Mi prometido murió el día de nuestra boda y luego descubrí su vida secreta
Mi vestido de novia sigue colgado en mi armario: Kaitlin Palmieri con el traje que nunca llegó a usar. Foto: Ben Zucker/The Guardian

Conocí a Eric, mi prometido, en una aplicación de citas a principios de 2018, cuando vivía en Nueva York. Era guapo, conversador e interesante. Me estaba enamorando, pero había algo que él necesitaba saber. En 2015, había estado enamorada de un chico llamado Mike. En mi cumpleaños 30, mis padres me organizaron una fiesta en su casa. Todo el mundo se la estaba pasando en grande hasta que oí a mi hermano gritar el nombre de Mike. Cuando corrí hacia el griterío, vi a Mike en el suelo junto a la piscina de mis padres. Se había resbalado y caído al agua y no respiraba. Intenté frenéticamente hacerle la reanimación cardiopulmonar, pero seguía inconsciente.

En el hospital me dijeron que Mike no despertaría nunca. Nadie sabe cómo se hirió. Se rompió algunos huesos de la espalda y sufrió una lesión cerebral, pero no sabemos cómo ocurrió.

Seis días después de mi cumpleaños sostuve la mano de Mike mientras apagaban la máquina de soporte vital. Mi conmoción y mi dolor eran insoportables.

Fue horrible revivirlo todo cuando se lo conté a mi prometido Eric. Pero si queríamos tener un futuro, tenía que basarse en la honestidad total. Eric fue maravilloso. La forma en que me escuchó me hizo sentir segura. Cinco meses después, nos fuimos a vivir juntos. Cuando me propuso matrimonio en Central Park en diciembre de 2019, me sentí como en un cuento de hadas. Había vuelto a encontrar el amor.

“Estaba segura de que nuestra historia terminaría con una aceptación de mi pérdida y la celebración del hombre maravilloso que fue. Pero hubo un giro”.

Nos preparamos para casarnos en agosto de 2020. En una cena con amigos y familiares la noche antes de nuestra boda, Eric pronunció un discurso sobre lo mucho que me quería. Después, le di un beso de buenas noches y me fui a mi habitación de hotel. Eric se alojaba con su hermano.

A la mañana siguiente, me despertó el teléfono. Oí la voz de mi madre. “Kaitlin”, dijo, sonando extraña. “Tienes que bajar al vestíbulo”. Me invadió el pavor. “No hasta que me digas qué está pasando”. Pasó una eternidad antes de que contestara. “Eric murió temprano esta mañana”.

Recuerdo lo que vino después en flashes. Me desplomé en la cama y luché por respirar. Mamá llamando a la puerta y casi llevándome en brazos a su casa.

La autopsia reveló que Eric había muerto de un infarto a los 33 años, a causa de una enfermedad que nadie conocía. Mi conmoción y mi angustia fueron profundas. ¿Cómo podía estar en el funeral de Eric cuando deberíamos estar de luna de miel?

Con el paso de los años aprendí a gestionar mi dolor. Mi vestido de novia sin estrenar seguía colgado en mi armario, pero llevaba mi anillo en ocasiones especiales. Sentía como si estuviera honrando a Eric. Estaba segura de que así acabaría nuestra historia: aceptando mi pérdida y celebrando al hombre maravilloso que fue. Pero hubo un giro.

El año pasado, el 20 de noviembre, que era el cumpleaños de Eric, estaba en Instagram cuando vi un post conmemorando a alguien que había muerto y que tenía el mismo apellido y día de nacimiento que Eric. El post decía que ella había estado con él en su último cumpleaños.

“Qué extraña coincidencia”, pensé, sobre todo porque el post era de alguien que había oído hablar de mi historia años antes y me había tendido la mano. Desde entonces habíamos mantenido contacto esporádico. Hice clic en su historia de Instagram y descubrí que en realidad se trataba de Eric. Le envié un mensaje para pedirle explicaciones. Dos horas después tenía mi respuesta, con capturas de pantalla. Conoció a Eric en una aplicación de citas en marzo de 2019. Empezaron a verse y seguían hablando 15 días antes de la boda. Al ver los mensajes que él le había enviado mientras estaba sentado conmigo en casa, me sentí enferma.

Era como si estuviera atrapada en una película, una con un giro argumental horrible. La relación que creía haber tenido, el hombre por el que había llorado, mi prometido… todo era mentira. Estaba desesperada por que todo el mundo compartiera mi indignación, pero mucha gente no quería saberlo. Cuando alguien muere, la gente no quiere oír las cosas malas que hizo. “Te quería”, oía una y otra vez. Pero eso no era amor.

Estoy trabajando en aceptar que nunca sabré lo que Eric, mi prometido, sentía por mí. No sé cuál era su versión del amor, pero él sabía que yo no la aceptaría. Ahora es como un extraño para mí. Me queda una especie de rabia, porque no puedo expresarle a Eric cómo me ha hecho sentir. Es la furia de tantos años desperdiciados.

En los meses posteriores he luchado contra la depresión y la ansiedad de lo que sucedió con mi prometido, y estoy en terapia. Pero quiero hablar de ello y me alegra saber la verdad. Ahora puedo tener citas sin que me persiga la sombra de mi hombre “perfecto”. En ese sentido, ahora soy libre.

  • Historia contada a Kate Graham

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Traducción: Ligia M. Oliver

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