El cierre de la frontera México-EU es un ‘capricho’, acusan empresarios de San Diego
Muro en la frontera de Tijuana con San Diego. Foto: Joebeth Terriquez / EFE

Hilda Vallejo cumplió su sueño a los 75 años de edad y le duró apenas cinco meses. Abrió su restaurante de tacos en noviembre de 2019. Se llama Tacos la Frontera y su nombre indica su ubicación en el mapa, porque es de los primeros restaurantes que uno encuentra cruzando la frontera con Tijuana, en el distrito de San Ysidro de la ciudad de San Diego.

Ahora eso solo pueden hacerlo los trabajadores considerados esenciales que viven en México y trabajan en California, porque el gobierno de Estados Unidos decidió mantener la frontera terrestre cerrada a los viajes no esenciales hasta el 21 de agosto, por ahora.

A raíz de la llegada de Joe Biden al frente del gobierno estadounidense en enero, se hace una revisión mensual del cierre de la frontera. Desde entonces, se ha extendido cada mes y muy probablemente, se repitetirá dentro tres semanas.

Estoy agonizando”, resume la mexicana-estadounidense, nacida en Mazatlán, Sinaloa, y emigrada a San Diego en 1969. Toda la vida había querido tener su propio negocio pero al tener dos hijos y ser madre soltera, dedicó su vida a empleos que le permitieran compaginar el trabajo profesional y el doméstico.

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Siempre me ha gustado la cocina, ¡y me estaba yendo muy bien! Tenía unas ventas muy buenas y todos los clientes me decían que con mis tacos parece que estamos en México”, cuenta, en entrevista telefónica para La-Lista. Un 80% de su clientela era mexicana; sus proveedores de aguacate y cebolla, también. La pandemia la ha dejado a casi la mitad de la facturación que tenía. Hace una semana, un vagabundo le rompió el cristal de la puerta de la entrada y aún no ha podido repararla. “Vale mucho”, dice.

En el distrito de San Ysidro, Hilda es de las aproximadamente 450 empresas, de las 650 que había, que aún sobreviven. Pero, como en el caso de la taquera, muchos micronegocios lo hacen gracias a sus ahorros. 

Interrupción de la vida fronteriza

Este es el panorama tras un año y cinco meses desde que se interrumpió la vida binacional en el puerto fronterizo más transitado del hemisferio occidental. “Nos ha afectado críticamente”, resume el director ejecutivo de la Cámara de Comercio de San Ysidro, Jason Wells. Según los datos de la organización, el distrito ha perdido el 74% de sus ventas, que se concentraban en el San Ysidro Boulevard, que tenía un 95% de clientes mexicanos, y los outlets, con un 65% de clientela del otro lado de la frontera. Antes de la pandemia facturaban unos 895 millones de dólares; en 2020, 250, apenas una cuarta parte.

Estas cifras llevaron a que cinco alcaldes fronterizos, incluido el de San Diego, Todd Gloria, y la supervisora del condado de San Diego, Nora Vargas, enviaran una carta al Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés) pidiendo claridad, es decir, que les den criterios para saber cuándo se reabrirá la frontera.

“No sabemos qué porcentaje de vacunación o de infecciones o qué otra métrica usarán para levantar las restricciones”, explica a La-Lista Gloria, aunque no espera respuesta por parte del secretario Alejandro Mayorkas.

El 16 de junio, Mayorkas viajó a México. En su encuentro con el canciller, Marcelo Ebrard, así como otras autoridades mexicanas, hablaron de la reapertura de la frontera terrestre, sin que se hiciera pública ninguna conclusión al respecto.

El DHS justificó mantener las restricciones con la necesidad de contener la dispersión del virus, incluyendo la variante Delta, más contagiosa. Pero en San Diego, el argumento no convence. Para empezar, porque la mayoría de la población fronteriza en esa zona ya está vacunada

El 25 de junio, la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, anunció que Baja California había inmunizado a toda la población mayor de 18 años en esa entidad, aunque la cobertura solo se quedó en 79%, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud. Con ello, se convirtió en el primer estado del país en completar la vacunación dentro de la estrategia del Gobierno de México para inmunizar en la frontera y así, facilitar la apertura de los puertos de entrada. En California, un 61.1% de la población ya recibió almenos una dosis, según datos de Los Angeles Times.

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Además, el alcalde Gloria no ve mayor riesgo sanitario. “Si el miedo es que con gente viajando de un lado a otro de la frontera hubiera aumentado la tasa de infección, asumo que habríamos cerrado puertos de entrada marítimos, aeropuertos, etc.”, explica, en relación al hecho de que se puede seguir viajando a Estados Unidos. 

“Los outlets, como son cadenas, saben que las tienda de San Ysidro están perdiendo pero las de San Francisco, están ganando, porque la gente de Monterrey (Nuevo León), en vez de venir, vuela a Los Ángeles o San Francisco”, comenta Wells. “Entonces, no tiene que ver con el covid y aparte, es discriminatorio”, añade.

Wells cree que el cierre de la frontera es un “capricho político” y que está relacionado con la gestión de la crisis migratoria. “La demora en cruzar es de entre tres y cinco horas en las horas pico, porque ponen los recursos a lidiar con los migrantes y no en la operación del puerto“, explica el director ejecutivo de la Cámara de Comercio de San Ysidro. 

Soluciones propuestas

Tanto el alcalde de San Diego como Jason Wells creen que la Administración federal confunde la crisis migratoria con la vida binacional. “La economía de San Diego no se reactivará hasta que la frontera se reabra. Esta es una característica de ser una ciudad fronteriza”, explica Gloria.

Por eso, desde la Cámara de Comercio abogan para que la Asociación de Alcaldes de la Frontera Norte se configure como un grupo de representación en la capital del país. Sienten que desde ahí no se empatiza con qué representa tener una vida dividida en dos: trabajar en un país de día y dormir en otro; ir al dentista o al veterinario a México porque es más barato; necesitar la visa turística para ir a visitar a parte de la familia el fin de semana. 

Ya hace una semana que el hijo de Doña Hilda le puso sobre la mesa la necesidad de decidir el futuro de la taquería. “Le dije que si dejo de trabajar, ¡me entierran!”, confiesa. Ahora abre de miércoles a domingo y trabaja de 6 de la mañana a 8 de la noche. A lo largo de la pandemia ha visto cómo negocios de su alrededor iban cerrando. “Hay una tienda de ropa. A veces vienen, abren tres o cuatro horas, y se van, porque está completamente muerto”, explica. “No sé cuándo vaya a ser mi turno”, concluye.

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