Anabel Hernández y su periodismo sensacionalista
Conocida en el periodismo de investigación en México por abordar temas como el narcotráfico, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos.

La periodista Anabel Hernández en una imagen de archivo.
/Stephan Röhl
Anabel Hernández es una figura ampliamente conocida en el periodismo de investigación en México por abordar temas como el narcotráfico, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, la imparcialidad y la metodología de sus investigaciones son, por decir lo menos, cada vez más cuestionables.
Uno de los principales puntos de crítica hacia Hernández es la opacidad en el manejo de sus fuentes. Esta falta de transparencia ha dificultado la verificación independiente de sus afirmaciones. En varias ocasiones, sus revelaciones más impactantes han carecido de un respaldo documental o testimonial accesible para otros periodistas o investigadores, lo que ha generado dudas sobre la veracidad de sus acusaciones.
Por ejemplo, en su libro Los señores del narco, Hernández expone conexiones entre el crimen organizado y figuras políticas de alto nivel, pero muchas de estas afirmaciones se basan en fuentes no identificables. Esto ha llevado a algunos críticos a argumentar que su trabajo, carece del rigor necesario para ser considerado como confiable, o ser descrito como de ficción. En el libro “Emma y las otras señoras del narco”, señala a la actriz Patricia Navidad, quien más tarde desmintió todas las acusaciones, sin poder demandar a la autora por su reiterado uso de términos como “supuestamente” y “alegadamente” en sus descripciones.
Respecto a su trabajo en el dolorosísimo caso de Ayotzinapa, algunos sectores la vieron como una periodista que cuestionaba la versión oficial. Por otro lado, muchos la acusaron de aprovecharse de un caso trágico para promover una narrativa sensacionalista y carente de rigor. Su trabajo fue criticado por organizaciones de derechos humanos, familiares de las víctimas y otros periodistas, quienes consideraron que su enfoque había sido perjudicial para la búsqueda de justicia.
Otro aspecto de su trabajo es la selectividad en sus investigaciones. Esta ha llevado a algunos a exponer que este está alineado por una agenda e interés político más que por un compromiso genuino con la verdad. Cuando se priorizan los intereses políticos o se busca generar polémica sin sustento, se traiciona la responsabilidad periodística.
Además, es evidente que el propósito principal de muchas de sus publicaciones no es informar, sino generar controversia. Este enfoque sensacionalista puede resultar en un aumento momentáneo de la atención, pero a costa de la calidad y la integridad de la información. La controversia, cuando no está respaldada por hechos verificables, no contribuye al debate público, sino que lo distorsiona y lo polariza aún más.
En sus libros y artículos, es común encontrar un lenguaje y enfoque narrativo que busca impactar al lector, a expensas del rigor periodístico. Este enfoque, aunque efectivo para vender libros puede ser contraproducente para un periodismo que aspira a informar con precisión y contexto.
Otro punto débil en la trayectoria de Hernández es su falta de autocrítica y su resistencia para responder de manera constructiva a las críticas que recibe. En lugar de abordar los cuestionamientos sobre la veracidad de sus fuentes o la selectividad de sus investigaciones, Hernández ha optado por descalificar a sus críticos, tachándolos de cómplices de la corrupción o de defensores del statu quo. Esta actitud refuerza la percepción de que su trabajo está guiado por intereses particulares más que por un compromiso con la verdad.
Aunque, es de reconocer que Anabel Hernández fue una de las primeras mujeres en México en abordar temas de alta sensibilidad como el narcotráfico y la corrupción, rompiendo barreras en un campo dominado por hombres, su legado y el impacto de su trabajo se ven cada vez más atravesados por la falta de integridad y rigor periodístico.