Balenciaga y Dior se unen en el Museo del Instituto Tecnológico de la Moda
Las obras de Cristóbal Balenciaga y Christian Dior se exhiben en un museo neoyorquino. Foto: AFP / Timothy A. Clary

Diálogo de maestros. Dos estilos que a veces se solapan, dos miradas sobre la creación de una prenda que quiere dejar atrás la devastación de la guerra. El Museo del Instituto Tecnológico de la Moda (MFIT) pone a dialogar a Dior y Balenciaga, cuya impronta se mantiene en muchos diseñadores actuales.

La exposición Dior y Balenciaga: Los Reyes de la Costura y sus Legados repasa el trabajo de los dos diseñadores más importantes de la segunda mitad del siglo XX y su influencia en la moda.

Aunque Christian Dior y Cristóbal Balenciaga tenían 42 años cuando lanzaron sus respectivas colecciones y contribuyeron a la recuperación económica y cultural de Francia, probablemente apenas interactuaron entre sí. 

Pero “hablaban el mismo idioma, vivieron en el mismo momento y tenían prácticamente la misma clientela, por lo que tenían que asegurarse de que creaban ropa que atraería” a esta específica franja demográfica adinerada en Francia y sobre todo en Estados Unidos, dice Patricia Mears, curadora de la exposición que permanecerá abierta hasta el 6 de noviembre en el MFIT.

Eran tiempos en que la gente estaba hambrienta de belleza, lujo y necesitaba olvidar el trauma de la guerra, dice Mears, también directora adjunta del Museo de este prestigioso centro de formación sobre el diseño y la moda neoyorquino.

Y contribuyeron, en particular Dior, a apuntalar la economía francesa: a principios de la década de 1950, la industria de la moda representaba más del 5% del Producto Interno Bruto de Francia. Solo la casa Dior respondía por el 55% de las exportaciones del sector.

A lo largo de la sesentena de piezas de la exposición, el museo neoyorquino explora y reevalúa el trabajo de estos dos monstruos sagrados de la aguja y se adentra en la forma y la excelencia en la elaboración de cada pieza.

“Mi objetivo no es solo mostrar el trabajo de estos dos diseñadores, sino yuxtaponerlos y hacer preguntas: ¿cuáles son las diferencias y las similitudes?”, dice la experta.

A simple vista, es difícil distinguir quién es el creador de un vestido o de un traje, expuestos unos junto a otros para resaltar las similitudes y aprender a ver las diferencias.

Por ejemplo los dos vestidos de fiesta que abren la exposición: tienen el mismo color beige, textura similar de seda y un corpiño ajustado que acaba en una falda con volumen. 

Dior lo consigue con una especie de corsé y logra el volumen con varias capas de tela por debajo. Balenciaga, el maestro de todos nosotros, como lo definió Dior, juega con el fruncido para dar la forma deseada. El primero pesa casi cinco kilos, el del diseñador de origen vasco, 1 kilo.

El trabajo de Dior se centró en la sensualidad femenina y el acabado. No en vano trabajaba muy de cerca con artesanos excepcionales que convertían sus diseños en obras de arte, dice el museo. Asimismo, modernizó las formas encorsetadas de la Belle Epoque, un periodo glorioso del que tuvo nostalgia toda su vida.

Balenciaga, nacido en un humilde pueblo de pescadores del País Vasco, fue considerado por periodistas de moda y otros colegas diseñadores como el mayor modisto del mundo.

“Cuando empiezas a entrenar la vista, empiezas a encontrar sutiles pistas como más estructura con Dior o más fluidez a veces en el trabajo de Balenciaga”, dice la curadora.

Para ilustrar el impacto de los dos maestros, cerca de un tercio de la exposición incluye diseños de otros diseñadores y de los sucesivos directores de diseño de las casas que fundaron. 

La estética de Dior la prolongaron y expandieron Yves Saint Laurent, Marc Bohan, John Galliano y más recientemente Maria Grazia Chiuri. 

Hubert de Givenchy no trabajó para Balenciaga, pero tanto él como dos de sus directores creativos, Nicolas Ghesquière y Demna Gvesalia, se encuentran entre los que más absorbieron y renovaron las pioneras ideas de Balenciaga.

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