‘La secuelas no te dejan olvidar que tuviste Covid’

Pasaron casi dos meses antes de que pudiera volver a atender mi trabajo. Tenía que concentrarme en mi recuperación. Afortunadamente mi equipo de trabajo no dejó colapsar el funcionamiento de la escuela.

El virus nos contagio a mí, mi pareja y mi papá. Mis ingresos también se vieron afectados, pues éramos tres los contagiados, y aunque se tengan un seguro social se hacen gastos aparte, como el tanque de oxígeno y medicamentos. Y es caro.

Afortunadamente pudimos solventar el gasto al tener un ingreso quincenal, pero es distinto cuando no lo tienes, como un comerciante, que fue el caso de mi papá, que tiene un negocio de textiles. Se internó y tuvo que cerrar su negocio; hasta la fecha no ha podido abrirlo; su recuperación tomó mes y medio desde su hospitalización. Decidió seguir con las cortinas abajo ante la falta de apoyos y el temor a un nuevo contagio.

El Covid no nos afectó demasiado físicamente. Por las noches sudábamos mucho, perdimos el gusto y el olfato, y por ello no teníamos hambre y bajamos de peso considerablemente y muy rápido. Lo que más estoy sufriendo son las secuelas: tengo un dolor en la espalda fuerte, incómodo, cuando hace mucho frío, que me recuerda que no está superado de todo el Covid, porque sigue latente la posibilidad de volverse a enfermar. Y no queda de otra más que acostumbrarse.

Una de las afectaciones que sí es muy marcada en la enfermedad es el aislamiento. En mi núcleo familiar está muy acostumbrado a convivir mucho; y por el contagio nos tuvimos que dividir para no contagiar a los demás. Nos quedamos sólo en casa mi pareja y yo. Mi papá fue al hospital.

El Covid también afecta la salud mental: se siente un vacío, al verte solo, aislado, que no puedes ver a nadie, sí afecta psicológica y emocionalmente. No poder abrazar a un ser querido, ni platicar con tu mamá o tu hijo; y que uno mismo tiene miedo de transmitirles la enfermedad. Y uno no quiere que su familia termine en el hospital.

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