Cambio climático: 1°C bastó para desatar tormentas, huracanes, sequías…
Las olas de calor pueden aumentar las enfermedades. Foto: EFE/ Miguel Sierra.

Solo 1°C es la diferencia entre la temperatura promedio del cuerpo humano y, por ejemplo, la fiebre que se registra por los contagios de Covid-19. Ese mismo grado Celsius es lo que prácticamente ha aumentado en los últimos dos siglos la temperatura promedio de la Tierra.

Desde la segunda mitad del siglo XIX, con la segunda revolución industrial y el auge de las máquinas de combustión interna, el planeta aumentó su temperatura en promedio 1°C, de acuerdo con el reporte del sexto ciclo de evaluación presentado el lunes por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés). Algo así como si la Tierra estuviera enferma y tuviera fiebre.

Y aunque pareciera insignificante una variación de esa magnitud en una masa tan grande, sus consecuencias son devastadoras. En 2020, dos huracanes y tres tormentas tropicales azotaron el Golfo de México y la Península de Yucatán, afectando cosechas, zonas habitacionales y la línea costera.

“Un año después, todavía hay áreas inundadas”, reprocha Ruth Cerezo-Mota, investigadora del Instituto de Ingeniería de la UNAM y residente de Yucatán.

Ella fue una de las autoras del informe presentado por las Naciones Unidas en que se advierte que hay que tomar medidas urgentemente para revertir el impacto del calentamiento global, el cual se conocía y del que se advirtió desde hace tres décadas. Solo que ahora, la información lo evidencia con claridad, mientras que el mensaje concreto es: ya no hay tiempo para pensar, es la hora de actuar.

La previsión es que la temperatura promedio de la Tierra podría acumular un alza acumulada de 2°C de cara a fin de este siglo, pero ahora se hace un llamado para reducir ese avance a por lo menos 1.5°, es decir, 0.5° más que el aumento alcanzado a este momento.

Sin embargo, el aumento actual de la temperatura ha derivado en cambios drásticos. Con solo 1°C de diferencia.

“Este promedio de 1°C en el que tenemos años muy cálidos y años muy fríos ha generado efectos en la dinámica climática. Mientras más calor haya, por puro principio físico, hay más evaporación; si hay más evaporación, la atmósfera puede contener cierta cantidad de vapor de agua, pero tiene un límite, no puedes evaporar todo el océano y que viva en la atmósfera”, comenta Cerezo-Mota, en entrevista para La-Lista.

“Cuando llega a ese límite y hay las condiciones, habrá lluvias, la energía para que empiece la lluvia. Y esto se traduce probablemente en lluvias más extremas. Hay lluvias que no hubieran sucedido o un cambio en la estacionalidad, porque antes, para que hubiera esa cantidad de vapor que eventualmente se iba a convertir en lluvia, necesitábamos que llegara el verano y se empezara a calentar la superficie terrestre, empezara a evaporar y lloviera. Y ahora, esta superficie está tan caliente todo el tiempo que las lluvias pueden suceder fuera de estación”, explica la doctora en Física Atmosférica, Oceánica y Planetaria de la Universidad de Oxford.

Un reflejo de esto ese puede observar en la lluvia en México. El promedio nacional de lluvias en el país se incrementó en 0.91% en comparación con el año 2000, con un aumento en 21 de las 32 entidades, y en 16 de ellas en el norte, centro y sureste, por arriba del promedio nacional.

El problema es que se estima que este 1.5°C más se alcancen entre la próxima década y mediados de siglo, aun con un ritmo menor de emisiones, con efectos aún mayores en la dinámica del clima.

Más efectos extremos

Este es solo el primer paso de los impactos en que se refleja el aumento global promedio de la temperatura. No solo son más lluvias, sino que también se registran cambios en la velocidad del viento; en contraste, también hay sequías más severas, lo que además favorece la incidencia de incendios forestales, como ocurre actualmente en Grecia, Siberia, Canadá.

El 2020 fue el segundo año más cálido del que se tiene registro, solo después de 2016. Ambos componen el lustro más calientes que se ha registrado, y junto al anterior forma parte de la década más cálida de la que se tiene conocimiento en la era posindustrial, entre 2011 y 2020.

