‘La libertad no nos la han dado, la hemos buscado’: México celebra la primera marcha LGBT+ de la pandemia
Pese a la pandemia, la manifestación logró congregar a 30,000 asistentes, en un evento que fue festivo, pacífico y reivindicativo.
Pese a la pandemia, la manifestación logró congregar a 30,000 asistentes, en un evento que fue festivo, pacífico y reivindicativo.
No hubo carros, ni muxes, ni desfile, ni aglomeraciones a lado y lado del Paseo de la Reforma, pero sí hubo marcha y, sobre todo, orgullo. El sábado 26 de junio, la Ciudad de México se vistió de arcoíris para recibir la 43ª Marcha LGBT+, la primera después del inicio de la pandemia.
Eso último, lo marcó todo. Desde los atuendos multicolores —que este año incluían el cubrebocas con la bandera del colectivo— hasta la misma organización del evento. El grupo Marcha LGBT CDMX planeó para la ocasión un día del orgullo digital, con una programación que podía seguirse por redes sociales durante todo el día. Sin embargo, 30,000 miembros de la comunidad y simpatizantes, según datos de la Secretaría de Gobierno de la ciudad, se congregaron a las 11 de la mañana para recuperar la tradición de desfilar desde el Ángel de la Independencia hasta la Plaza de la Constitución.
Marcha pandémica
“La pandemia ya me tiene harto, pero ni modo, a resistirla y a vivirla”, explicó Laos Salazar, uno de los manifestantes. “Como comunidad hemos pasado por momentos más duros y también podremos salir de esta”.
Este joven de 30 años decidió acudir a la marcha porque, a pesar de festiva y colorida, la marcha es ante todo una lucha política. Él llevó un cubrebocas negro de tela y fue vestido con un arnés de piel negro atado a la altura del pecho, sujetando un cartel denunciando el desabasto de antirretrovirales.
Lo que une a los participantes de la marcha es el objetivo de la igualdad, el respeto, la libertad de poder ser uno mismo. Pero en el desfile, cada quien aterrizó esa meta en una lucha concreta.
La Asociación Nacional de Deporte LGBT+ (Anade) marchó contra la discriminación en el sector deportivo. “Estamos pidiéndole a la jefa de Gobierno que se haga un programa de apoyo para los deportistas de la comunidad, porque representamos a México en los Gay Games de Hong Kong de 2022”, explicó Iván Lara, presidente de la asociación.
El suyo fue uno de los primeros contingentes en inaugurar el paseo hasta el Zócalo capitalino. Había de otros colectivos o partidos, como el del PRD. Pero quienes hicieron la marcha este año fueron las personas individualmente. No hubo carros alegóricos, el grupo que pudo se llevó una bocina y animó el desfile con bailes que parecía que les salían del alma.
Un joven, que destacaba por su boa color rosa mexicano, definía con su cuerpo el ritmo de la canción de Shania Twain Man! I feel like a Woman, a la vez que cantaba, mirando al horizonte, la parte final del estribillo, cuando dice: “Quiero ser libre para sentirme como me siento. ¡Hombre! me siento como una mujer”.
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Pero sin duda, quienes pusieron el glamour, el show y el performance fueron las mujeres trans. A medida que el contingente avanzó, a cada rato había un grupo de personas gritando, echando porras y pidiendo fotos a alguna de ellas que posaba, bailaba o jugueteaba con algunos asistentes.
Michelle Medina, una mujer trans que fue disfrazada de policía, al final tuvo que decirles: “Mis amores, me tengo que ir”. “Año con año pasa esto y me encanta”, aseguró, entre pose y pose. Cada año se confecciona un disfraz diferente porque sabe coser, es diseñadora de imagen. Este, eligió el de policía, “tal vez para representar la justicia”.
Ocasión para recordar
A las cuatro de la tarde aún había personas en el Palacio de Bellas Artes marchando hacia el Zócalo. El desfile se demoró, en parte porque las decenas de miles de personas respetaron la sana distancia. La mayoría llevó cubrebocas, que se quitaban cuando tomaban, comían o querían tomarse una foto.
El evento fue alegre, festivo y pacífico. La marcha dio poco trabajo a los 700 elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana que resguardaron a quienes acudieron.
El día fue también una oportunidad para recordar. Personas que han participaron en todas las marchas LGBT+ de la ciudad celebraron que hoy, en 2021, la policía ya no les increpa cuando dos personas del mismo sexo se dan la mano en público.
“Gracias a ellos, que se toman el tiempo de marchar, es que hoy te puedes casar, es que hoy puedes adoptar y es que hoy puedes tener un poco más de visibilidad”, explicó Christian Lázaro, un cancunense de 29 años, mientras se relajaba en un Starbucks del Paseo de la Reforma. “La libertad no nos la han dado, nos la hemos buscado”, añadió, vestido con una camisa de seda con rayas de colores y un pañuelo atado en la cabeza, estilo pirata.
Lázaro es un millennial, pero ha vivido situaciones por su condición de homosexual que parecen de otras generaciones. Cuando salió del clóset, a los 17 años, se sometió voluntariamente a una terapia de conversión que organizaba la Iglesia católica, en Cancún, su pueblo natal. “Quería que mi mamá me quisiera, quería que viera que yo no quería ser así”, recuerda.
Adrián Romo (izquierda) y Christian Lázaro (derecha) durante la 43ª Marcha LGBT+ de la Ciudad de México. Foto: Anna Portella / La-Lista.
Fueron cinco días de internamiento con otros ocho compañeros, gays y lesbianas. Los mantenían en ayunas de 5 de la mañana a 7 de la tarde. Los obligaban a exponer delante de todo el grupo sus deseos, sus relaciones más íntimas, sus pensamientos cuando se masturbaban. “Vengo sin dignidad”, le dijo a su mamá cuando regresó. Fue ahí cuando su madre se alejó de la Iglesia, que tanto daño le había hecho, y entendió que Christian no tenía que cambiar nada para ser digno de su amor, ni el de nadie.
“Y tu salida, ¿cómo fue?”, le preguntó a su amigo, Adrián Romo. Son de la misma edad y del mismo pueblo. Se refieren así a ese destino del Caribe porque, para las minorías, eso fue determinante a la hora de aceptar quiénes eran. “Mi papá me dijo: ‘Si vas a ser gay, sé el mejor gay’”, recordó antes de que ambos se rieran. “Estaban más preocupados por cómo me trataría la sociedad”, añadió.
Ese sábado, la Plaza de la Constitución podría haberse llamado la plaza de las banderas. Del Ayuntamiento colgaban seis banderas gigantes, de la comunidad gay y transgénero. En la plaza, el mar de manifestantes ondeaban sus arcoiris al viento. Y al centro, en lo alto, la bandera de México.
Las masas se dispersaron a lo largo del Zócalo de forma que era posible mantener la distancia en todo momento. Los colectivos hicieron sus parlamentos a la llegada y terminaron con el grito de “Sí, se pudo”.