¿Por qué no había oposición?

Tengo todo el sexenio escuchando a personas, de todo México, decir: “el problema es que no hay oposición”. La aseveración era razonable, porque el presidente en turno parecía estar solo en la cumbre del poder: ningún proyecto, iniciativa de ley o política pública parecía tener oposición alguna. Yo tengo cinco explicaciones de por qué parecía no haber oposición, en ningún espacio de poder, y de por qué, a partir del domingo de resurrección, resucitó la oposición. Vamos una por una.

 1) La derrota del 2018 fue tan brutal que tardaron mucho tiempo en asimilar el golpe y entender su vocación hacia el futuro. Los ciudadanos no solo votaron por una opción política para la presidencia de la República, sino que, hartos y frustrados por los partidos gobernantes, decidieron tachar todas las boletas que tenían en sus manos por la opción marrón. Esto generó inesperadas derrotas, mayorías artificiales, sobrerrepresentación en los distintos congresos y redujo al PRI, PAN y PRD a miniaturas inusuales. En ninguno de los tres partidos se hizo un serio ejercicio de reflexión y autocrítica, y solo se reacomodaron las dirigencias con lo poco que quedó de ellos. Se ocuparon de recobrar el control interno, sin ocuparse de crear una nueva propuesta político electoral.

 2) Durante los primeros tres años de gobierno Morena parecía un refugio muy atractivo para aquellos chapulines que solo buscan un cargo, de donde venga. La crisis de estos tres partidos, sumada al éxito electoral de Morena, generó brincos y traiciones que hicieron aún mas raquíticos sus liderazgos locales y nacionales, a favor del partido en el poder. Brincar a Morena parecía ser una gran alternativa para los oportunistas sin convicciones.

3) Las dirigencias partidistas se acomodaron en la mediocridad, el miedo, la pequeñez y la poca responsabilidad que implica ser solo una oposición nominal, que no incomoda al poder. Y, así, en lugar de reconstruirse, modernizarse y aprender las lecciones, se dedicaron a crear esquemas de control interno que les asegurara la permanencia en el gobierno partidista, a costa de hacerse más insignificantes como fuerza política hacia fuera.

4) El gobierno utilizó impunemente a los órganos de vigilancia y control administrativo, y a los órganos de procuración de justicia, para amedrentar a los opositores que querían ser una oposición real. Esto es gravísimo, y no debería quedar impune. Abierta y cínicamente el gobierno ha utilizado a las auditorías superiores, a las secretarías de control interno, a las fiscalías y a las policías para someter, espantar, amedrentar y para mantener ocupados a aquellos líderes opositores que pretendían levantar la voz. Tanto a nivel local como a nivel federal, el abuso del poder fue burdo y descarado, además de muy eficaz. En cierta medida, porque había motivos para guardar silencio, porque pocos pueden presumir que en sus clósets no hay esqueletos.

5) La ciudadanía no encontraba cómo exigir a los opositores lo que esperaba de ellos. El país se convirtió en un campo de batalla binario en el que sólo parecía opción estar a favor o en contra del presidente, en general, y en cualquier tema. Éste logró hacer la trampa discursiva de acusar a todo aquel que los criticara de ser parte de la oposición. Y, así, millones de ciudadanos que no se identificaban con el PRI, el PAN o el PRD en términos generales o absolutos, decidieron que no podían ser parte de la discusión política, porque no tenían representación.

Hoy, los cinco motivos parecen debilitarse día con día. La derrota electoral del 2018 ya parece lejana, y con el 16% de respaldo obtenido en la farsa de la revocación, se puede hacer el argumento que Morena perdió a la mitad de su electorado, en tres años. Morena parece perder espacios que ofrecer a chapulines sin convicciones, no sólo porque ya no puede asegurar triunfos, sino porque los miembros actuales del partido exigen llevar mano en las designaciones. Las dirigencias parecen encontrar ganas y valor para competir, y ganar elecciones, y convertirse en una opción real de gobierno para el electorado. La Fiscalía General de la República está en su peor momento de debilidad en tres años y ya demostró que no podría obtener una sentencia condenatoria ni en contra de un asesino confeso. Lo mismo les pasa a las fiscalías estatales y, así, se pierde la fuerza de la amenaza de ser enviado a la cárcel, como venganza política. Y, finalmente, la ciudadanía ya entendió que la representatividad es más un juego de “el mal menor”, de empujar causas concretas y de presionar a los políticos para que asuman nuestra agenda. 

Así, el domingo 17 de abril resucitó la oposición, dio un golpe de autoridad y regresó a la arena política. Esto no quiere decir que ahí se mantendrán, ni que encontraremos en ellos todas las soluciones a nuestros problemas. Pero si creo que ya encontramos el camino, para ayudarlos a encontrar el suyo.