Biden y Xi hablan de un choque de civilizaciones, pero su objetivo es el dominio
Ilustración: Dom McKenzie.

Finalmente llegamos, no a un choque de civilizaciones sino al choque de civilizaciones. O al menos eso es lo que nos deja pensando el discurso del presidente Joe Biden ante la sesión conjunta del Congreso. EU vs China. El oeste vs el este. La democracia vs la autocracia. El discurso de Biden de la semana pasada estuvo plagado de marcadores para Washington para la competencia del siglo.

“Van a escribir sobre este momento de la historia”, dijo Biden a un grupo de comentaristas de noticias antes de su discurso y que la Casa Blanca dio a conocer después. “No acerca de  ninguno de nosotros sino sobre si la democracia puede funcionar en el siglo 21”.

Alguna vez, los estados autoritarios estaban representados por la Unión Soviética, que se veía acartonada, torpe y esclerótica. Ahora, el modelo es China, que es ágil, estratégica y rápida. “La pregunta es”, dijo Biden, “en una democracia que es de un genio como el nuestro, ¿se puede obtener consenso en un marco de tiempo que pueda competir con la autocracia?”.

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Al igual que en muchas ocasiones en las que se ha acusado a EU de celebrar el conflicto con China, Beijing ya está pisando ahora el mismo territorio. Durante los últimos meses, la frase del día de Beijing, que va de la boca de los miembros del politburó a los tabloides, tiene un tono casi idéntico a los temas del discurso de Biden, con un giro.

La frase: “El este va en ascenso. El oeste en declive” cobró popularidad en Beijing durante el caos de los últimos días del gobierno de Donald Trump. La capacidad de China para controlar el virus del Covid -19, que contrasta con el desastre de EU y de la mayoría de las otras democracias, le inyectó confianza al liderazgo. Los actos de violencia en el Capitolio el 6 de enero le dieron fuerza.

A finales de 2017, los asesores de Trump describieron un cisma similar para orientar la política exterior de EU, y presentaban a China y a Rusia en un documento de seguridad nacional como “poderes revisionistas” que trataban de cambiar el estatus quo del mundo. Incluso antes de Donald Trump, Barack Obama intentó en 2011 instilar una sensación de crisis en el cuerpo político de EU diciendo en un discurso que su generación tuvo su propio “momento Sputnik” con el ascenso de China.

La diferencia del reto como lo plantea Biden es porque en parte es personal. Como vicepresidente, Biden era un escéptico, hasta el punto del desdén, de la noción de que China y el partido comunista en el poder pudieran competir alguna vez con EU. EU, desde su punto de vista, no sólo tenía  un sistema superior innato de gobierno, sino también un liderazgo abrumador con el poder suave y duro, y tenía el respaldo de un sistema de alianzas globales de militares y de inteligencia. Biden claramente ha cambiado de opinión y ahora se apresura a subrayar la urgencia y la necesidad de unión en el diseño de políticas que sus predecesores no hicieron para enfrentar el reto de China. China ha cambiado también lo que tardaron en asimilar dos diferentes niveles del sistema de EU.

China es más rica, más poderosa y ha desarrollado la capacidad militar para hacer las cosas que siempre había querido el partido en el poder. Beijing está tomando el Mar del Sur de China, y aplicando mucha presión en Japón, en el Mar del Este de China, y envía cada vez más barcos y aviones a los mares y al espacio aéreo de Taiwán y también se enfrenta a la India en la frontera occidental.

Muchos analistas de China consideran que Xi Jinping, quien llegó al poder en 2012, es el único conductor del cambio político de China, pero eso sólo es una verdad a medias. Xi es en realidad un líder más asertivo y uno que trata de tomar más riesgos que sus predecesores. A diferencia de ellos, él cuenta con el poder militar y diplomático que ellos no tenían. Además, durante el gobierno de Xi, EU ha sido un desastre, algo que Biden subraya para sí.

La China de Xi también tiene prisa ya que como se ve en un reporte de Financial Times de la semana pasada el censo del año pasado registró por primera vez desde la gran hambruna de la década de los 50 un descenso poblacional. Beijing niega el reporte y dice que el conteo oficial, cuya presentación se ha retrasado más de un mes, demostrará que la población va en aumento.

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Ya sea que se maquillen las cifras para cuando salgan, lo cierto es que la edad de la población que trabaja ya está cayendo. Beijing empezó desde 2013 a suavizar la política de un solo hijo pero no puede hacer mucho por la disminución poblacional.

Aún así, hay que ser cuidadoso con la idea de que la demografía es destino, que favorece a EU por sobre China. Cerca del 13% de la población de China tiene 65 años o más, en comparación con el 28% en Japón, 16% en EU y 19% en Reino Unido. La población de China no va a tener la edad de la de Japón sino hasta el 2050, según Matthews Asia, una compañía de inversión de EU.

La competencia entre EU y China es multifacética: por comercio, economía, ejército, geopolítica e ideología. El que la demografía sea decisiva depende  de la arena en donde se lleve a cabo la competencia y cuánto se calentó en los años recientes en cuestiones de tecnología y su aplicación en sistemas de armas e industria.

Xi reconstruyó la política económica china sobre el principio de que no sólo hay que depender de la tecnología sino que también hay que dominar otras áreas para darle a Beijing propulsión sobre otros países. EU está tratando de mantener su liderazgo en donde ya tiene uno o trabajar con países amigos en Europa y Asia, y con China en sectores estratégicos.

“Ya sabes, las cosas se mueven demasiado rápido”, dijo Biden. Xi Jinping está de acuerdo.

Richard McGregor está en el Instituto Lowy, un centro de estudios en Sydney, y es el autor de una serie de libros sobre política china y política exterior.

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