El jeque de Dubái: imágenes incómodas debajo de una imagen pública refinada
Sheikh Mohammed asiste a Royal Ascot. Fotografía: Facundo Arrizabalaga/ EPA

Tres o cuatro veces cada noche el niño se levantaba de la cama con mucho dolor. Mohammed bin Rashid al-Maktoum, el futuro gobernante de Dubái, parecía ser el único en el campamento del desierto al que mordían los escorpiones.

Después se dio cuenta de que no era coincidencia. Un anciano de la tribu colocaba arácnidos en la cama del niño de ocho años. Esa fue una lección de supervivencia en el desierto, revisa tu cama todas las noches antes de dormir, pero también de inmunidad. Hasta la fecha, el jeque Mohammed asegura que es inmune al veneno de escorpión.

“No todo lo que te lastima es malo”, cuenta del episodio “A veces el dolor nos enseña y nos protege”.

Se trata de uno de los mitos de origen de un hombre que transformaría la pequeña ciudad porteña que su familia gobernaba en una metrópolis brillante y ultramoderna, una ciudad cuyos grandes espectáculos, un resort de ski en interiores, y el edificio más alto del mundo, no han logrado hacer sombra a las controversias. Durante los últimos tres años, el jeque Mohammed se ha convertido en una de ellas.

Los videos secretos que grabó su hija, la jequesa Latifa bin Mohammed al-Maktoum, y que se publicaron esta semana en diferentes medios, han revivido la preocupación por el destino de la princesa de 35 años quien dijo que estaba viviendo como prisionera en una villa. Los mensajes cesaron abruptamente el año pasado.

Estos desconcertantes videos no concuerdan con la imagen que el jeque Mohammed ha cultivado como visionario de los negocios, poeta, amante de los caballos y líder árabe progresista. Aunque es uno de los miembros de la realeza más ricos del mundo, con una fortuna calculada en 4 mil millones de dólares, que supervisa la ciudad que se encuentra en el corazón del capitalismo global, se sabe muy poco de este personaje al que un juez británico describió el año pasado como “un individuo intensamente privado”.

La mayor parte de la información pública sobre el jeque Mohammed la ha confeccionado él mismo: tres memorias, colecciones extensas de poesía y una guía para cultivar la felicidad y la positividad de 2017.

Pero también están las partes oscuras de este hombre. La primera surgió hace dos décadas en una llamada desesperada a un abogado británico, era una mujer joven, Shamsa bint Mohammed al Maktoum, que solicitaba que la separaran de su padre, el jeque. Unas semanas después la recogieron en una calle en Cambridge y nadie la volvió a ver. En 2018, se publicaron videos de otra hija, Latifa, que contaba a la cámara que estaba planeando su propio escape. “Si están viendo este video entonces la situación no es buena. O estoy muerta o estoy en una condición muy, muy, muy mala”, dijo.

Desde hace tres años, han surgido más videos y juicios condenatorios y la sombra de la biografía del jeque Mohammed se ha despejado.

Dubai no siempre ha sido un lugar de riqueza. El jeque Mohammed de 71 años nació antes de que el emirato estableciera su primer hospital, su primera escuela pública y aeropuerto, y no se había liberado de las cadenas coloniales con Gran Bretaña. “No había electricidad, cuando nací… ni agua”, dijo en una entrevista a la BBC en 2014.

Recuerda que su niñez era una lección de supervivencia en el desierto, cazando venados, avutarda hubara, zarapitos y camellos, cuyas huellas, descubrió, eran casi únicas, como una huella digital. “Se necesita una estrategia para tener acceso a la comida en el desierto”, y dijo que su padre le había enseñado.

El emirato que heredó el jeque Mohammed todavía no descubría el petróleo, pero la estrategia de Dubai para sobrevivir en el desierto ya estaba cobrando forma. Cuando las ciudades porteñas aumentaron sus impuestos comerciales, los gobernantes de principios del siglo XX de Dubai eliminaron las suyas, y atrajeron a comerciantes de Irán e India que hicieron que la ciudad se volviera un sinónimo de perlas y oro.

Mientras observaba, el jeque Mohammed dijo que absorbió una lección importante: “Los líderes de la actualidad son los gigantes silenciosos que tienen el dinero, no los políticos que hacen escándalo”.

Para cortejar a estos gigantes era necesario aprender sus costumbres y en 1966 su padre lo mandó a la Universidad de Cambridge. Recuerda los “olores raros pero interesantes”, su primera cena, de cordero, chícharos y puré de papas, y novedades como la carne que sobraba y que se guardaba en el refrigerador. Se calentaba y se servía al día siguiente. “Yo comía con pesar”, dijo. “En Dubai se comía comida fresca siempre. Había suficientes bocas para alimentar en cada comida y todo se acababa”.

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Cuando Dubai se unió a los otros emiratos para formar los Emiratos Árabes Unidos, el joven príncipe fue el responsable de establecer el ejército y el ministerio de defensa del país. Pero la aviación le atraía más que nada y no podía quitarse la idea que traía en su mente desde que era niño mientras esperaba en una terminal de Heathrow. “Nuestro futuro estaba en hacer de Dubai un destino mundial”, escribió.

En contra de las objeciones de los consultores y las maquinaciones de la industria de las aerolíneas, durante las siguientes cuatro décadas, el jeque Mohammed encabezó la transformación del destino de aviación más ocupado del mundo y estableció una industria multimillonaria de turismo y servicios profesionales.

Junto con su historia sanitizada de éxito en contra de todo, el vicepresidente de los EAU dedica tres capítulos de su libro más reciente a otra Latifa; su madre. La idealiza como “su primer amor”, “mi corazón y mi alma”, “la más maravillosa, la que más me apoyó, la más suave, la más amable, y la persona más extraordinaria de mi vida”. Su muerte en 1983 lo dejó devastado.

Sus esposas reciben menos cobertura en la narrativa oficial. Sólo una historia, la de la sexta y más joven, se ha documentado extensivamente. Cuando su matrimonio fracasó, Haya, de 46 años, dijo que estaba preocupada por el destino de Shamsa y Latifa. De repente, empezó a encontrar pistolas en su casa y una nota que advertía: “Nos llevaremos a tu hijo, tu hija es nuestra, tu vida se acabó”.

Una corte de Reino Unido encontró que este y otros alegatos de amenazas y acoso, junto con la aseveración de que el jeque Mohammed había organizado el regreso forzado de Latifa y Shasa, era, haciendo un balance de las probabilidades, algo factible. El juicio y la publicidad parecen no haber tenido efecto hasta ahora en la defensa de los EAU, ni en los lazos comerciales con Londres, ni en las extensas relaciones del jeque Mohammed con el Reino Unido.

“Él está muy integrado con la alta sociedad por las carreras de caballos”, dice Kristian Coates Ulrichsen, un especialista en el Golfo de Chatham House. “Se mueve en los círculos más altos con miembros de la realeza del Reino Unido, y hasta cierto punto, esto lo hace respetable”.

En la memoria más reciente del jeque Mohammed, que se publicó en 2019, en medio de tributos a sus padres y ancestros, y en un recuento de la historia de Dubai, aparece una escena poco común y difícil. El jeque podrá ser inmune a los escorpiones del desierto, pero no son los únicos.

“Se dice que los escorpiones humanos habitan en la tierra en forma de chismosos y conspiradores, que ponen en conflicto las almas, destruyen relaciones y acaban con el espíritu de las comunidades y los equipos”, escribió. “A veces es más fácil dormir con los escorpiones del desierto que vivir con los escorpiones humanos.

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