Rellenadoras de agua: una opción de bajo costo, pero que encara riesgos
Foto: Pixabay

Por los bajos costos que ofrecen, entre 15 y 20 pesos por un envase de 20 litros, las rellenadoras –mal llamadas purificadoras de agua– se han convertido en una opción asequible para muchas familias, pero la falta de supervisión en el cumplimiento de normas operativas abre riesgos para la salud en el corto, mediano y largo plazo.

La falta de confianza de los ciudadanos en la calidad del agua detonó el establecimiento de rellenadoras de agua en el país, que ocupa el primer lugar a nivel mundial en consumo de agua embotellada —274 litros per capita, de acuerdo con datos de Statista—. Sin embargo, la operación de estos centros no garantiza que los mexicanos tengan acceso a agua de calidad.

Actualmente, en el país hay cerca de 17 mil rellenadoras, de acuerdo con el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas del Inegi. Un estudio realizado en 2019 por investigadores de la Universidad de Guadalajara en establecimientos de la Zona Metropolitana de esa ciudad determinó que tres de cada 10 establecimientos incumplieron con las especificaciones de la Norma Oficial Mexicana (NOM-201-SSA1-2015), la cual establece los criterios mínimos que debe cumplir el agua y hielo para consumo humano.

Las rellenadoras también incumplieron con la aplicación de la NOM-210-SSA1-2014, la cual establece que el agua apta para consumo humano es solo aquella que está libre de gérmenes patógenos y sustancias tóxicas.

Las inspecciones realizadas en rellenadoras de Guadalajara, por ejemplo, permitieron detectar además la presencia de microorganismos coliformes totales, un tipo de bacterias que es común encontrar en el medio ambiente, como el suelo y las plantas, y que no tienen un mayor impacto en la salud de las personas. No ocurre lo mismo con la materia fecal, que también fue hallada a partir de los estudios realizados.

Una de las bacterias más comunes en estos hallazgos fue la bacteria E.coli (Escherichia coli), que en la mayoría de los casos es inofensiva, pues vive en los intestinos de animales y personas sanas. No obstante hay algunas variantes como la O157:H7 que, además de causar diarrea y dolores abdominales, puede provocar riesgos de enfermedad renal en menores de edad y adultos mayores, de acuerdo con un reporte de la Mayo Clinic.

El hallazgo de este tipo de bacterias también ha sido documentado en rellenadoras de la Ciudad de México. En 2015, un grupo de científicos del Instituto Politécnico Nacional realizó un estudio en 111 de las poco más de 2 mil rellenadoras establecidas en la Ciudad de México. Los análisis mostraron que 69 muestras contenían coliformes totales y 23 más dieron positivo a coliformes fecales, entre ellas la E.coli, que también fue hallada en rellenadoras de Jalisco.

En contraste, en un muestreo realizado en distintas casas de la Ciudad de México, los investigadores encontraron que el agua de la llave, además de cumplir con las normas oficiales, fue de una calidad superior al agua de las rellenadoras que habían analizado.

Para la doctora María del Refugio Torres Vitela, académica del Departamento de Farmacobiología de la Universidad de Guadalajara, la presencia de agentes patógenos se debe en parte a la falta de supervisión de las condiciones en que operan las rellenadoras.

“Nuestra experiencia (en las inspecciones) fue que había falta de higiene, eso era obvio porque el lavado, el ‘pseudolavado’ que le dan a los envases es muy rápido, sin evaluación alguna, con un procedimiento eficiente, ni con una evaluación de las condiciones tecnológicas. Tampoco sabíamos si el agua que estaban utilizando para rellenar estaba cumpliendo también con la norma”, explica Torres, quien junto con un grupo de científicos ha participado en la realización de estudios sobre la presencia de agentes patógenos en rellenadoras.

Falta de estándares técnicos

Aunque el agua es una sustancia incolora, insípida y sin olor, en el estudio aplicado en las rellenadoras de Jalisco se detectó que los tubos utilizados para el llenado de los envases, además de microorganismos coliformes, tenían una “consistencia babosa, olor fétido y halo de color amarillo en la superficie”.

Esta situación, de acuerdo con Torres, se debe a la falta de estándares en la instalación de equipos y a que muchos de ellos son colocados de manera “artesanal” sin atender especificaciones técnicas, como contar con filtros de carbón activado, lámparas de luz ultravioleta y componentes de acero inoxidable 304, material que se puede utilizar para la producción de bienes para el consumo humano, además de ser resistente a la corrosión.

En algunos casos, este tipo de locales opera dentro de las propias viviendas, lo que también impacta en el nivel de inocuidad del líquido que ofrecen a sus clientes. “En algunas rellenadoras nosotros detectamos que ni siquiera le daban tratamiento al agua, sino que tal y como venía de la red municipal se llenaban. Los envases ni los lavaban, únicamente los recogían y el agua ni siquiera la trataban. Era la misma agua que recibían ellos en su casa”, explica la especialista.

Tifoidea, salmonelosis o infecciones por E.coli son algunos de los riesgos asociados a la presencia de microorganismos en el agua que consumen las familias, pero también hay otras consecuencias que tienen que ver con la presencia de compuestos minerales, advierte Torres.

Uno de ellos es el fluoruro. Desde 2005, en diversos estudios se ha documentado la presencia de este componente en el agua procedente de rellenadoras. La concentración detectada en 12 de 16 plantas ubicadas en el Estado de México en ese año fue mayor a la establecida en la Norma Oficial Mexicana, que es de 1.5 miligramos por litro.

Un estudio realizado por la Universidad de Guanajuato en 2016 sobre la exposición al fluoruro en menores de tres años de edad detectó que el 70% de las muestras de agua provenientes de rellenadoras tuvo concentraciones mayores a las establecidas en la norma. Esta situación expone a los menores de edad al riesgo de contraer fluorosis dental, una enfermedad que provoca manchas de color marrón en los dientes y, en condiciones graves, picaduras. La exposición por un tiempo prolongado también tiene efectos en el sistema nervioso central, según el reporte.

Un negocio de bajo costo

Los costos de instalación de una rellenadora oscilan entre los 35 mil y los 59 mil pesos y varían según la empresa. A estos se suman dos certificaciones de condiciones sanitarias que expide la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y que tiene un costo aproximado de 10 mil pesos.

Se trata de un negocio que deja ganancias para sus propietarios, pero también que facilita a las familias reducir los gastos de consumo de bienes primarios, es decir, aquellos destinados a cubrir necesidades básicas de alimentación, afirma Héctor Iván del Toro Ríos, académico de Economía de la Universidad de Guadalajara.

“Son ahorros significativos porque si recordamos que las personas de bajos recursos tienen como ingresos los mínimos salariales, ante este tipo de circunstancias, los ahorros representan como 4 mil 151 pesos. Al mes –expone– son unos 120 pesos, una cantidad que le puede suplir la compra de un kilogramo de carne de res o algún otro bien”.

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