“La muerte es la consecuencia de la aventura llamada vida”, dice Martín Cansino Velázquez, un hombre de 64 años que luego de mucho esfuerzo logró abrir su propio negocio de servicios funerarios. Él, como muchas personas, realizan empleos no tan comunes, que en ocasiones son invisibilizados e, incluso, olvidados.

En La-Lista platicamos con personas que trabajan en este entorno. ¿Qué tan difícil es y qué tan reconocida es su labor? Aquí te contamos la historia en imágenes:

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Foto: Alexa Herrera / La-Lista

Enrique David Rossano Medina trabaja en el Panteón Vecinal San Lorenzo Tezonco, en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México. Es el secretario del campo santo, pero también hace labores de sepulturero: cava en la tierra donde se introduce el féretro y realiza el entierro.


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Rossano Medina es originario del pueblo San Lorenzo Tezonco y llegó a este oficio a partir de la muerte de su padre, quien trabajaba en el mismo panteón como vigilante. Hace años hizo una jardinera en la cripta de su papá, y eso le garantizó el empleo.


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“No se me hace pesado el trabajo”, comenta Rossano Medina. De hecho, agrega, le gusta hacerlo, pero tuvo que acostumbrarse. Sobre todo a las exhumaciones, a las que poco a poco les ha perdido el miedo.


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Rossano Medina considera que su trabajo no es valorado pese a los riesgos que representa, como la posibilidad de caer al orificio o hasta contraer alguna enfermedad, temor que se incrementó con la pandemia. Pero hay personas que no quieren pagar por sus servicios.


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Los hermanos Ana Virginia y Eduardo Quinto Flores laboran en el negocio familiar: la venta de flores para diferentes ocasiones, incluidos funerales y sepelios. Su local está ubicado a un costado de la avenida Periférico Oriente.


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Para Eduardo Quinto Flores, de 24 años, lo más difícil es el tiempo que se invierte, desde traer las flores de la Central de Abasto hasta diseñar el arreglo, que bien puede hacerse en cinco minutos o en dos horas. También le resulta complicado tratar con clientes afectados por la pérdida de un ser querido.


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“Muchas personas piensan que no es un esfuerzo trabajar de esto, que es algo fácil”, dice Ana Virginia, quien además de ayudar en el local de flores que iniciaron sus padres, también estudia el bachillerato.


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Una de las flores características de los arreglos fúnebres que realiza la familia Quinto Flores es el crisantemo, considerada un puente entre la vida y la muerte, el cielo y la tierra.


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Martín Cansino Velázquez, originario de Puebla, lleva 43 años trabajando en su negocio Funerales Iztapalapa, que ofrece una amplia gama de servicios. Cuando tenía 19 años laboraba en una agencia llamada Unidad Coronaria Móvil, pero se vio obligado a tomar un segundo empleo en una funeraria, donde hacía traslados foráneos.


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Foto: Alexa Herrera / La-Lista

El hombre, de 64 años, cree que un trabajo no es difícil cuando se tiene experiencia y se saben hacer las cosas. Pero hay algo que no le gusta hacer: los servicios funerarios de niños porque le mueven “fibras internas”, pues considera que la muerte de menores es injusta y casi siempre resulta de un descuido.


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“Somos un tanto invisibles para ellos, hasta que lo necesitan”, dice Cansino Velázquez sobre la actitud de la gente. También cree que hay muchos prejuicios sobre este empleo. Hay personas que prefieren cruzar la calle ante que caminar frente a la funeraria.


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Cansino Velázquez no tiene miedo a morir. Está seguro que su propósito en la vida era sacar a sus cuatro hijos adelante y ya lo cumplió. Pero es consciente que, cuando llegue ese momento, el negocio que tanto le ha costado desaparecerá, pues a ninguno de ellos le interesa esta labor.