‘Las luces de hadas chafitas de mi jardín también hacen esto’ – Yayoi Kusama: Infinity Mirror Rooms
Foto: Eduardo Ortega / Yayoi Kusama. Cortesía de Ota Fine Arts y Victoria Miro

Armado en totalidad con luces y espejos, la exhibición de un año de Infinity Mirror Rooms de Yayoi Kusama ya tiene reservaciones hasta fines de octubre en el museo Tate Modern, Londres. Los espectadores deben hacer fila y esperar, por 10 libras cada uno, por dos inmersiones de dos minutos en el universo de Kusama. Apenas hay tiempo suficiente para saber en dónde estás o te lo perderás, lo cual parece ser el objetivo de estos desorientadores pasillos de espejos.

El Tate Modern dice que es relativamente generoso sobre cuánto tiempo pueden pasar los espectadores en las instalaciones de la artista: en otros recintos, los visitantes tienen apenas 30 segundos para adaptarse a sus espacios oscuros y relucientes, y… vas pa’ afuera, amiguito, listo o no, cautivado o no. Sin embargo, es momento de una selfie, si eso es lo tuyo. Y me temo que para muchos lo es. Aunque tales instalaciones son perceptualmente complejas y desorientadoras, sus efectos espectaculares son fácilmente asimilables a Instagram. Realmente esto es un poco absurdo. Muchas personas tienen hambre, supongo, de algún tipo de experiencia transformadora, mística o incluso trascendental, y que no requiera ni ayuno ni drogas, y mucho menos meses o años de preparación física y mental. Las visiones internas, como los sueños, no sirven como oportunidades para hacerse selfies. Están todos en tu cabeza.

Al arte de Kusama le impulsan sus experiencias internas que nos informan sobre cosas que solo la mente puede ver. Perseguida por alucinaciones visuales, a lo largo de casi toda su vida, Kusama ha sido presa de perturbaciones visuales prolíficas e insistentes. Ha encontrado formas de acomodar sus fijaciones y percepciones subjetivas de fuerzas invisibles en su trabajo, utilizándolas como fuente, material y energía.

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Al entrar en su Candelabro del Dolor, nunca pierdo del todo mi sentido de los planos, los bordes y los límites, la alfombra negra bajo mis pies, la cámara hexagonal que contiene un candelabro de cristal que gira lentamente, sus luces encendidas y atenuadas, los cristales arrojando pequeños arcoíris de color aquí y allá. Los múltiples reflejos de espejo en apariencia giran alternativamente en el sentido del reloj y a contrarreloj, achatándose a lo largo del plano horizontal al tiempo que se hunden debajo de nosotros y elevándose cada vez más sobre nuestras cabezas. Es como si estuviéramos en un universo de relojería de engranajes giratorios que proliferan sin cesar, una máquina kepleriana de ciclos y epiciclos que no tiene fin, todo lo cual suena mucho más atractivo de lo que realmente lo encontré.

En su habitación más grande, la Infinity Mirrored Room Filled with the Brilliance of Life, las pequeñas luces colgantes brillan y se atenúan a medida que recorren su secuencia programada de cambios de color. Mis luces de hadas chafitas del jardín también hacen eso, incluso cuando no quiero que lo hagan. Además de los espejos y una pasarela, los charcos de agua reflectantes duplican la confusión. La mecánica de los teatros de espejos de Kusama me engancha, pero no de manera particularmente interesante. La puesta en escena de sus luces y espejos me recuerda menos a los nidos de estrellas o las neuronas centelleantes y las redes de sinapsis encendidas, como a los aeropuertos o refinerías por la noche, o a bailar bajo la luz de una disco con una tacha, o estar atrapado en un campo de batalla silencioso de un videojuego con campos de fuerza de ciencia ficción. Nada de lo cual planeo hacer pronto.

Infinity Mirror Rooms de Kusama simplemente no me capta. Parece que soy inmune a ellos. Tal vez los apreciaría más si los visitara con un niño pequeño, y podría compartir el fácil asombro, excepto que me preocuparía que se ahogara en uno de esos charcos poco profundos. Tal vez una expectativa prolongada del momento, la reservación, la espera del día y el minuto exacto, todas esas filas, podrían ayudar a desarrollar un sentido de ocasión.

Las instalaciones de luces de Kusama son el evento principal aquí, y se complementan con una serie de fotografías de retratos de la artista, tomadas a lo largo de su larga carrera, así como imágenes de actuaciones, que son sexys y tontas, serias y ridículas. En un cortometraje recientemente redescubierto por el académico británico John Jones, vemos a una joven Kusama caminando con botas rojas hasta el muslo por su estudio, posando detrás de una escalera de mano adornada con pequeñas esculturas y zapatos de tacón, y yaciendo desnuda de cintura para abajo en un nido de esculturas fálicas blancas, guantes blancos rellenos de ceiba y otras formas flexibles.

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A pesar de que su trabajo se remonta al surrealismo, la película, filmada a mediados de la década de 1960, tiene una inocencia conmovedora y una sensación extrañamente lasciva que algunos podrían tomar como un encanto de época. No puedo decir cuánto tiempo puedes demorarte para ver todo esto, ni la escultura reciente en forma de caja cuyas mirillas ofrecen vistas coloridas de pequeños puntos globulares, antes de que pasen los siguientes espectadores.

 Yayoi Kusama: Infinity Mirror Rooms se encuentra en la Tate Modern, Londres, del 18 de mayo al 12 de junio de 2022.

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