Opinión

Una playera que se llenó de odio

No minimicemos el episodio de Idrissa Gueye, su decisión llenó de odio una playera y la convirtió en un peligroso estandarte que aún muchas personas están dispuestas a portar.

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La conmemoración llegó acompañada de ironía: mientras se recordaba el origen de la lucha y se explicaba que llevamos apenas 31 años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar a la homosexualidad como una enfermedad mental, mientras se contaban historias y las marcas más “progres” difundían mensajes que apelaban al respeto y a la diversidad, mientras edificios en varias partes del mundo se iluminaban con los colores del arcoiris, mientras todo eso, el mundo deportivo nos daba la postal más precisa, otra, de la razón por la que existe un día como el 17 de mayo.

El Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Transfobia y Bifobia se marcó este año con la negativa de Idrissa Gueye, jugador del París Saint-Germain (PSG), a portar un jersey con los colores de la bandera que identifica a la diversidad sexual. Prefirió quedarse en la banca. No es un hecho aislado, el año pasado hizo lo mismo, pero alegó padecer gastroenteritis y optó por no jugar el partido en el que el club de futbol al que pertenece hace un reconocimiento de la causa LGBT.

Así que el 17 de mayo del 2022, entre tantísimos ejemplos, este en particular tuvo un lugar en los medios globales, porque pocas cosas tan masivas como el futbol, pocos ámbitos tan cerrados a la igualdad en cuestión de género e identidad sexual como el mundo deportivo. Hace unos meses, la polémica fue por la nadadora Lia Thomas, quien no solo participó en una competencia universitaria de alto nivel en Estados Unidos, además se atrevió a ganar, una afrenta para tantos y tantas. Y este es solo otro ejemplo de los debates que hemos tenido y que giran en torno a la fobia, odio e ignorancia que permanece ante las identidades distintas a la heterosexual.

A Gueye lo defendió el presidente de su país, Senegal, quien afirmó que las creencias religiosas de las personas tienen que ser respetadas. Y es que en ese país de África, el 95% de la población profesa el Islam, una religión que considera a la homosexualidad como una desviación. Incluso, las leyes lo consideran un delito que es castigado con penas de uno a cinco años de prisión. Sin embargo, esto es más que un escándalo y materia de críticas contra un jugador de futbol considerado una estrella en su país, su negativa a portar una prenda que reconoce a las identidades sexuales es la semilla de un discurso de odio en su sentido más simple, más a la mano, más peligroso.

Así como el presidente de Senegal defendió las creencias del futbolista, para otros, su postura fue la señal de ataque, el fertilizante para apresurar la cosecha de odio:

“Un joven fue agredido en Senegal por una multitud en plena calle, esto solo horas después de que Idrissa Gana Gueye se negara a lucir el símbolo con los colores de la comunidad LGBT en un partido del PSG. La policía de ese país investiga lo sucedido, el chico fue maltratado por las personas y recibió cientos de insultos homofóbicos”, reportaron medios deportivos.

¿Nos ha quedado claro que entre los insultos y la violencia física hay apenas un par de escalones de distancia? ¿Entendemos ya la relación, el potencial que tiene la desición del futbolista del PSG y el posible asesinato de una persona solo por su identidad sexual?

Lo que sucedió con Idrissa Gueye dibuja por completo la urgencia de seguir anotando el 17 de marzo, en realidad todos los días del calendario, como una posibilidad de entendernos mejor. En el marco de este día, la ONU destacó que en los últimos cuatro años no se han tenido avances significativos en materia de educación inclusiva. Y eso que hasta en países que algunas vez fueron considerados de “avanzada” el germen del odio y la intolerancia ha tenido buena cosecha, ahí está la iniciativa Don’t Say Gay, presentada en Estados Unidos y con la que se impediría que material escolar dedique apartados sobre identidades y educación sexual básica.

No minimicemos el episodio de Idrissa Gueye, su decisión llenó de odio una playera y la convirtió en un peligroso estandarte que aún muchas personas están dispuestas a portar.

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