Desde hurones electricistas hasta ratas que olfatean minas: extraordinarios animales que trabajan para ganarse la vida
Magawa, una rata detectora de minas recientemente jubilada, juega con su antiguo adiestrador en Camboya. Foto: Cindy Liu/Reuters

Nuestra relación con los animales es muy peculiar, y abarca desde el enamoramiento hasta la explotación despreocupada. Ya sean amigos, plagas, bienes, cena o creadores de contenidos de hierba gatera, la relación tiende a estar muy sesgada a nuestro favor. Puede que cuidemos de nuestras mascotas con devoción, pero la mayoría de los animales no tienen tanta suerte en sus encuentros con nosotros, algunos hasta trabajan.

Sin embargo, hay algunos casos en los que los intereses humanos y los comportamientos e inclinaciones naturales de los animales más o menos coinciden. La mayoría no son técnicamente interacciones “mutualistas” entre dos especies que benefician entre sí, como un pez payaso que se esconde y limpia su anémona de mar. Aun así, en algunas de nuestras relaciones con la naturaleza todos salimos ganando. Echemos un vistazo a algunas de esas relaciones mutuas.

Trabajo: Murciélagos bibliotecarios

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Cuidadosos conservadores… los murciélagos llevan siglos viviendo y trabajado en la biblioteca Joanina de la Universidad de Coimbra (Portugal). Foto: Marcin Jamkowski/Adventure Pictures/Alamy

La biblioteca barroca Joanina de la Universidad de Coimbra (Portugal) es conocida por su exquisito y detallado trabajo en madera y dorados, pero también por lo que su subdirector, António Maia do Amaral, llama sus “bibliotecarios honorarios”: los murciélagos. Amaral explica que hay dos pequeñas colonias, murciélagos de cola libre y enanos, que viven en Joanina. Llevan allí siglos; los archivos de la biblioteca del siglo XVIII documentan un pedido de grandes lienzos de cuero a Rusia; estos lienzos, conocidos como “moscovias”, aún se desenrollan por la noche para proteger de los excrementos de murciélago las enormes mesas de madera tropical repujada.

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Compañero literario… un murciélago enano, una de las dos especies que se encuentran en Joanina. Foto: Rudmer Zwerver/Alamy

Es discutible si los murciélagos bibliotecarios ayudan realmente. Se supone que se alimentan de los insectos comedores de libros que podrían dañar la valiosa colección de la biblioteca, pero nunca se han analizado sus excrementos para comprobarlo.

“Que yo sepa, siempre ha habido una coexistencia pacífica, aunque su papel en el control de plagas sea quizá mínimo”, dice Amaral. “No podemos confiar únicamente en los murciélagos para preservar los libros de los insectos voladores. Por eso tenemos una cámara anóxica de seis metros cúbicos para limpiar los libros”.

De todos modos, los murciélagos forman parte de la biblioteca, aunque solo se les vea de vez en vez (normalmente en eventos nocturnos, cuando salen revoloteando de las estanterías para “trabajar” entreteniendo a los invitados). Los visitantes son curiosos, incluso pueden conseguir una gorra de béisbol con un murciélago de Joanina, pero las opiniones dentro de la biblioteca varían.

“Mi primer director siempre se enfadaba mucho cuando le preguntaban por los murciélagos”, cuenta Amaral.

“Le parecía que los murciélagos eran lo menos importante de la biblioteca, porque era un hombre muy culto. Hoy en día, la gente suele ser más benevolente y se divierte con la historia de los murciélagos. Personalmente, estoy muy contento con los murciélagos y rezo por su buena salud”.

Los murciélagos no eran los únicos bibliotecarios trabajadores honorarios en siglos anteriores, añade Amaral. Los registros históricos de la biblioteca incluían una cantidad anual en el presupuesto para alimentar a los gatos cazadores de ratones de Joanina; todavía se pueden ver “puertas para gatos” recortadas en la carpintería.

Trabajo: Hurones electricistas

Los electricistas más guapos… los hurones se pavonean en Channel 4.

“Los hurones son, si se quiere ser educado, curiosos; si se quiere ser franco, unos diablillos entrometidos”, dice James McKay, de la Escuela Nacional de Hurones. “Cuando los pones en cualquier abertura, quieren atravesarla y ver qué hay al otro lado”. Su curiosidad, su forma y su sinuosa flexibilidad les permiten llegar a sitios y hacer trabajos que ningún humano podría realizar. Felicia, la hurona, se convirtió en 1971 en una peluda limpiadora de tuberías en el acelerador de partículas Fermilab, en Illinois; los hurones se retorcieron bajo el suelo de la catedral de San Pablo para permitir la transmisión televisiva de la boda real en 1981 y cablearon la Cúpula del Milenio (obra de tres hurones llamados Beckham, Posh y Baby).

