El doble discurso sobre Israel y Palestina nos deja en la oscuridad moral
Varias mujeres sostienen velas durante una concentración de apoyo a los palestinos y contra las operaciones militares de Israel en Gaza, en Santiago de Chile, el 10 de octubre de 2023. Foto: Martin Bernetti/AFP/Getty Images

Siempre me da pavor ver la cobertura de las guerras en los noticieros estadounidenses, y ahora no es una excepción. Tras los mortíferos atentados de Hamás en Israel y el infernal bombardeo israelí de Gaza, consulté la MSNBC. Al poco rato, oí a uno de sus reporteros hablar de “la violenta historia entre estas dos naciones”, como si Palestina fuera un país, y tuve que apagar el televisor para descansar. Palestina no es un país. De eso se trata. Los palestinos de Gaza, Cisjordania e Israel viven bajo diversos regímenes de discriminación y opresión organizadas, muchas de las cuales hacen la vida casi invivible, y si los medios de comunicación estadounidenses ni siquiera pueden enmarcar el tema correctamente, ¿de qué sirve siquiera cubrirlo?

No se trata solo de pereza. La identificación reflexiva con Israel, tanto por parte de los profesionales de los medios de comunicación como de los políticos estadounidenses, siempre oscurece la imagen más completa de lo que está sucediendo entre Israel y los palestinos. El 7 de octubre, la portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, Adrienne Watson, declaró que Estados Unidos “condena inequívocamente los ataques no provocados de los terroristas de Hamás contra civiles israelíes”. Cada uno de nosotros debe levantarse y denunciar el asesinato de cualquier civil, israelí o palestino, o de cualquier otro lugar. Pero el uso que hace Watson de la frase no provocados cuesta mucho trabajo entender.

¿Qué cuenta exactamente como provocación? Al parecer, no el gran número de colonizadores, más de 800 según un medio de comunicación, que irrumpieron en la mezquita de Al Aqsa el 5 de octubre. Ni los 248 palestinos asesinados por fuerzas israelíes o colonizadores entre el 1 de enero y el 4 de octubre de este año. Ni la negación de los derechos humanos y las aspiraciones nacionales de los palestinos durante décadas. Uno puede, de hecho, debe, ver tales acciones como provocaciones sin respaldar más violencia asesina contra civiles. Pero si solo vieras las noticias de Estados Unidos, probablemente supondrías que los palestinos siempre actúan mientras que Israel solo reacciona. Incluso podrías pensar que los palestinos son los que colonizan la tierra de Israel, nada menos. Y probablemente creas que Israel, que tiene el control total sobre las vidas de 5 millones de palestinos en Cisjordania y Gaza y sin embargo les niega el derecho a votar en las elecciones israelíes, es una democracia.

Para ser considerado un ser político debes, como mínimo, ser considerado un ser humano. ¿Quién puede ser considerado humano? “He ordenado el asedio total de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”, declaró el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant. ¿Animales humanos? Oscuridad moral. ¿Cómo pueden los partidarios de Israel en Estados Unidos o en cualquier otro lugar considerar defendibles semejante lenguaje y una política anunciada de castigo colectivo contra todos los residentes de Gaza? Seamos claros: el lenguaje de Gallant no es la retórica de la disuasión. Es el lenguaje del genocidio.

Está la persistente hipocresía y oscuridad moral de la guerra en Ucrania. Muchos en todo el mundo apoyan la resistencia de Ucrania a la ocupación extranjera (como deberían) pero niegan alegremente a los palestinos cualquier forma de resistir a su ocupación. Incluso los métodos no violentos de resistencia, como la campaña de boicot, desinversión y sanciones son despreciados e incluso criminalizados. ¿A qué se debe este doble discurso? Como era de esperar, estas posturas llegan hasta las altas esferas. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskiy, ha expresado en dos ocasiones su apoyo unilateral a Israel en los últimos días, afirmando que “el derecho de Israel a la autodefensa es incuestionable”. ¿Diría lo mismo de Rusia en su territorio? Por supuesto que no. Zelenskiy debería ver cómo su tierra invadida y ocupada se asemeja más a la situación de los palestinos que a la de los israelíes. Las ofuscaciones están por todas partes.

También los dobles discursos. Sin duda oiremos hablar mucho en Estados Unidos de los estadounidenses israelíes asesinados o secuestrados por Hamás, como debe ser, pero ¿se alzarán esas mismas voces al mismo volumen por los estadounidenses palestinos amenazados y asesinados en Gaza? ¿Exigieron también respuestas cuando el ejército israelí disparó y mató a la periodista palestino-estadounidense Shireen Abu Akleh en mayo de 2022?

El doble discurso puede ser previsible teniendo en cuenta cómo se ha debatido la difícil situación de los palestinos en el pasado, pero eso no elimina su oscuridad moral. También es particularmente peligroso y sordo en este momento, cuando estamos en la cúspide de un gobierno, Israel, que utiliza la violencia sin precedentes en una población en gran parte indefensa y encerrada, en parte para encubrir sus propios errores fatales y vergüenza.

Una forma fundamental en que opera este doble discurso es a través de una falsa equivalencia, un bipartidismo que oculta la enorme asimetría de poder entre el Estado de Israel y los grupos de población dispersos que componen el pueblo palestino. No son iguales. Uno domina mientras el otro es dominado. Uno coloniza. El otro es colonizado.

Al menos desde los acuerdos de Oslo de 1993, se nos han vendido diversas promesas de que la salida a esta injusticia eran los acuerdos negociados; tras generaciones de enormes sacrificios humanos, los palestinos alcanzarían por fin sus aspiraciones nacionales. Para muchos de nosotros ya estaba claro que esto se había convertido hace tiempo en una ilusión necesaria mantenida por los poderosos. Hoy, una paz negociada parece más lejana que nunca.

Esto me entristece y me asusta a la vez. Es muy probable que estemos entrando en otra larga y dolorosa era en la que la lucha armada y la dominación violenta dependan cada vez más la una de la otra para sobrevivir. Sin embargo, ninguno de los dos puede ganar. Los palestinos subsistirán. No pueden ser eliminados. Israel también seguirá existiendo. El futuro está lleno de innecesarios y horribles derramamientos de sangre por todas partes. Gran parte de la culpa la tiene el desesperado apego occidental a un doble discurso moralmente en bancarrota.

Traducción: Ligia M. Oliver

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