Crudas, corazones rotos, juntas horribles: ¿por qué necesitamos a ‘nuestras esposas del trabajo’?
Ilustración: Léonie Després / The Guardian.

Por Lucy Pavia

Nunca vas a olvidar la primera vez. Conocí a Abi a principios de 2009 cuando éramos asistentes de una revista de modas. Nos tomamos la medida como gatos de suburbio y después nos volvimos inseparables. Ella era mancuniana, divertida y directa. Yo, en sus propias palabras, “bastante elegante, ¿o no?

Teníamos el puesto más bajo en una publicación mensual que se especializaba en celebridades y estilo. Lo justo sería decir que no éramos expertas en ninguno de los dos temas. Una de nuestras tareas era ir a fiestas para obtener declaraciones de la gente famosa. En alguna ocasión queríamos entrevistar a una estrella de música pop, pero nuestra confundida entrevistada nos dijo que en realidad era una artista de maquillaje.

Éramos desordenadas, como lo son las personas de veintitantos años, cuando las posibilidades de la vida son abrumadoras y las crudas no ayudan. Nos preocupábamos por tonterías y la retroalimentación nos hacía sentir mal a veces. Nuestra oficina era una de esas de vidrio, se veía todo para adentro y no había ningún lugar para esconderse a llorar así es que cuando queríamos desahogarnos teníamos que ir al cuarto de modas y llorar de pie en medio de una fila de zapatos de diseñador.

A la hora de la comida nos íbamos a la cafetería para ponernos al corriente de cosas como que si el email ¿era demasiado pasivo agresivo?. ¿De qué se trataba la reunión a la que fueron todos? Nos convertimos en terapeutas una de la otra, en verificadoras de sentimientos, compañeras de fiestas, proveedoras de tampones y consejeras de corazones. Al poco tiempo, Abi era mi esposa del trabajo. Ese primer año de formación con Abi es el que más recuerdo de la vida en la oficina, más que cualquier otra cosa.

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A la gente que entra al mundo laboral siempre le aconsejan que es importante tener un mentor, alguien con experiencia en la misma industria a quien pedir consejo. Pero cuando pienso en mis 20s, me doy cuenta de que mis compañeras fueron las que más impacto tuvieron en mí: Abi, Hanna, Tracy. No estoy segura de que esas relaciones me hubieran hecho mejor en mi trabajo, pero si se que me hicieron más feliz.

La pandemia ha hecho crecer el debate sobre cómo trabajamos y en dónde. A millones de nosotros nos esperan más meses de vida remota en la casa y ¿cómo va a afectar a los que empiezan sus carreras?

Cuando estaba en la universidad, Sara, 22, tenía una visión clara de su vida laboral. Usaría ropa elegante, tendría el día muy ocupado en la oficina e iría con sus amigos después del trabajo a tomar algo. Pero un mes después de su graduación en mayo consiguió su primer trabajo como asistente de mercado de una aplicación de citas musulmana y realizaba el trabajo en casa. “Todo era muy raro cuando empecé. No sabía con quién ir, con quién hablar”, dice.

Sus nuevos compañeros eran amigables pero no es lo mismo conocerlos de manera virtual. Yo soy más de conocer a la gente. Me encanta estar con otras personas. Las videollamadas no son lo mismo. No me gusta que vean mi cara así es que a veces no enciendo la cámara. En su oficina sólo tienen que prender el video para la reunión semanal, lo cual agradece Sara porque tiene que usar una mascada en la cabeza. “De otra forma, tendría que estar quitándola y poniéndola todo el tiempo”. Durante el verano fue un día a la oficina para ayudar a grabar un anuncio y todo cambió, se dio cuenta de lo que se estaba perdiendo. “La energía es tan diferente cuando estás con otras personas”, dice. “Es más motivante”.

