Buscar a los desaparecidos, una tarea que incluye a la niñez

Buscar a los desaparecidos, una tarea que incluye a la niñez

Por Alexis Ortiz

Los sábados, y a veces los domingos, Randy cambia sus útiles escolares y sus juguetes por una vara y una pala: son sus instrumentos para recorrer terrenos dominados por grupos del narcotráfico en Irapuato, Guanajuato, con el objetivo de encontrar fosas clandestinas en las que personas víctimas de desaparición podrían estar enterradas.

Randy tiene 13 años y empezó a buscar fosas clandestinas desde que tenía 10 porque uno de sus tíos, Hugo Diego Téllez Valdivia, desapareció el 13 de enero de 2018. Al ver a su mamá llorando por la ausencia de su hermano, el pequeño superó sus temores y salió al campo junto con otras familias que buscan a sus seres queridos.

“Desde el principio me daba miedo, pero ahorita ya casi no, y pues también lo hago para ayudar a mi mamá”, comenta Randy en entrevista con La-Lista.

En las jornadas de búsqueda de fosas, él está encargado de picar la tierra. Si la vara se hunde y la punta despide un olor extraño, puede que haya algo. Luego, toma su pala y empieza a cavar hasta cerciorarse de que no haya ningún resto humano.

Randy ha tenido búsquedas positivas en las colonias de Loma de Flores, Santa Fe y Malvas. La primera vez que le tocó el hallazgo de una fosa clandestina no quiso verla, abrazó a su mamá, Liliana Téllez, y ella le cubrió el rostro. Al final no pudo evitar ver los restos humanos y su mirada quedó perdida, mientras las integrantes del colectivo Hasta Encontrarte le preguntaban si estaba bien.

Buscar a los desaparecidos, una tarea que incluye a la niñez - ninosrastreadores-1280x916
En los colectivos participan niños, niñas y adolescentes, como Randy, que buscan a sus familiares desaparecidos en México. Foto: Especial

Ahora Randy ya tiene tres años de experiencia en la búsqueda de fosas clandestinas y dice que no quiere dejar de hacerlo. “Me gustaría seguir participando para ayudar a la gente que ya está grande”, dice el pequeño.

Liliana, la mamá de Randy, presume la valentía de su hijo, aunque también admite que le ha dolido que a su edad esté buscando fosas clandestinas.

“A veces me da tristeza también llevármelo por todo lo que encontramos. Me da tristeza, siento que le estoy robando su niñez”, comenta Liliana. “Ojalá que esto de las desapariciones se acabe y él no tenga que seguir cuando no esté yo”.

Randy es parte de una generación en México en la que hay menores de edad que han crecido con el dolor de tener a uno o más familiares desaparecidos. Ante la falta de datos oficiales sobre este tema, La-Lista aplicó una encuesta aleatoria a 776 familias de víctimas para saber cuántos menores de edad han resultado afectados por la ausencia de un ser querido.

En las 776 familias encuestadas hay 2 mil 327 niños, niñas y adolescentes que, por la desaparición de un familiar, han padecido depresión, ansiedad, miedo a que otro ser querido sea víctima de este delito, enfermedades, problemas económicos y dificultades para seguir estudiando, entre otras problemáticas.

Dentro de cada familia, en promedio, hay tres menores de edad afectados por la desaparición de un ser querido. 

Durante 2022, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) también alertó en un informe sobre esta situación. “Con solo multiplicar la cifra de 100 mil personas desaparecidas, todo indica que hoy se cuentan por cientos de miles las niñas, niños y adolescentes víctimas, tocados por esa oscuridad que es la desaparición de un ser querido”.

A pesar de esto, este sector de la población no se ha dejado vencer. Algunos jóvenes, como Randy, participan en búsquedas de fosas clandestinas. Otros acuden a marchas o plantones frente a edificios gubernamentales. Hay quienes acompañan a sus mamás a las reuniones con las autoridades.

