Celebrando la vida y la muerte: el origen y significado de las ofrendas del Día de Muertos Celebrando la vida y la muerte: el origen y significado de las ofrendas del Día de Muertos
Celebrando la vida y la muerte: La riqueza de la tradición de Día de Muertos en México. Foto-Arte: La-Lista

En el mundo, pocas festividades reflejan la profunda conexión entre la vida y la muerte como lo hace el Día de Muertos en México. Esta conmemoración, que une a las familias y a las comunidades, es una de las expresiones culturales más representativas y valoradas del país.

Lejos de tratarse de un evento sombrío, en México la muerte se celebra con color y alegría, creando un puente simbólico con los seres queridos que han partido. Sin embargo, la festividad encierra una gran complejidad histórica y simbólica que trasciende la simple decoración de los altares y la organización de desfiles, y es aquí donde el sincretismo entre las tradiciones prehispánicas y la influencia católica europea toman protagonismo.

Aunque el Día de Muertos se percibe como una tradición típicamente mexicana, sus raíces son un producto del mestizaje cultural. Desde la llegada de los españoles y la influencia de su calendario litúrgico, la celebración ha evolucionado hasta consolidarse en lo que conocemos hoy. No obstante, sus elementos más característicos, como las ofrendas y los altares, poseen un significado y simbolismo específicos que muchas veces pasan desapercibidos en la celebración urbana actual. Como explica una historiadora entrevistada para este reportaje, las ofrendas no sólo son el resultado de una tradición milenaria, sino un reflejo de la economía, el esfuerzo y la devoción de cada familia mexicana.

Además, esta tradición no es un fenómeno homogéneo: varía en cada región del país. Mientras en algunas comunidades rurales el Día de Muertos se celebra de manera solemne y con rituales íntimos, en las grandes ciudades la festividad adopta un carácter más festivo y comercial. Sin embargo, en todas sus manifestaciones, la ofrenda sigue siendo el centro de la celebración, un símbolo de la generosidad y del reconocimiento a quienes nos antecedieron.

La-Lista se explora el significado cultural y la evolución de esta celebración de la mano de la Dra. Irma Hernández Bolaños, quien desde hace más de 20 años ha dedicado su carrera académica a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y actualmente es profesora de asignatura en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán.

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Día de Muertos se percibe como una tradición típicamente mexicana, sus raíces son un producto del mestizaje cultural. Foto: Francisco Castillo

Es difícil determinar un origen específico para las ofrendas de Día de Muertos. No podemos atribuirlas completamente a una civilización como los mayas o los tarascos, ya que la tradición actual es un sincretismo que mezcla elementos prehispánicos y europeos. Por ejemplo, en Europa desde el siglo XI, el 1 de noviembre se instauró como el Día de los Fieles Difuntos, una fecha para recordar a los muertos. En la religión católica, a diferencia de la prehispánica, porque en realidad la religión católica no se piensa como se piensa la prehispánica donde hay vida y muerte, pero también hay antes de Cristo y después de Cristo. Hay una muerte y también toda esta parte de los Santos y el santoral. Entonces, es como difícil saber el origen específico de las ofrendas.

Lo que sí podemos decir es que la ofrenda es la parte central del Día de Muertos. Es el elemento simbólico, más importante, más representativo, donde la gente le otorga a los difuntos la ganancia de todo el año, que a veces no se piensa de esa manera, la ganancia de todo lo que obtuvieron durante el año y lo brindan a los difuntos y se vuelve una especie de ritual. Sin importar si hay dinero o no, para esa festividad y para esos difuntos hay platillos especiales y se crea toda una arquitectura simbólica que tiene que ver con el altar, con la comida y con la música.

Ha evolucionado muchísimo. En tiempos prehispánicos, se escribía sobre rituales dedicados a los muertos, y los cronistas como Durán mencionan un mes dedicado exclusivamente a los niños fallecidos, llamados “muertitos”, y otro mes para los adultos. En la época novohispana, con la llegada de los españoles, este sincretismo entre calendarios y rituales europeos y prehispánicos estableció nuevas prácticas. Además, coincide con la época de cosecha, por lo que se trata de una ofrenda que agradece también la fertilidad de la tierra. Actualmente, en comunidades rurales, estas tradiciones han mantenido ciertos aspectos originales, aunque en la ciudad se ha adaptado mucho hacia una visión mercadológica.