Nicholas, 22, nunca se imaginó que el cuarto vacío en la casa de sus padres en Surrey sería su base de lanzamiento al mundo laboral. En septiembre de 2019 tuvo una oferta de trabajo para unirse a una gran tecnológica esta primavera. “No sentí que hubiera empezado”, dice, de esos días en marzo. “La capacitación y las reuniones las hacía en línea, pero no parecía estar en una oficina”. Meses después entró por primera vez a su edificio y las cosas hicieron click. “Antes sentía que era parte de la familia, pero lejana”. Dice que el ser extrovertido le ha ayudado. “Mis hermanas dicen que podría hablar con una pared, lo cual es muy bueno en tiempos como este, pero la verdad es muy raro no conocer a mi jefe”.

Para Nicholas y Sara el camino ha sido fácil gracias a que tienen compañeros muy considerados. Durante el primer día, le dieron un “compañero” que había empezado a trabajar un poco antes, para que le enseñara los trucos. Gracias a sus llamadas diarias para ponerse al corriente, lo siente cercano, aunque todavía no se conocen. Después de ese primer día en la oficina, Sara se unió a “un pequeño grupo de whatsapp de chicas” con sus otras dos compañeras novatas.” Nos hacemos videollamadas para hablar de cosas no laborales, y nos mandamos mensajes si queremos sacar un poco de estrés”.

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Otros lugares de trabajo no han sido tan fáciles. “Durante las primeras semanas estaba tan estresada que me enfermé y pensé en renunciar”, dice Hannah, 24, desde Múnich. Estudió en Reino Unido pero regresó a su nativa Alemania para empezar una pasantía pagada con una compañía global. Llevaba un día en la oficina cuando comenzó el confinamiento en marzo. No podía regresar con sus padres porque había firmado un contrato de seis meses para un departamento y además la compañía la quería en la ciudad por si abrían de nuevo. “Fue como caer en agua helada”, dice. “Me dejan decidir cosas que yo nunca dejaría que un pasante hiciera, sin supervisión, sin asesoría, sólo hago lo que tengo que hacer”.

Antes de empezar a trabajar, Hannah había pensado hacer amigos en el trabajo porque no conocía a nadie más en la ciudad, pero los días de soledad lejos de la oficina mermaron su confianza. “Siento que me he perdido esa parte en la que te presentas a los demás y los conoces como amigos”, dice. “Me gustaría estar ahora en una oficina, más que antes, creo que sólo sabes de lo que te pierdes cuando ya no está”.

Las personas con las que trabajamos son como familia. No los escogemos, y pasamos una tercera parte de nuestras vidas con ellos. Pero si 2020 nos convirtió en una de esas familias que se pasan la vida viendo cosas en diferentes pantallas en diferentes habitaciones, creo que son los más jóvenes los que sufren más.

“La generación que empieza ahora su carrera va a necesitar mucha atención”, dice la psicóloga organizacional Gemma Leigh Roberts, quien se especializa en resiliencia en el trabajo. “Mucha gente se ha enfocado en el problema de los padres que trabajan desde casa en el confinamiento”, dice. “Creo que no se ha hablado mucho de la gente que sale al mundo laboral y del impacto que tendrá en sus carreras”, Robert dice esto porque aprendemos muchos durante nuestros primeros años en un trabajo, por medio de claves no verbales, y absorbemos la cultura del lugar de trabajo desde el lenguaje corporal de los compañeros hasta la forma en que están acomodados los escritorios.

Robert dice que el comentario casual de “por cierto” es determinante para el desarrollo de una carrera, son toneladas de retroalimentación o elogios que se amontonan en los escritorios. Amé muchas cosas de mi segunda esposa de oficina, Chloe, empezando por el hecho de que estaba conectada al sistema principal de chismes en la oficina. “Bueno”, decía ella muy profesional cuando salíamos por café, “esto es lo que sé”. Pero lo que más me gustaba de ella es que era imperturbable. “Está bien, Luce, esto es lo que vamos a hacer”, me decía moviendo la mano cuando le contaba un problema.

Es difícil tener esa seguridad cuando trabajas desde casa, incluso para aquellos que no son nuevos en el lugar de trabajo. “La idea de tomar el teléfono y llamar para hacer una pregunta parece más invasivo que sólo inclinarse encima del escritorio”, dice Toby, 28, quien empezó a trabajar como agente de seguros desde su departamento en Londres en marzo. “Terminé tratando de resolver las cosas yo solo”. Otra graduada dice que estaba tan preocupada de que el jefe que no conocía pensara que era una incompetente que se atoraba durante días con algo que no podía resolver: “sentía que no tenía a quien preguntar”.

