En un video grabado sobre Roger Federer cuando tenía 36 años y 19 grand slams en su trayectoria, el gran tenista observa fotos de una época anterior, cuando era recogepelotas en el Abierto de Suiza en Basilea. Apenas se le puede reconocer porque es muy joven. En otra parte del video hace guardia para el ganador Michael Stich, quien les entrega las medallas.

“Me encantaba ser recogepelotas”, dice en el video. “Tuve la oportunidad de ver de cerca a los mejores jugadores”. El Federer adulto sonríe ante los “ojos brillantes” del Federer niño, a quien le brillan también los ojos. “Como si fuera ayer”.

Esta semana vi la repetición del cuarto y quinto set de la final del Abierto de Australia 2017 entre Federer y Rafael Nadal. Lo hice con cierto sentimiento de melancolía, porque Federer pone fin a su carrera el viernes. Se han cantado muchos himnos a su revés de una mano, a su elegancia, a su control corporal, a su forma creativa de jugar y a su rapidez. “La belleza no es el objetivo del deporte de competencia, pero el deporte de alto nivel es un lugar privilegiado para la expresión de la belleza humana”, escribe David Foster Wallace sobre Federer.

Roger Federer es un icono del deporte. Para el tenis supuso un efecto que marcó un estilo, como Michael Jordan en el basquetbol o Wayne Gretzky en el hockey sobre hielo. Pero existe otra razón especial por la que es admirado y querido por todo el mundo: él es un elegido, y sin embargo el chico de Basilea es uno de ellos.

Eso está relacionado con su carrera. Ha surgido de forma natural. Federer ha aprovechado sus oportunidades. De niño y adolescente, estuvo en manos de las instituciones. Fue la Swiss Tennis Federation (Federación Suiza de Tenis) la que lo patrocinó y lo educó en un internado. Así maduró hasta convertirse en una estrella mundial dentro de la sociedad. Y le retribuyó con sus triunfos.

Esa es la razón de su gran reconocimiento. El éxito no se le resiste a Federer. Porque todos supieron de inmediato con quién estaba en la cancha cuando jugó contra Federer. Todos reconocieron de inmediato su talento superdotado.

El sueño de Federer de convertirse en profesional del tenis nació cuando era un recogepelotas. Me identifico con eso. Cuando jugaba en mi club local, el FT Gern, a los 10 u 11 años, también fui recogepelotas del FC Bayern. Acercarme a los mejores fue una inspiración para mí.

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Federer, aquí al ser presentado al público en la ceremonia de apertura de la Laver Cup, es un icono del deporte y el elegido que ha madurado hasta convertirse en una estrella mundial dentro de la sociedad. Foto: Tom Jenkins/The Guardian.

Roger Federer también dice en el video que se quedó con la medalla de Stich y que todavía consigue medallas para los recogepelotas cuando los lleva a comer pizza después del torneo en Basilea. “En mi corazón”, comenta, “siempre seguiré siendo un recogepelotas”.

La trayectoria de Federer supone un fuerte contraste con el presente. En tiempos de profesionalización, los jóvenes deportistas suelen ser tratados como inversiones, sobre todo en deportes en los que hay mucho que ganar, como el tenis. A una edad temprana son enviados a academias y campamentos, que son fábricas de talentos. Las biografías de los deportistas se crean con mayor frecuencia fuera de la federación, fuera de la sociedad. Se privatizan.

La industria del deporte considera que el talento es un recurso y una inversión de capital. En cuanto identifica el talento, se convierte en un proyecto. Lo sacas de las estructuras y haces lo que te corresponde. El objetivo del deportista ya no es retribuir a la comunidad, sino optimizar el beneficio y construir un negocio.

Como cada vez hay más personas que imitan esto, muchos terminan quedándose en el camino. El talento es un don excepcional. Esta es la forma en que el deporte se aleja de la sociedad. Si deja de formar parte de ella, pierde su encanto y credibilidad.

El viernes, el mundo se podrá maravillar con el genio de Federer por última vez. Es momento de ponerse nostálgico. Me vienen a la mente muchos momentos de Roger Federer. Suelo pensar en la primavera de 2017, cuando experimentó un resurgimiento después de muchas lesiones. Ganó en Indian Wells y en Miami.

En Australia venció a Nadal en el quinto set a pesar de ir perdiendo.

Fue la época en la que terminé mi carrera. Me alegró que Roger Federer continuara y vi todos sus partidos en aquel entonces, fue un pasatiempo maravilloso. Volvió a demostrar su destreza a todo el mundo. Así es como recordaré a Roger Federer.

La columna de Philipp Lahm fue realizada en colaboración con Oliver Fritsch en Zeit Online, la revista digital alemana, y es publicada en varios países europeos.

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