¿Podría un robot llegar a recrear el aura de una obra maestra de Leonardo da Vinci? Ya es una realidad
Retratos creados por inteligencia artificial al estilo de los pintores renacentistas con el programa Stable Diffusion. Foto compuesta: Universal Public Domain Dedication

Este mes, internet se ha inundado de retratos de arte digital impresionantemente etéreos, gracias al trabajo de la última aplicación asistida por inteligencia artificial que se ha vuelto viral: Lensa. Los usuarios subían sus fotografías a la aplicación y después –por un módico precio– esta utilizaba la inteligencia artificial para transformar sus fotos de perfil en, por ejemplo, una versión mágica de sí mismos en forma de princesa guerrera elfa, en un abrir y cerrar de ojos.

Este año se ha observado un gran avance en los generadores de imágenes basados en inteligencia artificial, que actualmente son mejores que nunca en términos de calidad, rapidez y precio. Los modelos de inteligencia artificial se “entrenan” con millones de datos de imágenes y texto extraídos de contenidos disponibles públicamente en internet y, como en el caso de DALL-E, respaldado por Microsoft, pueden convertir breves mensajes de texto como “Ronald McDonald practicando una cirugía a corazón abierto” en imágenes únicas.

Ahora cualquier persona puede producir imágenes de aspecto profesional hechas a la medida de sus deseos, sin necesidad de tener una formación propia en arte o diseño. Si eso te parece estupendo, es posible que no seas uno de los millones de seres humanos cuyo medio de vida depende de poder intercambiar esas habilidades por dinero.

Las personas que trabajan en las industrias creativas más cognitivas han considerado durante mucho tiempo que no tenían nada que temer de la automatización. Después de todo, ¿cómo podría una computadora llegar a recrear el aura de una obra maestra de Leonardo da Vinci, o poseer el conjunto de habilidades únicas necesarias para diseñar una campaña de mercadotecnia visual convincente para una marca de lujo?

Las primeras imágenes generadas con estas herramientas estaban llenas de defectos que las distinguían como creadas por máquinas. Sin embargo, a medida que los resultados se han vuelto más convincentes, los creativos se han mostrado cada vez más preocupados. En el frente de este debate se encuentran los trabajadores por encargo, como los artistas gráficos y los ilustradores comerciales, que aceptan encargos artísticos en función de las especificaciones del cliente.

Todo aquel que prefiera tachar de alarmismo la idea de que la inteligencia artificial podría apoderarse de los trabajos creativos debe saber que ya está ocurriendo. Este invierno, el Ballet de San Francisco utilizó el laboratorio de investigación independiente Midjourney para crear la campaña visual de su producción de El Cascanueces (aunque un representante de la compañía de ballet dijo que, a pesar de utilizar la inteligencia artificial, también se emplearon casi 30 diseñadores, productores y creativos humanos en la realización de la campaña).

Otra amenaza para el sustento de los artistas proviene de la capacidad de estas herramientas de crear imágenes “al estilo” de determinados artistas. Esta característica es divertida cuando se utiliza para evocar imágenes extravagantes de cómo Van Gogh podría haber pintado a Rishi Sunak entrando en el número 10 de Downing Street montado en un unicornio, pero cuando se trata de artistas vivos que han pasado años desarrollando su propio estilo distintivo, la extraña capacidad de imitación de la inteligencia artificial, sin reconocimiento ni compensación, se convierte en un problema.

A principios de este año, el ilustrador de arte fantástico Greg Rutkowski descubrió que su nombre era uno de los más populares en la plataforma de inteligencia artificial Stable Diffusion, más popular que Picasso o Leonardo. “Lo único que podría al menos dejar de alimentar al algoritmo es dejar de publicar tu trabajo en internet, lo cual es imposible en nuestra industria”, señala Rutkowski.

El recurso legal que pueden interponer los artistas que consideren que estas herramientas están vulnerando sus derechos de autor es complicado y poco claro. En la Unión Europea, los abogados impugnan la legalidad de utilizar imágenes protegidas por derechos de autor para entrenar modelos de inteligencia artificial, no obstante, mientras el Reino Unido intenta convertirse en un líder del sector, ya propuso un proyecto de ley para permitir el entrenamiento de inteligencia artificial con fines comerciales.