La celebración de Todos los Santos, fue introducida en el siglo XI, inicialmente estaba destinada a los niños fallecidos, mientras que el 2 de noviembre se asignaba a los adultos. En la actualidad, algunas comunidades en México también celebran otros días, como el 28 de octubre para los que murieron en accidentes o el 30 para los niños no bautizados. Sin embargo, en las ciudades, el Día de Todos los Santos suele incluir a todo tipo de seres queridos, y cada vez más, hasta mascotas y otras ofrendas personales, creando una conmemoración rica y diversa. Por lo tanto, la cultura se va a ir reconfigurando simbólicamente. No es algo que esté quieto, sino que se mueve constantemente, evoluciona. Entonces, por ejemplo, en el siglo XVIII, en la Nueva España, va a ser bien interesante porque ya estaban los conventos, ya estaba todo muy bien establecido, y se reparten dulces. Para la clase alta estos dulces se conocen como alfeñiques, que son los dulces costosos que hacían las monjas en los conventos, sobre todo en los de Puebla. La gente más humilde hacía unos dulces con azúcar quemada, con moldes de barro y estos panes tradicionales que adornaban con azúcar rosa, con figura de niños, con huesitos, y es lo que ponían en el hogar.

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En tiempos prehispánicos, se escribía sobre rituales dedicados a los muertos, y los cronistas como Durán mencionan un mes dedicado exclusivamente a los niños fallecidos, llamados “muertitos”. Foto: Francisco Castillo

Existe una mezcla de elementos prehispánicos, españoles y hasta árabes (como el alfeñique). Esto se observa claramente en los altares donde conviven deidades indígenas con santos católicos. A través de los años, se han incorporado aspectos contemporáneos y hasta influencias estadounidenses, como el Halloween, las calabazas, etc. Lo que convierte al Día de Muertos en una celebración fronteriza que se adapta y evoluciona según los contextos de cada región. Convirtiendo esta festividad, no solamente prehispánica, ni española, sino que ya es una festividad mestiza, por esta mezcla de diferentes creencias y culturas.

Dentro de la cultura mexicana, especialmente en el siglo XX, se desarrolló una visión de mexicanidad posrevolucionaria, que influyó también en el simbolismo de la muerte. A partir de los años 20, esta perspectiva comenzó a cambiar, y la muerte tomó un carácter festivo, derivado en parte de la Revolución Mexicana, un conflicto que afectó profundamente la percepción de la vida y la muerte. Así, la muerte se vuelve algo festivo pero también doliente para el mexicano. Aunque en un velorio no se suelen ver expresiones de risa desbordada, como puede suceder en otras festividades, la visión de la muerte en la cultura mexicana tiende a involucrar una celebración de la vida que continúa.

Este simbolismo también fue proyectado a través de medios como el cine de oro mexicano, donde el mexicano alegre y parrandero fue una representación recurrente: “La vida no vale nada”, “El muerto al pozo y el vivo al gozo”. Esta visión integra tanto la vida como la muerte, lo cual es una característica única y esencial de la mexicanidad. Además, cada región tiene sus propias maneras de celebrar, y un ejemplo muy conocido es el de los altares de varios niveles en las ofrendas, que muestran esta profunda relación entre la vida, la muerte, y las creencias regionales.

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A partir de los años 20, esta perspectiva comenzó a cambiar, y la muerte tomó un carácter festivo, derivado en parte de la Revolución Mexicana, un conflicto que afectó profundamente la percepción de la vida y la muerte. Foto: Francisco Castillo

En realidad, la idea de asignar un significado específico a cada nivel de un altar de muertos es algo muy contemporáneo. Actualmente, se le ha dado una interpretación cosmogónica, en donde cada piso corresponde a un elemento o etapa, pero esta visión está más extendida en la ciudad. En la provincia mexicana, las personas suelen utilizar una mesa para montar su altar, sin dividirlo en niveles. Esta tradición, en parte, tiene raíces en prácticas españolas: en España, durante la conmemoración de los fieles difuntos, las personas llevaban comida a la iglesia, donde el sacerdote bendecía los alimentos y después la gente los llevaba a casa, colocándolos frente a la imagen de su santo patrono en una mesa, como ofrenda simbólica.

