Ubicado a unos cuantos kilómetros de Colima, Comala es un hermoso pueblo blanco. Foto: José Arrieta
Cuando subí al taxi en el centro de Colima, el conductor sonrió. “Viene por lo del libro”, me dijo, señalando Pedro Páramo, texto que creí conveniente llevar a esa travesía de hace algunos años para recorrer esas tierras.
Como muchos otros, pensé que la Comala a la que se refería Juan Rulfo era la misma que se encontraba a pocos kilómetros del centro de Colima, justo después de Villa de Álvarez y camino del Océano Pacífico. Pero no es así.
La mítica Comala a la que Juan Preciado llega buscando a su padre, un tal Pedro Páramo, en realidad no existe. Y si existe, es un pueblo basado en San Gabriel, donde la familia de Juan Rulfo vivió y el mismo autor creció, y al que con poco cariño se refería como comala de chismes.
La otra Comala es el pueblo blanco de América, que vive bajo un sueño de palmas y árboles frutales… y una estatua de Juan Rulfo, que le cuenta a un niño sus historias maravillosas y es lo único que el visitante encontrará del autor.
La iglesia cuenta una historia distinta. Uno de sus párrocos fue el tío de Juan Rulfo, y su campana rota, que posa en el atrio, ya no quiso moverse de allí. Dicen los que saben que se hizo tan pesada que decidieron dejarla allí, después de haber sido herida por un rayo.
Una de las cosas que se debe hacer en Comala es comer. Su pan es inmejorable, y el café de la región, único: quizá se deba a la influencia de los volcanes circundantes, pero su sabor es potente y ligero.
La sal de Cuyutlán es un complemento increíble para la cocina. “Siempre se debe desayunar con café y algo de sal, son el hombre y la mujer: el café es masculino por su carácter, pero la sal es femenina porque es lo que le da sabor a la vida”, dice una de las cocineras de un restaurante local.
A Comala no conviene ir con prisa: se tiene que demorar el tiempo necesario para sentir el aire, a veces caliente, que viene del monte; se tienen que dar varias vueltas al quiosco, se tiene que pensar que, si bien no inspiró a Juan Rulfo, sí que puede inspirar nuevas historias de escritores que aún no existen, que quizá seas tú.
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