato. Su medio principal es el texto –escrito en grande, centelleante, en desplazamiento, en cursiva, en negrita, enfático– que utiliza para abordar las falsedades patrocinadas por gobiernos, corporaciones y otros individuos en el poder que explotan la verdad para obtener más poder. Su serie más conocida es Truisms, cuyo origen se remonta a los carteles que Holzer colocó en las calles de Manhattan a finales de la década de 1970, en los que a menudo aparecían declaraciones provocadoras y cargadas de significado. Holzer también los pintó sobre lienzo, los grabó en placas de bronce y aluminio y los esculpió en bancas de mármol. Tal vez la más popular sea la observación impávida “EL ABUSO DE PODER NO ES UNA SORPRESA“, que brilló sobre Times Square en 1982.

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Dos de las obras de Truisms de Holzer, cerca del Massachusetts Museum of Contemporary Art. Foto: sep120/Stockimo/Alamy

“¿Has visto que, al parecer, los cromosomas Y están desapareciendo?”, me pregunta Holzer con buen humor. No sabía que estaban en peligro; la pregunta me hace reír, como seguramente era la intención de Holzer. A sus 72 años, vistiendo sus típicos pantalones de mezclilla oscuros y camisa oscura de manga larga, con el cabello largo sin peinar, es franca y atenta. Se declara a sí misma “vieja hippy, aspirante a revolucionaria”, y posee un cautivador sentido del humor.

Estamos sentadas en un ático del almacén. Está repleto cuidadosamente de sus trabajos; la mayoría envueltos y almacenados en estantes. Sin embargo, sobre una mesita hay obras de su exposición Demented Words, presentada el otoño pasado en Nueva York. Finos trozos de plomo del tamaño de separadores de libros tienen grabados tuits del expresidente estadounidense Donald Trump y otros de su mismo tipo. En principio, su aspecto evoca tablillas antiguas, excepto por el hecho de que las palabras impresas en ellas son condenatorias, alarmantes y absolutamente disparatadas.

“Trump fue una abominación”, comenta Holzer. “Permitió y fomentó algunas de las peores cosas, desde el racismo hasta el sexismo, pasando por el engaño, el robo y muchas cosas más. El trabajo necesario no estaba sucediendo en el medio ambiente, en la pobreza, en la educación, cuando es muy posible que nos estemos quedando sin mucho tiempo”. Después sugiere que dejemos de hablar de Trump, señalando que el hecho de normalizar su comportamiento no ha hecho más que fomentar el peligroso auge de los políticos de “derecha alternativa” en Estados Unidos. “De eso trató la última exposición de la galería, en gran medida: del daño que puede causar un hombre, y de lo que ocurrió a su alrededor”.

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Holzer: ‘Me gusta la ridiculez melodiosa de Winnie-the-Pooh’. Foto: Tony Luong/The Guardian

La obra de Holzer suele pedir al espectador que observe lo innombrable, un enfoque que puede ser instintivo. La artista creció en el sudeste de Ohio y describe a los nativos del medio oeste como “francos, concisos y breves. Y propensos, en caso de duda, a producir un lema”. Partes de su infancia fueron “bastante erradas y difíciles” y quizás por eso se siente atraída por “temas terribles, expresados con franqueza”.

Desde muy joven dibujaba incesantemente. “Era una dibujante casi imparable, incontrolable. Una niña dibujante”. La hermana de su abuela, que era artista, sembró en Holzer la idea de que los artistas son místicos. “Entre otras cosas”, comenta, “ella era una bruja del agua. Podía sostener una ramita de sauce y se movía cuando había agua. De alguna manera asocié eso con los misterios de la creación artística”.

Holzer estudió en la Universidad de Chicago con planes de convertirse en abogada o académica. En cambio, dice riendo, “me di cuenta, para mi eterna consternación, de que no soy tan lista”. Rodeada de “personas absolutamente brillantes”, Holzer reconsideró sus planes y empezó a pensar en su lado ocultista. Brujas de agua, ramitas de sauce y misticismo.

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El proyecto Hurt Earth de Holzer incluyó una proyección de luz en Glasgow que coincidió con la conferencia climática COP26. Foto: Adam Kendrick/© 2021 Jenny Holzer, member Artists Rights Society (ARS), NY

La obra de Holzer siempre ha sido abiertamente feminista. Muchas de sus obras más conocidas denuncian la misoginia y exponen el trato inhumano que la sociedad suele dispensar a las mujeres. Cuando hablamos sobre la anulación del caso Roe vs. Wade por parte de la Corte Suprema de Estados Unidos el pasado mes de junio, Holzer adopta una actitud sombría. “Espantarse es algo inadecuado”, señala. “Es criminal, en mi opinión. Lo temía, pero no lo preveía”.

