Conocimientos indígenas, valentía y vigilancia: cómo sobrevivieron unos niños en la peligrosa selva de Colombia
Soldados de la fuerza aérea colombiana prestan atención médica a los niños que sobrevivieron al accidente del avión Cessna en la selva del Amazonas. Foto: Fuerza Aérea Colombiana/Reuters

Fátima Valencia, la abuela de los cuatro niños rescatados el viernes después de que pasaran 40 días solos en el Amazonas colombiano, tenía una explicación sencilla del motivo por el que tardaron tanto tiempo en ser encontrados a pesar de un enorme esfuerzo de búsqueda: los llevaba por la selva un duende, una criatura mitológica parecida a un duende que según se dice deambula por la selva.

A medida que surgen más detalles sobre la increíble hazaña de supervivencia de los cuatro niños, se ha vuelto evidente que los conocimientos ancestrales de la niña mayor desempeñaron un papel vital a la hora de mantener con vida durante 40 días a sus hermanos pequeños, incluido un bebé que cumplió un año durante la difícil experiencia.

Lesly Mukutuy, de 13 años, fue capaz de identificar frutas comestibles, encontrar agua adecuada y evitar plantas y animales peligrosos gracias, en parte, a los conocimientos que le transmitió Valencia.

“Tenemos que reconocer no solo su valentía sino también su liderazgo”, indicó el ministro de Defensa, Iván Velásquez, el domingo tras una visita al hospital militar de Bogotá, donde los niños están recibiendo tratamiento por desnutrición y heridas leves.

“Podemos decir que gracias a ella sus tres hermanos menores pudieron sobrevivir a su lado, gracias a sus cuidados y a su conocimiento de la selva”.

La aeronave Cessna en la que viajaban los cuatro niños, su madre y otros dos adultos, incluido el piloto, se estrelló en una de las regiones más remotas y peligrosas de Colombia el 1 de mayo. Un equipo de búsqueda encontró la aeronave el 16 de mayo en una espesa zona de la selva tropical y recuperó los cadáveres de los adultos, pero los niños no aparecieron en ninguna parte.

El viernes encontraron a los cuatro niños –miembros de la comunidad indígena huitoto– en un pequeño claro de la selva que se encontraba a 5 km de los restos del avión, en una zona donde abundan las serpientes, los mosquitos y otros animales.

Los equipos de búsqueda pasaron varias veces a menos de 50 metros del claro. Al final pudieron localizar a los niños gracias al llanto de Cristin, el menor de los hermanos.

Tenía solo 11 meses cuando se estrelló el avión mientras los niños viajaban con su madre desde el pueblo amazónico de Araracuara hacia San José del Guaviare.

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Personal del ejército colombiano revisa a uno de los niños supervivientes durante su traslado a Bogotá. Foto: Fuerza Aérea Colombiana/AFP/Getty Images

El tío abuelo de los niños, Fidencio Valencia, comentó que los hermanos sobrevivieron comiendo sémola, o harina de yuca, y aprovechando sus conocimientos sobre los frutos de la selva.

Hasta el momento, los niños han proporcionado pocos detalles sobre su difícil experiencia, no obstante, las conversaciones con sus familiares sugieren que es posible que se hayan escondido del equipo de búsqueda por miedo.

“Tenían miedo ahí fuera, con los perros ladrando”, explicó Fidencio Valencia, que habló con los niños el domingo. “Se escondieron entre los árboles… huyeron“.

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Valencia comentó al medio informativo Noticias Caracol que los niños estaban empezando a hablar y que uno de ellos dijo que se escondieron en los troncos de los árboles para protegerse.

Alicia Méndez, periodista del periódico El Tiempo, señaló que en un momento determinado los niños escucharon un mensaje en su lengua nativa que había grabado Fátima Valencia y que fue transmitido desde un helicóptero, pero que les dio miedo responder.

Henry Guerrero, un indígena que formó parte del grupo de búsqueda, explicó a los periodistas que los niños fueron encontrados con dos pequeñas bolsas que contenían un poco de ropa, una toalla, una linterna, dos celulares, una caja de música y una botella de agua.

Guerrero comentó que los niños utilizaron la botella para recoger agua en la selva y añadió que, tras ser rescatados, los niños se quejaron de que tenían hambre. “Querían comer arroz con leche, querían comer pan“, comentó.

Aparte de la conmoción y el trauma del accidente y de la muerte de su madre, es posible que los niños tuvieran motivos para sentir miedo ante los uniformes color verde oliva del equipo de búsqueda. Manuel Ranoque, padre de los dos niños más pequeños, afirma que miembros del Frente Carolina Ramiréz, un antiguo grupo disidente de las FARC activo en la región, tenían antecedentes de haberlo amenazado a él y a su familia.

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Ranoque, que fue gobernador de una comunidad huitoto, explicó que las amenazas lo habían obligado a abandonar la región para mudarse a Araracuara, en Caquetá, en la región amazónica del sur de Colombia. La familia visitó a Ranoque en esa localidad en abril y regresaba a San José de Guaviare en un avión Cessna chárter cuando falló el motor y se estrelló en una región donde opera el grupo rebelde. El 20 de mayo, el ejército confirmó que encontró un campamento abandonado de disidentes de las FARC a 2.8 km del lugar del accidente, pero rápidamente descartó las especulaciones de que el grupo hubiera secuestrado a los niños.

Ranoque señaló que los niños contarían sus propias historias con el tiempo.

Nadie puede acusar al ejército de no hacer lo suficiente para encontrar a los hermanos. Utilizaron 11 aviones, distribuyeron 10 mil volantes y lanzaron 100 kits de alimentos en el área de búsqueda de 323 kilómetros cuadrados, incluso a distancias más lejanas de las que se podía esperar que los niños pudieran alcanzar a pie. Más de 150 soldados y 200 voluntarios de comunidades indígenas locales y un equipo de 10 perros pastores belgas participaron en la búsqueda.

Al principio, las tropas de las fuerzas especiales de Colombia actuaron de manera sigilosa, acostumbradas a rastrear grupos rebeldes en la selva. “Nos dimos cuenta de que teníamos que modificar la forma de proceder, hacer ruido y gritar el nombre de Lesly, para que nos vieran“, explicó un soldado que participó en el rescate al periódico El Mundo bajo condición de anonimato. Sobre los voluntarios indígenas, comentó: “Nos enseñaron sobre la selva, sus tradiciones y su profunda espiritualidad”.

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Quizás sea revelador que los primeros en encontrar a los niños fueran los miembros del equipo de búsqueda indígena, que los estuvieron llamando en lenguas nativas. En la mañana del rescate participaron en un ritual con yagé (ayahuasca), una medicina tradicional de la selva que tiene propiedades psicodélicas.

“Los encontró un guardián indígena que tomó yagé y con el apoyo de la tecnología del ejército”, explicó Luis Acosta, coordinador de la Guardia Indígena. “El que toma yagé ve mucho más allá de lo que nosotros vemos. Se convierte en médico, en pantera, en tigre, en puma. Ve más allá porque es una medicina holística. Tenía la capacidad de ver”.

En sus comentarios del sábado, Fátima Valencia también atribuyó al mundo espiritual y natural la supervivencia de sus nietos.

Doy gracias a la Madre Tierra, porque ella los liberó.

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