Esos son algunos de los cambios a los que se refiere Cerezo-Mota, que se han manifestado en fenómenos naturales más extremos. En 2020 la temporada de huracanes en el Atlántico quedó como la más activa de la historia; mientras que Estados Unidos y Canadá registraron récords de temperatura este verano, lo que causó incendios forestales e incluso muertes súbitas por golpes de calor en la región.

A ello se suma el hecho de que este impacto no es homogéneo y cada región se ve afectada de distinta forma. Así mientras Tabasco, Campeche y Yucatán sufrieron inundaciones en octubre, el centro y norte del país registraron el menor nivel de agua en las presas en su historia para el principio de este año, con regiones marcadas incluso con sequía .

Cada grado de aumento de la temperatura importa y es radicalmente distinto si la temperatura promedio del planeta se queda en 1.5 que si llega a 2°C, que si llega a 3°C. Los impactos son exponenciales, no es solamente un poquito más. Por eso, se debe estabilizar la temperatura, el Acuerdo de París marca muy por debajo de 2° y dejar la estabilización en 1.5°C”, acota Luis Fernández Carril, coordinador de Sostenibilidad y Cambio Climático en el Tec de Monterrey.

La pandemia fue una pausa invisible

Si bien durante el confinamiento hubo una baja en la actividad industrial y de la movilidad de las personas, las emisiones de CO2, el principal gas de efecto invernadero (GEI), también se redujeron en el mundo, pero el hecho de ser solo algunos meses no se tradujo en un giro significativo en la presencia de gases en la atmósfera.

Según el reporte anual sobre la brecha de emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), “a pesar de que la crisis del Covid-19 ralentizó temporalmente la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera en 2020, el mundo todavía está en camino a un aumento catastrófico de temperatura superior a los 3 grados centígrados sobre los niveles preindustriales para este siglo”.

“Sin importar los instrumentos que hayan puestos los países, las emisiones suben sin freno. Las únicas dos cosas que han logrado frenar las emisiones a nivel global son la crisis de financiera de 2008-2009 y ahora la pandemia, y son efectos colaterales de una recesión económica“, secunda Fernández, quien es integrante del Grupo II del IPCC.

Por ello, a pesar de que se tomen medidas inmediatas para contener las emisiones de GEI en el planeta, los efectos demorarán incluso una generación, alerta Cerezo-Mota.

El CO2 tiene tiempo de permanencia, si tú apagas todo lo que emite CO2, en todo el planeta nos vamos a tardar muchos años en ver este bajón, no sucede de la noche a la mañana porque tiene un tiempo de residencia. Debe ser como de 20 años porque esa es la previsión si logramos mantener la previsión de 1.5°. En el escenario más utópico, si logramos bajar las emisiones rápidas sostenidas y demás, de todos modos llegamos para el 2030 al 1.5°C pero para el 2050, empieza a bajar la temperatura gradualmente y para 2050 ya alcanzamos digamos el nivel de 1°. Unos 20 años tendrían que pasar para ver un cambio”, explica.

El diagnóstico y la relación de los efectos medidos hasta ahora con las acciones son resultados que se presentarán en los siguientes reportes, del Grupo II y Grupo III, que se presentarán en el primer tercio de 2022.

En tanto, Cerezo-Mota es optimista, y reconoce que hay alternativas, que aún hay tiempo para modificar los patrones de consumo, las actividades productivas y la alimentación. Pero tampoco puede dejar de alertar la urgencia para hacer cambios.

“Si hacemos esto de reducir las concentraciones CO2, de metano y otros gases de efecto invernadero de manera de inmediata, rápida y sostenible en términos de mucho tiempo, sí. Que sea fácil hacerlo, no lo sé. Que sea de interés hacerlo, tampoco lo sé”, lanza.

“Hay cosas que ya son irreversibles. Lo que ya se perdió de biodiversidad, de dónde lo vas a sacar. Hay cambios ecosistémicos irreversibles. Lo que sí podemos hacer es que sigan avanzando, que sigamos perdiendo más y detener algunos efectos. Los huracanes van a seguir existiendo, olas de calor existían sin nosotros, pero que no siga la tendencia a volverse más intensos”, sentencia.

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