Randy, además de participar en la búsqueda de fosas clandestinas, una vez fue a la Universidad de Guanajuato para hablar sobre la situación de violencia que se vive en el estado. Sin embargo, en esa ocasión tuvo que interrumpir su relato porque no pudo evitar llorar por los recuerdos de su tío.

“Esa vez me preguntaron a mí y empecé a llorar. Ya no pude seguir platicando más”, recuerda. Randy opina que este tipo de pláticas en universidades son importantes “para que (las personas) tengan más empatía”.

Este pequeño, uno de los casi 100 menores de edad que forman parte del colectivo Hasta Encontrarte, hace un llamado para que las autoridades les ayuden a encontrar a su tío.

—Qué mensaje le mandarías a las autoridades, se le pregunta a Randy.

—Pues que nos ayuden, que ya no queremos tanta violencia y desaparecidos. 

La verdad, el primer paso en la lucha contra la desaparición

Ante el problema de la desaparición de personas, especialistas en derechos humanos y violencia contra la niñez coinciden en señalar que los menores de edad cada vez ganan más terreno en las exigencias de justicia.

“Se ha ampliado la posibilidad de pensar que esos espacios públicos también son espacios para niños y niñas, los colectivos y las propias familias han dado un pasito atrás para decirle a niños y niñas: ustedes pueden avanzar un poco más, y me parece muy claro que ellos y ellas están queriendo avanzar hacia esos espacios”, señala en entrevista Tania Ramírez, directora de la Redim. 

En su informe del año pasado titulado Niñez y Desapariciones,  la Redim destacó cómo los menores de edad se sobreponen a la desaparición de un familiar. La organización documentó cómo hay niños y niñas que a su corta edad se vuelven buscadores de fosas clandestinas y que participan en marchas con sus familias.

Hablar con estos menores sobre lo ocurrido con sus seres queridos es fundamental para que ellos participen en esta exigencia de justicia. “El hecho de que antes no viéramos a niños y niñas en las manifestaciones tenía que ver con que las familias, en una amorosa protección, les dejaban de lado”, indica la directora de la Redim.

Algunas de las 776 familias encuestadas explicaron que en ocasiones no le cuentan a sus niños y niñas lo que ocurre con sus seres queridos por considerar que esta es una forma de protegerlos de los efectos de la desaparición. Hay adultos que prefieren decirles que su familiar o familiares desaparecidos se fueron a los Estados Unidos o a estudiar a otro estado de México.

Sin embargo, las especialistas explican que los pequeños y las pequeñas, pese a su edad, tienen la capacidad de entender lo ocurrido.

“Tendemos a invisibilizar, a pensar que lo mejor para ellos y para ellas es no saber, no conocer, no escuchar porque no van a poder lidiar con eso. La verdad es que estos niños, niñas y adolescentes, que tienen familiares desaparecidos, nos han demostrado que estamos equivocados y que en realidad pueden tomar acciones directas”, indica Anahy Rodríguez González, psicóloga y académica de la Escuela de Ciencias Forenses de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Buscar a los desaparecidos, una tarea que incluye a la niñez - ninobuscador1
En México hay una generación en la que hay niños y niñas que han crecido con el dolor de tener a un familiar desaparecido. Foto: Especial

Randy, el niño de 13 años que busca a su tío en el municipio de Irapuato, se dio cuenta de la desaparición de su ser querido porque su mamá lloraba. Cuando empezó a hacer preguntas, ella le explicó lo ocurrido.

El niño insistió en querer participar en la búsqueda de fosas clandestinas. El acompañamiento que ha dado a su mamá también le ha servido para sobrellevar el dolor.

Luis David Soriano, psicólogo clínico que investigó este tema en su tesis de licenciatura para la Universidad Autónoma de Querétaro, resalta la importancia de comenzar a percibir a los niños, niñas y adolescentes como “sujetos de su propia historia”, en el sentido de que se les debe permitir posicionarse de la forma que ellos quieran ante la desaparición de un familiar.

