A veces es más fácil soterrar que enfrentar, pero los costos emocionales no son los más amables.
Quienes ven en las crisis solamente problemas, se olvidan de que también pueden ser el momento más propicio para plantearse cambios, para darse cuenta de que algo en nuestra vida ha caducado y pide ser soltado, para plantearnos un modelo alternativo al que hasta ese momento nos sirvió, para transformarnos.
Las crisis pueden vivirse como un fracaso, o como una oportunidad para aprender. En el primer caso, nos lleva a momentos de apego, tristeza y derrota prolongando la situación de malestar. En cambio, si sabemos vivir las crisis como oportunidades generaremos una fuerza, un movimiento interno y acciones concretas que nos harán salir reforzados y mejor de la situación.
Pero, ¿cómo podemos aprender y ser flexibles ante estas situaciones?
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Aprender de una crisis supone hacer cambios en nuestra vida, en muchas ocasiones internos, incluso en nuestra forma de vivir.
Las crisis marcan el final de una etapa y el comienzo de otra, siempre que seamos conscientes y estemos dispuestos a aprender lo que la vida quiere decirnos a través de ellas.
Siendo sinceros, toda crisis y cierre supone un malestar, a veces una insatisfacción, incluso un agotamiento físico y mental.
Si no vivimos plena y conscientemente la crisis, no aprenderemos de ella ni escucharemos cuál es el cambio que necesitamos hacer.
Por otro lado el ser humano tiene la capacidad de “sobrevivir y sobrellevar” las crisis, acumulándolas, sin superarlas, por lo que aparecen una y otra vez. Hasta que decidamos escuchar esos gritos con los que se manifiesta.
Las crisis también nos pueden hacer seres más compasivos y empáticos, más honestos con nosotros mismos y con los que nos rodean, o convertirnos en seres poco abiertos emocionalmente por miedo a sufrir y que sólo transmiten frustración a los demás.
Aprender a cerrar los ciclos vitales, tanto individuales como familiares, requiere sobre todo desarrollar la habilidad de estar atento y presente al ahora, en lugar de permanecer en lo que fue de ese pasado.
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Si no hemos cerrado algún ciclo, podemos sentirnos que no podemos avanzar en la vida. Si es así, lo importante es detener toda acción, sentarse en el momento presente y cuestionarnos:
Cerrar un ciclo puede entenderse como dejar de repetir el mismo patrón de conducta que fue característico de ciclos pasados.
El pasado se convierte en un obstáculo cuando no lo entendemos, lo desconocemos o evitamos.
Hoy puede ser un buen día para preguntarnos: ¿Qué puedo dejar ir y cerrar?
El proceso y la observación consciente de las crisis comienza por el sentir lo que sucedió, por la aceptación de la confusión y el caos.
En realidad toda crisis tiene un objetivo: crecer en integración.
Al final todo se puede incluir y trascender.
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