Hace 40 años Apple presentó una computadora que cambió al mundo, para bien o para mal
Apple empezó a vender una computadora personal que cambiaría nuestra forma de pensar sobre las tecnologías informáticas. Fotografía: Loren Elliott/AFP/Getty Images

El domingo 22 de enero de 1984, los Raiders de Los Ángeles derrotaron a los (entonces) Redskins de Washington 38-9 en el XVIII Super Bowl. Con la excepción de unos cuantos seguidores de los Raiders, lo que todos recordamos mejor de aquella noche de hace 40 años fue un anuncio de Apple que marcó la pauta de un tecnooptimismo que dominaría el siglo XXI.

El anuncio mostraba un auditorio lleno de figuras parecidas a zombis que observaban la proyección de un anciano líder que se parecía al Emperador de la película de 1980 El Imperio Contraataca. Una joven y atlética mujer vestida de rojo y blanco (los colores de la bandera de Polonia, que había protagonizado un levantamiento obrero masivo contra el Estado comunista controlado por los soviéticos) hace girar un martillo y lo lanza a través de la pantalla que enmarca la cara del líder, justo cuando unos policías blindados se abalanzan para intentar detenerla.

El anuncio invocaba explícitamente la distópica novela de George Orwell, 1984. Mientras tanto, Ronald Reagan, entonces presidente, lanzaba una campaña de reelección basada en su audacia para hacer frente a la amenaza totalitaria soviética, al tiempo que amplificaba el riesgo de aniquilación nuclear mundial.

Ese mes, Apple empezó a vender una computadora personal que cambiaría nuestra concepción de las tecnologías informáticas en nuestras vidas y canalizaría muchos de los cambios ideológicos que pusieron en marcha el siglo XXI. En muchos sentidos, el largo siglo XXI comenzó esta semana hace 40 años.

Además de ascender a marchas forzadas desde una empresa emergente en un garaje de Cupertino (California) hasta convertirse en la compañía más valiosa de la historia del mundo, Apple cambió nuestra forma de vivir la cultura y de relacionarnos con los demás. Aunque no es la única fuerza que lo hizo, si nos fijamos en las otras fuerzas dominantes que dejaron su huella en 1984, como Reagan, Apple formó parte de un cambio masivo en la forma en que llegaríamos a vernos y gobernarnos durante los 40 años siguientes, y sigue influyendo en la vida cotidiana hasta un punto que pocos podrían haber imaginado en aquel momento.

Antes del debut de Macintosh, Apple gozaba de buena reputación entre los aficionados a la informática por producir computadoras de escritorio innovadoras y de alta calidad, como la Apple II (1979), que ejecutaba programas con un sistema operativo estándar de la época, Apple Disc Operating System (que se parecía al MS-DOS de una pequeña empresa apenas creada llamada Microsoft) y podía programarse en lenguajes como Basic.

Aunque empresas como Texas Instruments y Atari habían introducido en los hogares computadoras fáciles de usar antes que Macintosh, e IBM y Commodore habían producido computadoras de escritorio para empresas, Macintosh prometía algo diferente.

Macintosh creó un mercado masivo de computadoras personales que parecían más magia que máquina. Al ocultar placas y cables y presentar una caja de elegante diseño, Macintosh estableció las normas de diseño de lo que se convertiría en una caja sellada como el MacBook o, el más influyente y rentable de todos los productos de Apple, el iPhone, lanzado en 2007.

El iPhone representa gran parte de lo atractivo y repulsivo de la vida en el siglo XXI. Es un dispositivo que no hace nada que otros dispositivos y tecnologías no pudieran hacer. Sólo que las ofrece todas en un entorno controlado y patentado que oculta toda la tecnología real y la agencia humana que la creó. También podría tener pequeños elfos dentro.

Actualmente, miles de millones de personas utilizan este tipo de dispositivos, pero casi nadie se asoma a su interior ni piensa en las personas que extrajeron el metal o ensamblaron las piezas en condiciones peligrosas. Ahora tenemos coches y electrodomésticos diseñados para parecerse a un iPhone: todo cristal, metal, curvas e iconos. Ninguno de ellos ofrece ninguna pista de que hayan sido construidos o maquilados por humanos. Todo parece mágico.

Este paso a la magia a través del diseño nos ha mantenido ciegos ante las condiciones reales de la mayoría de las personas que trabajan y viven en el mundo. Un dispositivo cerrado es similar a una comunidad cerrada. Más allá de eso, las cajas selladas, una vez que incluyen cámaras y dispositivos de localización omnipresentes y se conectan a través de señales de radio invisibles, funcionan como un sistema de vigilancia global que los dictadores soviéticos nunca habrían podido soñar. También nosotros hemos entrado en un mundo de control blando que va más allá de la imaginación de Orwell.

Las comunidades cerradas empezaron a hacerse populares en Estados Unidos durante la era Reagan, ya que ofrecían la ilusión de seguridad contra un enemigo invasor imaginado, pero nunca definido. También se asemejaban a un estado privado, con miembros exclusivos y estrictas normas de decoro.

Reagan tuvo una aplastante reelección en noviembre de 1984. Su triunfo estableció un compromiso casi inquebrantable con el fundamentalismo de mercado y el optimismo tecnológico que incluso sus críticos y sucesores como Bill Clinton y Barack Obama adoptaron en gran medida. Más allá de Estados Unidos, líderes ostensiblemente izquierdistas del siglo XX como Andreas Papandreou de Grecia, François Mitterrand de Francia y Tony Blair del Reino Unido limitaron sus visiones del cambio a lo que permitiera el creciente consenso neoliberal.

En los albores de este siglo, cuestionar la fe en el tecnooptimismo impuesto por Apple o en el neoliberalismo asegurado por el dominio de Reagan sobre el imaginario político mundial parecería un ataque de malhumor o irritabilidad. ¿Quién podría cuestionar el potencial democratizador y liberador de la tecnología informática o del libre mercado?

Pues bien, transcurrido un cuarto de siglo, está claro que las únicas promesas cumplidas fueron las hechas a los accionistas de Apple y a la descendencia política de Reagan. La democracia está hecha jirones en todo el mundo. Las computadoras conectadas en red agotan el placer y la humanidad de las relaciones, las comunidades y las sociedades. Las economías están más estratificadas que nunca. La política está desprovista de cualquier visión positiva de un futuro mejor.

No podemos culpar a Apple ni a Reagan, por supuesto. Simplemente destilaron y aprovecharon, y nos volvieron a vender, lo que ansiábamos: una simple historia de progreso y liberación inevitables. Si hubiéramos hecho caso de las advertencias del libro de Orwell y no de la publicidad de Apple, habríamos aprendido que las historias sencillas nunca tienen finales felices.

Siva Vaidhyanathan es profesor de medios de comunicación en la Universidad de Virginia y autor de Antisocial Media: Cómo Facebook nos desconecta y debilita la democracia. También es columnista de The Guardian US.

Traducción: Ligia M. Oliver

No te pierdas: ¡Qué miedo! Promesa de Mark Zuckerberg de crear IA avanzada alarma a los expertos

Síguenos en

Google News
Flipboard