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Inquisitivos por naturaleza… los hurones pueden meterse en espacios que los humanos no pueden. Foto: Farlap/Alamy

¿Cómo funciona el trabajo de cableado? El hurón lleva un arnés atado a una cuerda larga y ligera de nailon.

Una vez que ha pasado el cabo por un conducto, se une a una cuerda más pesada para pasar el cable.

Aunque requiere cierto entrenamiento, la escuela dispone de una zona de entrenamiento con una serie de tubos verticales, fraccionados y callejones sin salida, en realidad se trata de aprovechar la tendencia natural de los hurones a investigar agujeros.

Un poco de aceite de salmón en el extremo de un tubo largo como recompensa puede ayudarles a encontrar el camino.

Lo más lejos que ha llegado uno de los hurones de McKay son unos 250 metros: “Nunca hemos tenido uno que se quedara a medio camino y decidiera volver”.

Los hurones de la escuela son unos 50, y McKay suele llevarse media docena a trabajar por si alguno no está de humor.

Los hobs (machos, que son más grandes) pueden tirar de las cuerdas más largas, mientras que las jills (hembras), más pequeñas, se mueven mejor por los espacios más estrechos. ¿Tiene algún hurón favorito? “Todos son tan buenos como los demás”.

Patos y arañas vinícolas trabajando

Cómo ayudan los patos vitivinicultores al viñedo de Vergenoegd Löw.

En la bodega Vergenoegd Löw, en Sudáfrica, el control de plagas en las viñas es un trabajo que corre a cargo de una bandada de más de mil “soldados” patos corredores indios. Todas las mañanas salen en medio de una cacofonía de parpeos y se pasan el día comiendo pulgones, caracoles y gusanos para mantener las viñas sanas y libres de plagas. Circulan en un bucle de 14 días por distintas zonas del viñedo, y sus excrementos proporcionan un abono extra. Los patos solo descansan durante la vendimia, las uvas son demasiado tentadoras, cuando se toman unas vacaciones para nadar en un lago cercano, buscar comida en las tierras de labranza y, mmm, trabajar en la producción de la próxima generación de soldados del viñedo.

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Una idea descorchadora… gigantescas telarañas cubren las paredes de la bodega R. López de Heredia en La Rioja, España. Foto: Agefotostock/Alamy

Mientras tanto, en la bodega R. López de Heredia, en La Rioja, gigantescas telarañas trabajan cubriendo las paredes de la bodega y otras tantas las botellas. No son objetos de Halloween ni decoración ambiental: son el hogar de las arañas que ayudan a la familia López de Heredia a mantener sus barricas y corchos libres de polillas, “el enemigo mortal del vino de larga crianza”.

Trabajo: Técnico de diagnóstico y ratas de desminado

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Otro esfuerzo fructífero… una de las ratas de Apopo recibe un sabroso premio por identificar una mina inactiva en Camboya. ¡Buen trabajo! Foto: Taylor Weidman/Getty Images

Las 300 ratas gigantes africanas empleadas que trabajan para la ONG Apopo tienen múltiples talentos. No solo han trabajado en la retirada de minas en el sudeste asiático y África, sino que también olfatean muestras positivas de esputo de tuberculosis.

¿Por qué son tan buenas en su trabajo? “Son muy inteligentes, sociables y tienen un olfato excelente”, explica Lily Shallom, de Apopo. “En el pasado, descubrimos que pueden oler un picogramo de TNT, la trillonésima parte de un gramo”. Las ratas están “muy motivadas por la comida. Les gusta llenarse los cachetes; son golosas y les encanta todo lo que tenga un contenido muy alto en grasas y proteínas”. Los cacahuates y los plátanos son sus alimentos favoritos.

Las ratas trabajadoras avisan cuando encuentran una mina rascando la superficie del suelo. Con un peso máximo de 1.5 kg, las ratas son demasiado ligeras para hacer estallar una mina; ninguna ha resultado herida en el campo. Por su parte, una muestra de tuberculosis se considera potencialmente positiva si una rata se sitúa sobre ella durante tres segundos.

Presentándose al trabajo… Las ratas salvavidas de Apopo.

Es una vida agradable para estas criaturas tan sociables. El entrenamiento (que dura alrededor de nueve meses) o el trabajo constituyen una parte mínima de la jornada de las ratas: las sesiones de detección de minas duran unos 20 minutos, hasta llegar a la media hora. Evaluar 100 muestras de TB, el tamaño estándar del lote lleva un máximo de 20 minutos, pero a un técnico humano podría llevarle hasta cuatro días. El resto de la jornada se dedica al juego libre, a pasar el rato con otras ratas, a comer algo y a dormir la siesta.