Antes de la llegada de los españoles, también existía la tradición de enterrar a los difuntos con ofrendas, como alimentos y animales, aunque no se sabe con certeza que existiera una estructura de niveles. La asignación actual de siete niveles en los altares, donde cada uno tiene un significado específico, es algo que podemos encontrar en internet y en medios urbanos, pero en las comunidades rurales prevalece la tradición de montar una mesa con imágenes de santos y antepasados, decorada con un arco de flores de cempasúchil, carrizo u otros elementos disponibles.

Cada uno de estos elementos tiene un significado ritual profundo. Por ejemplo, la sal simboliza un vínculo sagrado y un acto de compartir. Al poner un vaso de agua con sal, se cree que los fieles difuntos beben el agua a lo largo de los días, y la sal les ayuda a transitar de un mundo a otro. El agua, al igual que la sal, representa la conexión con el más allá. El incienso, que se utiliza tanto en rituales católicos como en prácticas prehispánicas, se ha sustituido en muchas ofrendas por copal, que se considera más tradicional y está vinculado a lo místico. El aroma del copal se ha convertido en un símbolo del Día de Muertos.

Las flores también desempeñan un papel crucial, ya que simbolizan el camino que conduce de un mundo a otro. Su uso en el altar refleja la alegría con que los mexicanos conmemoran a los difuntos, eligiendo colores vibrantes en lugar de llanto. Además, el ritual culinario es fundamental; se preparan platillos que los difuntos disfrutaban en vida, como mole, pan de muerto, y sus bebidas favoritas. En algunas regiones, como en Campeche, existe la tradición de preparar un platillo especial llamado “pibi pollo”, un tamal gigante que reúne a la familia, tanto a los que han fallecido como a los que están presentes. Este platillo tiene un significado ritual, ya que el proceso de cocinarlo implica escarbar la tierra, simbolizando el cuerpo humano que se entierra y se desentierra para ser compartido. Aunque esto puede parecer extraño, es parte de una rica tradición que refleja la diversidad de rituales en México.

En realidad, el papel picado no tiene un significado representativo en la cosmovisión prehispánica del Día de Muertos. En esa época, no existía el papel tal como lo conocemos hoy, ni en los colores que se utilizan actualmente. Los españoles tampoco empleaban adornos similares, aunque podrían haber usado textiles tejidas en lugar de papel.

El uso del papel picado es una tradición bastante contemporánea y reciente. Hoy en día, hay muchos tutoriales sobre cómo hacer papel picado con diferentes figuras, como gatos o perros, pero originalmente, el enfoque estaba más en representar a los difuntos en general. La evolución de esta práctica refleja la plasticidad de las conmemoraciones, adaptándose a las nuevas tendencias y expresiones artísticas en la celebración del Día de Muertos.

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En realidad, el papel picado no tiene un significado representativo en la cosmovisión prehispánica del Día de Muertos. Foto: Francisco Castillo

Creo que lo que permite que la tradición se mantenga es precisamente esta conexión simbólica y familiar que existe entre los vivos y los muertos. Aunque muchas personas conocen la celebración a través de películas como Coco , que populariza la festividad, la realidad va más allá de esa representación. Esta conexión no solo se trata de recordar a los difuntos, sino de entender quiénes somos y de dónde venimos.

La tradición del Día de Muertos refleja un profundo vínculo cultural y espiritual que une a las familias con sus antepasados, permitiendo que los recuerdos y las historias vivan a través de las generaciones. Aunque la influencia de la cultura popular ha sido significativa, la esencia de esta celebración radica en el reconocimiento de la vida y la muerte como partes interconectadas de la existencia, fortaleciendo los lazos entre los vivos y los muertos.

En realidad, la inclusión de fotografías en los altares es un elemento muy contemporáneo. La fotografía, que comenzó a popularizarse a finales del siglo XIX, era inicialmente un lujo y costosa; no todos podían permitirse tener una imagen. Durante mucho tiempo, la posesión de una fotografía era un signo de estatus, y no era común que la gente tuviera múltiples retratos para exhibir. En la época novohispana, lo más habitual era colocar imágenes de santos en los altares.

