Dicen que a los millennials les gusta más escribir que llamar. Entonces, ¿por qué me tomó 5 meses escribir un e-mail?
“Ninguna forma de comunicación es perfecta”. Foto: Getty Images

Recientemente, un amigo me contó una historia muy común y sin incidentes con la que me sentí tan familiarizada que me di cuenta de que estaba gritando. Este amigo no podía dormir por el ruido del departamento de arriba (un escenario clásico cuando rentas), así que decidió enviarles una nota. La escribió y la volvió a escribir durante varios días, elaborando de forma meticulosa cada enunciado. Con cada versión se inquietaba, preguntándose si poner una coma antes de “por favor” se vería pasivo-agresivo. Incluso rompió una nota en el umbral de la puerta porque decía “con agradecimiento” cuando no se sentía agradecido y pensó que era poco ético usar palabras que no sentía.

Esta fue la parte que reconocí en mí misma. No el dejar una nota (hubiera preferido hacerlo en persona), sino la agonía de escribirla y cómo un mensaje aparentemente corto, de alguna forma adquiere un nuevo peso.

Un ejemplo es el correo que le envié una vez a un reportero que admiro para pedirle consejos. Permaneció en borradores durante cinco meses mientras yo lo volvía a cambiar de forma periódica, intentando parecer genial pero no fría, con necesidad pero no necesitada. O la invitación por WhatsApp para mi fiesta de cumpleaños, escrita en solo tres líneas, pero pasando una hora refinando la frase: “No me importa si no vienes”, pero también, “Mi aprobación depende de tu asistencia”.

Lee también: En defensa del correo electrónico, la maravillosa tecnología sin la que no podríamos vivir

Una vez leí que la ansiedad era la razón por la que los millenails evitaban llamadas telefónicas y conversaciones en persona. Esas comunicaciones escritas daban más tiempo para digerirlas, y por ello una mayor oportunidad de entenderlas. Es una lógica que casi siempre repito, pero desde entonces me di cuenta de que no es mejor. De hecho, la única cosa que podría ser mejor es aceptar que ninguna forma de comunicación es perfecta, que casi siempre habrá una brecha casi poética entre la forma en que se envía un mensaje y la manera en la que se recibe. Y tratar de cambiar eso con emojis podría terminar en la locura.

En cuanto a mi amigo, es una lección que está aprendiendo, también. Nunca recibió una respuesta a su nota.

Síguenos en

Google News
Flipboard
La-Lista Síguenos en nuestras redes sociales