Mientras tanto, todavía se desconoce si los derechos de autor tradicionales son aplicables en este caso, ya que es difícil registrar los derechos de autor de un estilo visual.

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Representación de OpenAI de ‘Una nutria marina al estilo de La joven con el arete de perla de Vermeer’. Foto: OpenAI/AFP/Getty Images

Aunque estos problemas acaparan la atención general desde hace poco tiempo, hay grupos de artistas que lo predijeron cuando este campo aún estaba en sus inicios y han estado trabajando para desarrollar soluciones. Entre ellos se encuentran los artistas radicados en Berlín Mat Dryhurst y Holly Herndon, que crearon una función de búsqueda que cualquier persona puede utilizar para saber si su trabajo ha sido extraído de un conjunto de datos de 150 terabytes llamado LAION, que se utiliza para entrenar a la mayoría de los generadores de imágenes de inteligencia artificial. Su organización, Spawning, también está desarrollando otra herramienta que permitiría que los artistas establezcan permisos sobre cómo los algoritmos pueden utilizar su estilo y semejanza, incluyendo la opción de exclusión total.

Tanto Stability AI –la organización detrás de Stable Diffusion– como LAION se comprometieron a asociarse con Spawning para respetar las solicitudes de consentimiento realizadas con antelación al próximo proceso de entrenamiento de Stable Diffusion, y una reciente actualización de la herramienta eliminó la posibilidad de escribir indicaciones que especifiquen a un artista por su nombre.

Existen otros defectos en los vastos conjuntos de datos abiertos con los que se entrenan los modelos de inteligencia artificial, que limitan su potencial. Las deficiencias existentes en la diversidad de los datos, así como los prejuicios de los humanos que etiquetaron originalmente las imágenes a partir de las cuales aprende, codificaron involuntariamente los modelos con estereotipos y representaciones perjudiciales. Algunos usuarios han descubierto que Lensa crea avatares femeninos excesivamente sexualizados, exagera los fenotipos raciales en sus productos finales y tiene dificultades para leer rasgos de razas mixtas. Estos problemas pueden hacer reflexionar a todo aquel que piense utilizar esta tecnología con fines comerciales, al menos hasta que se mejoren los conjuntos de datos de entrenamiento.

Numerosos artistas permanecen impávidos y, de hecho, consideran que la tecnología podría abrirles posibilidades de crear mejores obras o, al menos, de trabajar con mayor eficacia. Aunque todavía no la ha utilizado, la ilustradora Michelle Thompson, que reside en el Reino Unido, considera que la idea de utilizar la inteligencia artificial tanto para desarrollar conceptos como para perfeccionar los resultados artísticos tiene potencial. “Lo veo menos como una amenaza y más como una oportunidad”, señaló, añadiendo: “Como en todo, siempre habrá artistas que puedan utilizar mejor las herramientas”.

Estas herramientas solo son tan buenas como los conjuntos de datos con los que se entrenan. La imaginación humana, en cambio, no tiene límites. Para Dryhurst, los modelos de inteligencia artificial “podrían intentar hacer una versión simplista de algo que hicimos hace varios años”, pero eso “no toma en cuenta lo que podríamos hacer después”.

Para aquellos que observan con atención, los resultados visuales de estas herramientas de inteligencia artificial ampliamente disponibles ya se están volviendo repetitivos, e incluso los ojos no entrenados aprenderán en poco tiempo a reconocer la mano de la máquina. Algunas de las obras más interesantes y conceptualmente ricas que se están creando con inteligencia artificial siguen procediendo de artistas como Mario Klingemann y Anna Ridler, que personalizan sus propios conjuntos de datos de entrenamiento y curan los resultados de la máquina de formas creativas.

El tipo de inteligencia artificial que podríamos imaginar sustituyendo a los artistas –un robot creativo completamente autónomo capaz de una imaginación y una expresión similares a las humanas– aún no existe, pero llegará. Y a medida que la inteligencia artificial se vuelva más ubicua, los artistas, ilustradores y diseñadores se diferenciarán en última instancia no por si utilizan la tecnología, sino por cómo la utilizan.

Naomi Rea es editora de mercados europeos de Artnet News, un servicio de noticias en internet sobre la industria del arte.

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