La policía cateó al desnudo a una menor afroamericana de 15 años en una escuela. ¿Cuándo terminarán estos abusos?

La revelación de que la policía cateó a una alumna afroamericana en la escuela en Hackney, al este de Londres, después de que los profesores afirmaron que olieron marihuana en ella, es impactante. Sin embargo, los detalles del cateo, la humillación infligida a una menor de 15 años, son realmente desagradables.

La obligaron a desnudarse, a abrir sus piernas, a usar sus manos para abrir sus glúteos y después a toser. Estaba menstruando. Según los familiares, la policía insistió en que se quitara la toalla sanitaria ensangrentada y no la dejó ir al baño para limpiarse. Después la obligaron a reutilizar la misma toalla sanitaria.

No encontraron drogas, pero el rumor de que esta chica perfectamente inocente era una traficante de drogas se extendió por la escuela. Su madre indicó en la revisión local de protección de la infancia que la experiencia dejó a su hija traumatizada. Su tía agregó: “Veo el cambio de una niña alegre y despreocupada a una solitaria tímida que apenas me habla“. Comentó que la niña ahora estaba en terapia y que se autolesionaba.

Sería fácil descartar el incidente que ocurrió en 2020 como una aberración, y creer que los policías implicados fueron las proverbiales “manzanas podridas”. Después de la condenatoria revisión, la policía metropolitana expresó su arrepentimiento en público, calificando el cateo al desnudo como “verdaderamente lamentable” y pidiendo disculpas “a la niña afectada, a su familia y a la comunidad en general”.

Sin embargo, existe una verdad más profunda en este asunto: aunque los altos cargos de la policía metropolitana tienen mejor preparación mediática que nunca antes, el racismo y la misoginia que siempre han caracterizado y asolado al cuerpo de policía siguen estando muy presentes. Los recientes incidentes lo demuestran.

Comencemos con el informe de la Oficina Independiente de Conducta Policial sobre el comportamiento en la comisaría de Charing Cross, que reveló una cultura de masculinidad tóxica. Pensemos entonces en la policía metropolitana, nuevamente en Hackney, que tuvo que disculparse y pagar una indemnización a una mujer completamente inocente, la Dra. Konstancja Duff, por el uso de un “lenguaje sexista, peyorativo e inaceptable” cuando fue detenida y cateada al desnudo en 2013. Ella solo intentaba ayudar a un chico afroamericano de 15 años al que la policía detuvo y cateó dándole una tarjeta informativa sobre sus derechos. Duff describió lo que ocurrió después: “Tres agentes femeninas me inmovilizaron en el suelo de una celda. Tenía las manos esposadas detrás de mi espalda y las piernas atadas mientras cortaban mi ropa con unas tijeras. Me arrancaron los aretes, agarraron mis senos bruscamente mientras me volteaban, e incluso me tocaron entre las piernas, aparentemente buscando piercings genitales”.

Duff tardó nueve años en conseguir una disculpa derivada del encuentro. ¿Cuántas otras mujeres, de color o blancas, sufren este tipo de abusos y se rinden antes de obtener justicia?

La gente conoce demasiado bien la tragedia de Sarah Everard, la joven secuestrada en una calle de Londres y violada y asesinada por un policía en servicio.

También está el caso de Bibaa Henry y Nicole Smallman, dos jóvenes hermanas afroamericanas del norte de Londres que desaparecieron en junio de 2020. Al final, sus familiares encontraron sus cuerpos en un parque cercano, después de que la policía pareció mostrar poco interés en realizar una investigación. Tras los asesinatos y un juicio, posteriormente dos policías fueron encarcelados por fotografiar los cuerpos de las mujeres en la escena del crimen y compartir las fotos en WhatsApp, incluyendo un grupo de 41 policías.

En este contexto, resulta reveladora una reciente entrevista con la subjefa de policía de Hampshire, Maggie Blyth, que ahora es la responsable nacional en materia de violencia contra las mujeres y las niñas del Consejo Nacional de Jefes de Policía. Señaló que el concepto de “unas pocas manzanas podridas” es erróneo y que la labor policial, al igual que otros trabajos con acceso al poder, podía atraer a personas que querían “utilizar su poder de una manera corrupta y delictiva”.

Añadió: “Habrá quienes se sientan atraídos por trabajar en la policía debido a los poderes que les ofrece, los poderes de ejercer y coaccionar a otras personas, en particular a los individuos vulnerables. Creo que no debemos ser ingenuos al respecto”.

Obviamente, no todos los policías abusan de su poder, sin embargo, demasiados policías sí lo hacen. Y la discriminación racial en la forma en que la policía ejerce su poder es un hecho estadísticamente comprobable desde hace mucho tiempo. El uso de la detención y el cateo sigue aumentando: según algunos cálculos, las personas afroamericanas tienen nueve veces más probabilidades de ser víctimas.

¿Cuántos de ellos son menores? Fijémonos una vez más en Hackney. De acuerdo con la revisión de protección de la infancia, en 2020/21 en la unidad de mando básico de la zona centro-este de la policía metropolitana (que cubre Hackney), 25 niños menores de 18 años fueron cateados al desnudo (o “cateados más a fondo”, para usar la terminología de la policía metropolitana). La mayoría de los cateos (88%) fueron negativos. Y solo dos de los menores registrados eran blancos.

En el caso de la alumna de Hackney se cometieron muchos errores. La policía abusó de ella y a ningún profesor se le ocurrió contactar a sus padres, ni preguntarle después a la niña cómo estaba: sin duda no parecen haber comprendido la gravedad de esta horrible situación.

Esto en sí mismo es desalentador, no obstante, lo más desalentador de todo esto es que, después de décadas de marchas, manifestaciones y campañas, la práctica policial sigue siendo tan grave como siempre, y ahora el gobierno está cambiando la ley para que sea incluso más difícil manifestarse y realizar campañas, para resaltar estas injusticias.

La conclusión a la que debemos llegar es contundente: las alumnas afroamericanas no están a salvo de los abusos policiales, ni siquiera en la escuela, que supuestamente es un lugar seguro. ¿Qué clase de sociedad tolera esto?

Diane Abbott es diputada del Partido Laborista por Hackney North y Stoke Newington.

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