En su centro de formación e investigación de Tanzania, Apopo explora constantemente posibles usos de las habilidades especiales de las ratas. Los proyectos incluyen la búsqueda de supervivientes de catástrofes naturales, la detección de escamas de pangolín traficadas ilegalmente y la descontaminación de terrenos, con ratas destinadas a detectar concentraciones específicas de hidrocarburos en el suelo.

Aves cazadoras de miel en el trabajo

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Dios los cría y ellos se juntan… Un trabajador cazador de miel estudia a un indicador en la reserva nacional de Niassa (Mozambique). Foto: Claire Spottiswoode/AP

Los humanos y los indicadores mantienen una relación genuinamente mutualista: este pequeño pariente africano del pájaro carpintero, de color café, revolotea delante de las personas y las guía con sus gorjeos hasta los nidos de abejas en los troncos huecos de los árboles. Los humanos ahuyentan a las peligrosas abejas y se llevan la miel. El indicador observa y espera a que terminen, y luego disfruta de su alimento preferido: la cera de abeja.

Cantando… cómo los indicadores trabajadores hablan con la gente.

En 2016, un equipo de investigación de la Universidad de Cambridge descubrió que la comunicación entre los indicadores y los humanos va en ambas direcciones. Aprendieron que los cazadores de miel de la comunidad Yao, en Mozambique, tienen más posibilidades de atraer a los indicadores, y de encontrar miel, si utilizan un sonido específico: “un trino fuerte seguido de un gruñido corto: brrr-hmm”. La llamada aumentó la probabilidad real de encontrar miel del 16% al 54% en comparación con los sonidos de control. “La llamada brrr-hmm triplicó con creces las posibilidades de éxito de la interacción, con miel para los humanos y cera para el ave”, explica Claire Spottiswoode, directora del proyecto.

Halcones saltarines

Si pasas tiempo en las estaciones de ferrocarril británicas, es posible que hayas visto a alguien vistiendo un uniforme con chaleco reflejante paseando despreocupadamente con un halcón en la muñeca. O mejor aún, es posible que hayas disfrutado de una doble toma de placer al ver a un halcón volando alrededor de las vigas, poderosamente, antes de volver al guante. Podría tratarse de uno de los halcones Harris de Citihawk, que ahuyentan a las palomas en King’s Cross y Victoria, en Londres, y en muchas otras estaciones, así como en la catedral de Westminster y en todas partes, desde estadios hasta campos de juegos escolares son sus lugares de trabajo.

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Volando alto… Un halcón en su trabajo en la Hayward Gallery de Londres. Foto: Stephen Chung/Alamy

¿Por qué hay que ahuyentar a las palomas? Según Leigh Holmes, de Citihawk, representan un doble peligro para la salud: “El excremento de las palomas contiene horrendas cantidades de bacterias y parásitos, y cuando está mojado se vuelve muy resbaladizo”, afirma. Los halcones no están ahí para atacar o comerse a las palomas, eso nunca ocurre, según Holmes. Prefieren volver volando por los trozos de pollo que les ofrecen sus cuidadores. El objetivo es asustarlas y disuadirlas de volver. La teoría, dice Holmes, es que “las palomas ven un depredador natural al que naturalmente temen… Desaparecen para buscar un lugar más seguro donde posarse, anidar y alimentarse”.

Los halcones vuelan libres, explorando por donde les plazca en el lugar del día. “Les encanta el ejercicio, salir y volar”, dice Holmes. Cree que disfrutan especialmente trabajando en zonas urbanas. “Disfrutan mucho del ajetreo y el bullicio, porque vuelan excepcionalmente bien”. Esa libertad significa que algunas veces se pierden. “A veces son muy traviesos y ven una paloma a una calle de distancia o en otro tejado. Literalmente, van a espantar a otras aves”. Los halcones llevan rastreadores para que sus cuidadores puedan seguir sus movimientos en tiempo real.

Los halcones de Harris son buenos en este trabajo porque son gregarios por naturaleza y están acostumbrados a cazar en equipo en la naturaleza, dice Holmes. Cuando son adiestrados por humanos, ven a su halconero como parte de su equipo de caza. “Aprenden a leerse unos a otros”, afirma. “Es increíble. Es una sensación increíble para los miembros del equipo”.

Otra gran parte del trabajo del cetrero es interactuar con un público asombrado y encantado: “La cantidad de fotografías que se toman, el interés y el amor que despiertan las aves de presa… A la gente le encanta”.

Traducción: Ligia M. Oliver

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