La gente en sus 20s saca más de la vida de la oficina que las personas de cualquier otra edad. Anya, 23, vive en Cumbria y ha trabajado con fundaciones de caridad desde que tenía 16. El trabajo que empezó a distancia este verano le costó trabajo. “Pasé de tener un equipo masivo a mi alrededor a estar sola en mi pequeña casa, todos los días”. Su oficina anterior estaba ubicada en el campo, cerca de un pub, a donde iba con sus compañeros a por cerveza y papas después del trabajo. También realizaban largas caminatas. “No hay nada mejor para establecer vínculos que quedarse atrapados bajo la lluvia a 15 km de tu coche”, dice riendo. Todavía “habla mucho” con sus esposas del trabajo, pero con los compañeros a distancia es “muy difícil establecer conexión a nivel personal”. Piensa que muchos de sus compañeros sienten la presión de trabajar a distancia porque entrar al mercado laboral es muy competitivo”.

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Según las cifras del sitio de graduados de Reino Unido Milkround, sólo 18% de los graduados han conseguido un trabajo seguro este año, en comparación con el 60% de siempre. Anya trabajó en un café para sobrevivir antes de conseguir este trabajo. “Cuando hago una solicitud normalmente llego a la entrevista, pero ahora me están diciendo que tienen “otras 800 solicitudes”. Para la minoría que consigue un trabajo, tener a alguien con quien compartir las ansiedades diarias nunca había sido tan importante.

Aunque espera regresar a la vida en la oficina, Anya ya encontró una esposa de oficina por su casa. “Comemos a las 12:30 y luego nos vemos para salir a caminar y hablar de cosas como “tuve una reunión de pesadilla esta mañana…”

Pocos podemos marcar una línea perfecta entre nuestro trabajo y nuestra vida de casa. La esposa del trabajo es una relación que no se parece a ninguna otra porque junta lo profesional con lo personal. “Creo que realmente no puedo explicar lo importante que han sido mis esposas del trabajo”, dice Ella, 37, vendedora de publicidad de Liverpool. “En mis 20s, me ayudaron a limpiar las crudas severas y los corazones rotos. Pero he crecido y ahora tengo problemas de ‘adulto’, y ellas me han acompañado por momentos muy difíciles”.

Ella se considera muy afortunada porque siempre ha encontrado un hombro sobre el cual llorar en sus diferentes trabajos. “Nunca me olvidaré de Sally ni de cuando me ayudó a bajar por la salida de emergencia cuando tuve complicaciones después de perder a mi bebé. Tampoco a Nina que me llevó a tomar vino y papas en nuestro Café Rouge después del trabajo cuando trataba de asimilar el cáncer de mi padre”. Ahora trabaja desde casa y extraña la intimidad con sus compañeros. “No es lo mismo a distancia, ¿o sí?” Y no puedes ser tan abierta en Zoom.

Pero los Zooms sociales son mejor que nada, dice la abogada de 29 años de Londres, Emma, quien empezó un nuevo trabajo a distancia en abril. Al igual que Ella, en su trabajo anterior tenía una esposa de trabajo con la que compartía todo. Su amistad creció orgánicamente mientras charlaban en la cocina y salían a caminar a la hora de la comida. “Cuando comencé este nuevo trabajo fue muy raro tener que pensar conscientemente en construir relaciones como esa… se sentía más forzado que sólo platicar mientras preparas el té·. Sin embargo, descubrió que algo de contacto sirve mucho. “Hace poco empecé a agendar reuniones de 15 minutos por Zoom con una colega”, dice. “No estaba segura al principio pero la diferencia que ha hecho para mi semana ha sido enorme. Es fácil cuando estás sola en casa que el trabajo te estrese, porque es lo único que haces. Pero con esas puestas al corriente siento que me quito un peso de encima”.

Traducido por Andrés González.

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