“No te sientas culpable por hacer del feminismo un tema constante y destacado. Las mujeres no somos horribles. En gran medida, no somos el problema”.

Señalo que su carrera comenzó a mediados de los años 70, cuando el caso Roe vs. Wade era una legislación emergente. ¿Qué le gustaría decirle a su yo más joven sobre el futuro del movimiento feminista? “Oh”. Hace una pausa. “Que sea un objetivo constante. No te sientas culpable por convertirlo en un tema constante y destacado. Las mujeres no somos horribles. En gran medida, no somos el problema”. Le pregunto si se considera una persona optimista. “Debo serlo, en cierto modo”, responde riendo.

“Pero –un gran calificativo aquí– muchas cosas son horribles, sistemáticamente. Independientemente de lo que nos creó, el cromosoma Y o no, tiene algunos graves defectos”.

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Una instalación en Times Square en 1985, parte de la serie Survival de Holzer. Foto: John Marchael/© 1985 Jenny Holzer, member Artists Rights Society (ARS), NY

Posteriormente, este mes, la galería Whitechapel en Londres entregará a Holzer su prestigioso premio Art Icon, que reconoce a los artistas que han realizado importantes contribuciones a su medio. En los últimos años, la artista ha afrontado las crisis cada vez más desesperadas de nuestra era con métodos cada vez más directos, lo cual ha suscitado críticas de que algunas de sus obras se han vuelto demasiado serias y didácticas. Antes de las elecciones estadounidenses de 2020, el equipo de Holzer desplegó una flota de camiones en ciudades de estados electorales en disputa que transportaban paneles LED iluminados con frases instructivas como “VOTA DICHOSAMENTE” y “VOTA POR TU SALUD”. Holzer me confiesa que “pueden o no ser arte” y que el arte no tiene por qué ser político: “El simple arte es algo maravilloso, en las manos adecuadas”.

A continuación, insiste en su admiración por el buen arte político y lo defiende como necesario, incluso edificante. “Ya sabes, el Guernica (de Picasso) no era tan malo. Era tanto arte como denuncia. Y Goya no estaba tan mal, tanto en términos de calidad de la producción como de franqueza y veracidad. Es posible hacerlo. Rara vez se hace bien, pero cuando es así, diablos”.

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Una instalación de Holzer en Broadway, Nueva York, 1993. Foto: Mark Lennihan/AP

Al principio de la pandemia, Holzer pasó la mayor parte de su tiempo en Hoosick. “Fue bueno salir de la carretera”, comenta; “quedarme quieta en lugar de correr semifrenéticamente de un lado a otro haciendo esta o aquella actividad artística”. Aunque ha vuelto a viajar, aún no ha regresado a las prisas constantes propias de las exigencias previas a la pandemia.

Holzer con frecuencia se inspira en la literatura. Durante décadas, se ha inspirado en poetas como Henri Cole, Wisława Szymborska y Anne Carson para “darle más fuerza a la obra”. Actualmente lee la obra de AA Milne (“No sabía que él era pacifista. ¡Y realmente me gusta algo de la ridiculez melodiosa de Winnie-the-Pooh!”) y los sermones de Martin Luther King Jr.

“Quiero que las personas piensen en el bien común. ¿No sería estupendo que reapareciera la bondad?”.

La hija de Holzer, la fotógrafa Lili Kobielski, su yerno y sus dos nietos se mudaron con ella durante la pandemia. Le pregunto a Holzer qué tipo de mundo espera que hereden sus nietos. Holzer menciona soluciones para los desastres relacionados con el clima, la escasez de recursos y la crisis mundial de refugiados, y hace un llamado para que vuelva la compasión por sí misma. “¿No sería estupendo que la bondad como pragmatismo reapareciera, y como ella misma?”. Holzer está sonriendo, pero es seria. “¿Como lo que es, sin ninguna aplicación? Sería un honor”.

Le pregunto a Holzer por sus expectativas para un futuro más inmediato. “Aunque dije que no hablaría de él, lo haré: Trump, encarcelado”, declara. Después, su voz se suaviza y añade: “Quiero que mi arte mejore. Es un deseo sincero. Quiero que la gente piense en el bien común, en el bienestar común”.

Holzer recibirá el premio Icono del Arte de la Whitechapel Gallery el 19 de enero.

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