La tradición de incluir fotografías de los seres queridos en las ofrendas ha evolucionado con el tiempo. Antes, las personas de la clase alta podían encargar retratos pintados, pero no existía la práctica de colocar fotografías en el altar como la entendemos hoy. En el pasado, la fotografía era más como una carta de presentación; las personas la llevaban y la compartían, pero no tenía el mismo significado que tiene ahora en el contexto del Día de Muertos.

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La fotografía, que comenzó a popularizarse a finales del siglo XIX, era inicialmente un lujo y costosa; no todos podían permitirse tener una imagen. Foto: Francisco Castillo

El Día de Muertos se ha convertido en una de las conmemoraciones seculares más importantes en México, más allá de otras festividades como la Independencia o la Revolución. Esta celebración hermana a la nación, ya que todos participan en ella, ya sea motivados por el marketing o por una conexión genuina con sus antepasados. Lo más significativo es que reúne a las familias para crear el altar, buscar fotografías y preparar ofrendas, convirtiéndose en un tiempo de reunión y recuerdo.

Sin embargo, la tradición enfrenta ciertos riesgos. Aunque el Día de Muertos tiene raíces en el catolicismo, la diversidad religiosa en México ha crecido, y no todos se identifican como católicos. Esto es especialmente evidente en comunidades rurales donde han proliferado iglesias protestantes, a menudo como resultado de la migración hacia Estados Unidos. Así, lo que alguna vez fue una práctica muy arraigada en las comunidades indígenas y campesinas está en riesgo de perderse.

Además, la influencia de Halloween y otras tradiciones de Estados Unidos ha comenzado a aparecer en el contexto mexicano. Aunque estas celebraciones pueden coexistir, se debe considerar cómo se entrelazan en la cultura popular. El Día de Muertos se ha popularizado enormemente gracias a su representación en películas como “Coco” y, más recientemente, en la franquicia de James Bond. La película de Bond, por ejemplo, introdujo el concepto del desfile de catrinas gigantes, algo que no se realizaba antes de su lanzamiento, pero que se ha convertido en una tradición reciente.

La mercadotecnia ha transformado el evento y lo ha impulsado a nivel mundial. De hecho, en Japón, muchas personas vienen con la expectativa de experimentar lo que vieron en “Coco”, sin tener una idea clara de cómo se celebra realmente el Día de Muertos en México. Así que, aunque la globalización ha traído una mayor visibilidad a esta celebración, también ha modificado sus formas y significados, lo que plantea un desafío para la preservación de las tradiciones originales.

Las instituciones académicas han desempeñado un papel crucial en la preservación y difusión del Día de Muertos al involucrar a los estudiantes en actividades que celebran esta tradición. Por ejemplo, en la UAM, los alumnos de Antropología participan en la preparación de bailes y comidas típicas de diferentes estados, mostrando cómo se conmemora el Día de Muertos en diversas regiones. Además, crean ofrendas que no solo honran a los difuntos, sino que también reflejan problemas sociales contemporáneos, como el feminicidio y la violencia relacionada con el narcotráfico. Este enfoque permite a los jóvenes universitarios conectar prácticas tradicionales con realidades actuales, lo que enriquece su comprensión de la festividad

En el ámbito académico, la enseñanza del Día de Muertos no está tan desarrollada como podría esperarse. Al prepararme para esta entrevista, me di cuenta de que había aspectos históricos que mis alumnos desconocían, como el hecho de que en el siglo XIX el Ayuntamiento organizó la festividad y la comercializó, invitando a la gente a participar en actividades como bailes y marionetas, con las ganancias destinadas al Ayuntamiento. Muchos estudiantes no conocen la importancia de los dulces típicos y otros elementos culturales de estas fechas.

Por lo tanto, creo que es fundamental incorporar más historia sobre el Día de Muertos en el currículo académico. Si bien la mercadotecnia y el internet han hecho que ciertos aspectos sean ampliamente conocidos, la rica historia detrás de la celebración se está perdiendo. Este enfoque histórico es esencial para construir una identidad que no solo sea prehispánica o española, sino que sea genuinamente mexicana y mestiza, lo que resalta la diversidad cultural y la evolución de nuestras tradiciones.

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Las instituciones académicas han desempeñado un papel crucial en la preservación y difusión del Día de Muertos al involucrar a los estudiantes en actividades que celebran esta tradición. . Foto: Francisco Castillo

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