Elián González está a punto de ser el principal legislador cubano décadas después de su deportación de Florida
Elián González en La Habana, 2016. Foto: Ismael Francisco/AP

Cuando tenía seis años, su rostro aterrorizado –fotografiado durante una redada efectuada por funcionarios de inmigración armados en la casa de su familia en Miami– se convirtió en una de las imágenes más memorables de las tensiones de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Cuba.

Ahora, a sus 29 años, y más de dos décadas después de haber sido deportado a la fuerza de Florida a su patria por orden de la Corte Suprema de Estados Unidos, Elián González está a punto de convertirse en uno de los legisladores más importantes de Cuba.

Su nominación para un escaño en la asamblea nacional de 470 miembros, anunciada en el periódico gubernamental Granma de la isla caribeña el martes, es considerada un gran honor a una edad temprana para González, quien desde hace tiempo se ha mostrado crítico con la política de Estados Unidos respecto a Cuba.

Elogiado por el medio como “representante de lo más digno de la juventud cubana”, González se unirá a los miembros que se reúnen varias veces al año para debatir y establecer leyes relativas al régimen comunista de la isla.

La batalla por la custodia de González, que duró varios meses, comenzó en 1999, cuando sobrevivió al naufragio de un barco que transportaba refugiados cubanos a Florida. Su madre murió, y el niño quedó al cuidado de unos parientes, entre ellos su tío abuelo Lázaro, en la casa de estos en el barrio de la Pequeña Habana de Miami.

El conflicto entre el padre del niño –que seguía en Cuba– y sus parientes de Florida por su custodia pronto se convirtió en un enfrentamiento diplomático a gran escala, en el que el dictador comunista Fidel Castro amenazó de forma pretenciosa con enviar escuadrones de guerrilleros para recuperar a Elián.

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Elián González, en manos de Donato Dalrymple, es separado por agentes federales estadounidenses de sus familiares de Miami el 22 de abril de 2000.

La tensa situación creó un dolor de cabeza para la Casa Blanca de Bill Clinton. La fiscal general de Clinton, Janet Reno, se convirtió en una paria entre la influyente comunidad de expatriados cubanos de Miami por ponerse del lado del padre y ordenar la detención del niño a punta de pistola en la madrugada. Sus furiosos familiares dijeron que Reno los engañó al ordenar la redada de estilo militar cuando ellos creían que estaban negociando una entrega voluntaria.

González fue tratado como un héroe a su regreso a La Habana, y el régimen de Castro lo utilizó con frecuencia como utilería para sacar provecho del episodio.

El propio Castro asistió a la fiesta del séptimo cumpleaños de González. Y durante años su familia en Cuba estuvo rodeada de guardaespaldas del gobierno.

A medida que crecía, González dejó claro que aceptaba con gusto el apoyo de Castro, se unió a la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba y entró al servicio militar a los 15 años. Rechazó las afirmaciones de sus familiares de Miami de que le habían lavado el cerebro.

En una entrevista de 2017 con la cadena CNN, un año después de graduarse en ingeniería industrial en una academia militar, González comentó que si lo hubieran obligado a quedarse en Miami habría sido “utilizado” por la población expatriada de esa ciudad.

“Creo que me habría convertido en la imagen de ese grupo de cubanos que hay en Miami que intentan destruir la revolución, que intentan hacer quedar mal a Cuba”, comentó.

“Fidel puso muchas cosas en mis manos. Fidel me dijo que si quería ser atleta, él lo apoyaba; si quería ser nadador, él lo apoyaba. Si quería ser artista, él lo apoyaba, y lo hizo”.

En Miami, la casa de la que fue sacado González se convirtió en una especie de santuario, que permanece tal como estaba el día que se produjo la redada ahí, en abril de 2000, y que durante varios años fue gestionada como museo por otro de sus tíos abuelos, Delfín González, que falleció en 2016.

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