Los países más ricos están acaparando las vacunas, algo moralmente indefendible
El director general del servicio de salud de Ghana, Patrick Kuma-Aboagye, recibe su vacuna Covid en Accra, el 2 de marzo de 2021. Fotografía: Francis Kokoroko / Reuters

El año pasado, los países europeos y de América del Norte  ignoraron las advertencias de que se aproximaba una epidemia altamente contagiosa, arrastraron los pies para establecer protocolos, retrasaron el uso obligatorio de las mascarillas, y sólo repartieron folletos miserables a los millones de personas que trataban de sobrevivir en el confinamiento.  Aunque el virus se originó en China, no en el oeste, los países occidentales pensaban que el virus no los iba a tocar de la misma forma. Europa y EU tenían la fantasía de que eran los capitanes de un sistema político y burocrático más sofisticado que no sólo podría resistir una pandemia global sino también permanecer inmune ante la amenaza. Este año, los mismos países dieron marcha atrás y abandonaron su puesto en el escenario internacional acaparando vacunas y practicando lo menos posible la diplomacia de vacunación. Los países más ricos de occidente se lavaron las manos de cualquier responsabilidad para contener la pandemia que ellos ayudaron a magnificar y esparcir.

Los países ricos que sólo tienen el 14% de la población mundial ya tienen asegurado el 53% de las vacunas. Casi todas las vacunas Pfizer/BioNTech están destinadas a los países ricos. La vacuna Moderna es exclusivamente para los países ricos. Ni siquiera se le ofrece a los pobres. De hecho, nueve de cada diez personas en los países pobres nunca van a recibir la vacuna. Washington está sentado en las vacunas, asegurándose de que nadie las consiga mientras ellos las necesiten. La Unión Europea exportó 34 millones de dosis a Singapur, Arabia Saudita y Hong Kong que son los países que no tienen problemas para conseguir o pagar por las vacunas. De hecho, la UE mandó 9 millones de dosis a Reino Unido, un país que ya no se encuentra en la UE, y que aunque las autoridades lo nieguen, también tiene prohibida la exportación de sus vacunas.

Es poco probable que los directivos de Moderna se preocupen por los pobres que no están vacunados. La compañía pronostica ventas de 18 mil millones de dólares en 2021, lo que generará ganancias a Moderna que no ha tenido desde que se fundó hace 11 años. A Pfizer tampoco le ha ido tan mal. Están esperando ventas por 15 mil millones de dólares.

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Sudáfrica, el país más golpeado del continente, está comprando la vacuna Oxford/AstraZeneca a un precio 2.5 veces mayor que el precio que se da a los países europeos. La división francesa de AstraZeneca dijo a la prensa en noviembre de 2020 que el precio por dosis estaba en  2.5 euros, pero de alguna manera, los países europeos están comprando dosis a un precio menor y los países africanos pagan mucho más. Canadá compró más dosis por cabeza que nadie, lo suficiente para vacunar cinco veces a cada canadiense. Pero el continente africano, que tiene 1.3 mil millones de habitantes, apenas cuenta con 300 millones de dosis. Hasta la última semana de enero, en todos los países del sur del Sahara, sólo se habían administrado 25 vacunas. Veinticinco. El director general de la OMS advirtió que el mundo estaba a punto de caer en el “fracaso moral catastrófico”. Pero occidente lo hizo desde hace tiempo.

Israel, que comenzó administrando más de 150 mil dosis diarias desde finales del año pasado, va a la cabeza de las campañas de vacunación, pero a propósito no está vacunando a los palestinos en los territorios que ocupa. Cuando le preguntaron al respecto, el ministro de salud de Israel sólo dijo que Israel no tiene ninguna obligación legal de vacunar a los palestinos. ¿Cuáles eran entonces las obligaciones de los palestinos, preguntó, de cuidar los delfines en el Mediterráneo? Este comentario es demasiado tonto, demasiado cruel como para contestarlo. Sí, sí tienes obligaciones con la gente cuyos territorios ocupas. Sí, tienes obligaciones con “el mar”. Israel quiere regalar su exceso de vacunas Moderna a países que cambiaron sus embajadas a Jerusalén, o que lo prometieron hacerlo, como Hungría, la República Checa y Honduras. Para algunos, el virus es maná. Dejen que los palestinos mueran.

Mientras los países occidentales hacen sus negociaciones, acumulando dosis para ellos, China y Rusia se aplicaron con las vacunación diplomática. China ofreció dosis gratuitas de sus vacunas a 13 países. Entre ambos países han enviado 800 millones de dosis a 41 países. Nadie piensa que hacen esto por caridad pero queda claro que se trata de una señal de un cambio en el orden mundial.

Ochocientos millones en comparación con los 34 millones de la UE. EU y Reino Unido no han dado nada. Este nacionalismo miserable está haciendo un daño irreparable al oeste, y traicionando sus declaraciones de magnanimidad, de liderazgo global inclusivo y de preocupación por la salud mundial.

El Covid-19 nos trajo nuevos modelos; Vietnam, Nueva Zelandia, Islandia, Ruanda: países más pequeños, países que luchan, países más pobres. Esos países protegieron a sus habitantes, establecieron protocolos, salvaron vidas. Hasta julio de 2020, según The New York Times, Vietnam, un país de 97 millones de personas, era el país más grande del mundo sin ningún deceso por coronavirus confirmado. Para noviembre de 2020, tenía registrados apenas poco más de 1,000 casos. Por otra parte, tras un año de pandemia, medio millón de estadounidenses han muerto por Covid-19, más del total de estadounidenses que murieron en las grandes guerras y en la de Vietnam juntas.  Sin embargo, aunque su país sufrió y batalló, esta potencia se dio tiempo de bombardear Siria. Joe Biden no es el heraldo de un nuevo comienzo en la política de EU. Es una continuación del poder destructivo e implacable estadounidense. Trump, Biden, Obama son guardianes de un poder que no tiene fondos para salud, ni capital para cheques de estímulo, pero es rico en bombas y armamento, desbordado en dinero para la guerra.

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Un tercio del personal militar de EU se ha negado a recibir la vacuna Covid, dudan, sospechan. Resulta irónico que la misma organización que no tuvo dudas sobre armamento inventado de destrucción masiva se enfrente al escepticismo de la vacuna. La misma organización que no se inmutó ante las brutalidades especializadas de Abu Ghraib y Guantánamo se encuentra ahora paralizada por los dilemas éticos del movimiento antivacunas. Los soldados del ejército militar más grande y sofisticado del mundo decidieron no hacer nada mientras cientos de millones de personas del mundo no occidental no tienen siquiera el lujo de cuestionar una vacuna que puede salvarles la vida, y ni siquiera se las ofrecen.

Fueron los hipercapitalistas los que esparcieron la plaga, se enriquecieron con la vacuna, y ahora van a curarse, cómodamente, primero consiguiendo las mejores vacunas que ni siquiera quieren. Los pobres que lucharon para comer y sobrevivir, confinamiento tras confinamiento, esperarán formados y morirán. El Covid-19 va a destruir muchas cosas ojalá que también el andamio roto de nuestra imaginación moral.

Fatima Bhutto es una autora pakistaní de ficción y no ficción. Su novela The Runaways se publicó el año pasado en Verso Books.

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