Opinión

Palabras gastadas

Desgastar las palabras tiene un riesgo en un mundo donde las imágenes pesan siempre más. Pienso en lo que podemos hacer y me queda la certeza de que es entre muchas cosas, seguir hablando y preguntando: entre nosotros, aquí pero también fuera de las redes. En las mesas compartidas y en las calles: hablar, hablar y hablar hasta reapropiarse de esas palabras a las que han querido lavar de sentido.

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Una mujer aparece en un anuncio muy popular en TikTok diciendo que conducir para la aplicación que paga la promoción de dicho video “la empodera”. Me pregunto qué tanto la empodera trabajar para una plataforma que no le provee de seguro social o prestaciones de otro tipo como aguinaldo, por ejemplo. “Empodera”, dice.

Pienso en la manera en que la palabra “diversidad” se pinta de colores cada mes de junio y los productos de higiene dental y las frituras con triple sello en el empaque así como las aseguradoras, las marcas de ropa y los medios implosionan sus políticas y explotan en diversidad. Arcoiris aquí, allá y acullá.

Entro a las redes y un geiser de palabras hace erupción: borbotan los demagogos, los espurios, los conservadores, los adversarios. Se le habla al presidente como si no fuera el hombre a quien se eligió por voto libre y democrático. Del otro lado, él le habla al país como si no fuera a quien se eligió por voto libre y democrático. Pienso en la crisis de representatividad de los partidos y recuerdo cómo es que las mismas personas que arman zafarranchos en las cámaras son las que se llenan la boca con palabras como democracia, soberanía y nación.

El verbo empoderar suena tanto a últimas fechas que parece, junto a otras palabras, ir perdiendo su potencia. Nunca su significado pero sí su potencia. Lo imagino en el anaquel de donde se sirven los discursos, junto a diversidad, violencia política de género, inclusión, democracia y tantas otras que las voces públicas se han encargado de edulcorar. En ese mismo anaquel en el que se encuentra tristemente la palabra justicia.

Pienso en las razones por las que una mujer llega a este tipo de aplicación y luego, pienso en las razones por las que puede llegar a pensar que algo así la empodera. En los últimos meses, usando este tipo de aplicaciones me he topado con historias que apuntan a un mismo lugar: al menos en cinco ocasiones, las conductoras me cuentan que fue luego de la pandemia o durante ésta, que decidieron trabajar de esta manera. Conducir un auto para sobrevivir. ¿Empoderar? No sé. No creo.

“Sin dudas, la vida se convirtió para muchas en un ciclo ininterrumpido de trabajo, sin tiempo para descansar y recuperarse o para dedicarse a actividades más creativas” dice Silvia Federici en el ensayo “Mujeres, dinero y deuda” que forma parte del compilado “Quién le debe a Quién” (CC y Tinta Limón con el apoyo de la Fundación Rosa de Luxemburgo), como una anotación a la manera en la que la deuda abona a la desigualdad que viven mujeres en todo el mundo. Pienso en eso y me pregunto cómo llegamos al punto en el que pensar en empoderamiento se salta todos esos análisis y funciona muy bien para una campaña en TikTok. “Pónganse a trabajar mujeres, ya no vean TikTok”, parece decir el sistema.

Vuelvo al Amado Líder (Harper Collins, 2021) de Diego Fonseca y una frase que me revolvió el estómago hace unos días: “Trump demostró que las campañas electorales funcionan con oneliners y show”. Tren del horror: las encuestas de CNN le dan ventaja a Trump sobre Biden en estados como Michigan y Georgia, para 2024. Tren del horror: se vienen nuestras elecciones y la retahíla de repeticiones ad infinitum de soberanía, pueblo, democracia, pueblo bueno, transoformación y otras, viene acompañada de adhesiones nuevas: hasta las gelatinas han perdido el sentido.

Desgastar las palabras tiene un riesgo en un mundo donde las imágenes pesan siempre más. Pienso en lo que podemos hacer y me queda la certeza de que es entre muchas cosas, seguir hablando y preguntando: entre nosotros, aquí pero también fuera de las redes. En las mesas compartidas y en las calles: hablar, hablar y hablar hasta reapropiarse de esas palabras a las que han querido lavar de sentido. Pienso también que nos queda la poesía, afortunadamente. También la poesía. Cierro esto con una reflexión de Valeria Tentoni en Emociones Lentas (Antílope, 2023) sobre las palabras y la vida y quiero pensar, la absurdidad:

LE PREGUNTO CUÁNTO ME QUIERE

Y le pido que lo cuente en kilos de alfalfa, en jaulas de
Leones, en latas de duraznos en almíbar
La cantidad es una trituradora de oficina
Que convierte a las palabras

En cintas de papel
En las que ya no puede leerse nada
De lo que se dijo antes
Como si fuera cierto.

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