“¿Cómo los hacemos sujetos de su propia historia? Incluyéndoles, platicándoles”, dice Soriano Herrera. “Si no lo hacemos, los niños se enteran por medio de chismes o de lógica porque comienzan a pensar. Eso provoca una culpa doble: me siento mal porque mi familiar está desaparecido y también me siento mal porque mi familia me lo ocultó todo este tiempo”.

Para el experto, es necesario “eliminar completamente” la percepción de que un menor de edad no puede comprender el delito de desaparición. El reto está, dice, en que los adultos sepan cómo transmitir a estos pequeños y pequeñas lo que significa.

“Yo eliminaría esta percepción e incluiría totalmente en la historia a estas niñas y a estos niños. Es complicado entender el fenómeno de la desaparición, pero es complicado entenderlo para todas las personas”, concluye el especialista.

Andrés Eduardo y cómo enfrentar el dolor de la desaparición

Si bien el dolor de una desaparición nunca se supera, éste no es definitivo. Conocer la verdad, practicar deporte y una estrategia de acompañamiento han hecho que Andrés Eduardo, un joven de 17 años con Asperger, enfrente la ausencia de su papá, Ricardo Delgado Valerio.

Luego de la desaparición de su papá, registrada el 3 de agosto de 2015 en el Puerto de Veracruz, Andrés tuvo una fuerte depresión y fue víctima de discriminación en su escuela.

Su mamá, Rocío Guadalupe Reyes, cuenta que la directora de la secundaria donde él estudió reunió firmas de padres y madres de familia para que lo dieran de baja, con el argumento de que representaba un riesgo para la comunidad estudiantil porque el crimen organizado podría tratar de llevárselo como habría ocurrido con su papá.

“Andrés llegó a hablar de morirse, él se quería morir, decía que así podía ir con su papá”, relata Rocío, quien añade que un año después del delito empezó a hablar con su hijo de lo sucedido.

“Sus terapeutas así lo determinan, ven bien explicarle, porque Andrés preguntaba por qué ya no íbamos con su papá”, relata Rocío. 

A partir de ahí, ella y las dos abuelitas de Andrés, del lado paterno y materno, crearon estrategias para manejar la frustración y el dolor que el joven sentía por la ausencia de su ser querido. Cinco años después, el adolescente empezó a superar la depresión en la que se había sumido, en parte por las terapias conductuales a las que asiste cada martes y porque comenzó a practicar deporte con otros jóvenes.

Buscar a los desaparecidos, una tarea que incluye a la niñez - OSR0588-1280x845
Andrés Eduardo tiene el apoyo de su madre y abuela, y ha logrado destacar en el deporte. Foto: Frida Betanzos/ La-Lista

Andrés lleva más de tres años practicando lanzamiento de bala y jabalina. Ha ganado unas cuatro medallas en competencias nacionales e internacionales. El joven ha participado en diferentes competencias en Veracruz, Ciudad de México, Baja California, Jalisco y Colombia. Su récord personal son lanzamientos de 6 metros a 8.95 metros.

Los lunes, miércoles y viernes asiste a la Escuela de Educación Física de la Universidad Veracruzana para entrenar.

Uno de sus objetivos, comenta Andrés Eduardo, es formar parte de la Secretaría de Marina (Semar). A su mamá le ha dicho que le gustaría integrarse a esta institución para ayudar a frenar la violencia que se vive en el Puerto de Veracruz.

Rocío, quien actualmente trabaja para la Policía Municipal de Veracruz, tiene facilidades para salir de su trabajo temprano si Andrés tiene alguna complicación. Mientras, sus abuelitas lo cuidan y le ayudan a enfrentar el dolor de la desaparición de su padre.

“Andrés es un muchacho muy listo y ha mejorado mucho”, dice Leticia del Carmen Valerio, su abuelita paterna, orgullosa de cómo su nieto ha enfrentado el dolor por la desaparición.

Lee esta historia en cómic