Kiki Camarena, la llave de entrada

Es política y líder de opinión. Se ha desempeñado como diputada Federal en las Legislaturas LXI y LXIII. Cuenta con más de 20 años de experiencia en análisis político mexicano e internacional. Actualmente se desempeña como empresaria, líder de opinión y columnista en diversos medios de prensa y televisión. X: @asarur IG: @adrianasarur

Kiki Camarena, la llave de entrada Kiki Camarena, la llave de entrada
Kiki Camarena. Foto: Wikimedia Commons

Desde su nacimiento en 1973, la DEA (Drug Enforcement Administration) siempre ha tenido muy claro su objetivo: México. Sin embargo, el asesinato de Enrique “Kiki” Camarena en 1985, fue el punto de partida para la construcción de una narrativa que la DEA ha utilizado desde entonces para justificar su intervención en México. Convertido en símbolo de heroísmo, Camarena fue la excusa perfecta para establecer una red de operaciones encubiertas, presiones diplomáticas y estrategias de seguridad que han dejado más víctimas que resultados. Aquel suceso marcó el inicio de una historia donde México siempre es el terreno de batalla y la DEA el “salvador”.

Cuarenta años después, el guion vuelve a repetirse. Solo que ahora el enemigo no es el narcotraficante, sino el “narcoterrorista”, una etiqueta peligrosa que abre la puerta a operaciones más agresivas, incluso militares, bajo el argumento de proteger la seguridad nacional de Estados Unidos. Si en 1985 la DEA tomó como bandera la muerte de uno de los suyos para justificar su presencia permanente, hoy el discurso del terrorismo podría convertirse en la herramienta legal para intervenir directamente en el territorio mexicano, sin importar la opinión del gobierno o el respeto a la soberanía mexicana.

Mientras la presidenta Sheinbaum insiste en mantener dicha soberanía, independencia y cooperación bilateral para mantener a las agencias extranjeras bajo control  -entre otras cosas-, la designación de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras (FTO) en Estados Unidos podría darle a la DEA un enorme margen de maniobra para actuar de forma aún más agresiva. Lo que significa para México es un retorno a los años más oscuros, donde -en realidad- la soberanía nacional corre el riesgo de quedar subordinada a los intereses de seguridad de Washington. Estamos frente a un escenario de cooperación forzada que, en momentos álgidos, puede llegar a uno de intervención encubierta sin restricciones.

Así, la presencia de la DEA en México ya no es solo de “una agencia de inteligencia cooperando en pro de la paz”, es un símbolo de la compleja y tensa relación entre ambos países. Ahora lo que está en juego no es solo la estrategia de seguridad, sino la capacidad de México para decidir su propio destino frente a un vecino que parece decidido a imponer la voluntad del inquilino de la Casa Blanca. Tenemos que recordar que desde “Kiki” Camarena hasta hoy, cada vez que la DEA justifica su accionar en nuestro país, el costo siempre lo paga nuestro país.

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