En defensa del correo electrónico, la maravillosa tecnología sin la que no podríamos vivir
“Aquellos que se conectaban en la década de los 90 o 2000 puede que recuerden cuando los mensajes en su bandeja de entrada eran encantadores, curiosos y considerados”. Foto: Gareth

Estoy a punto de defender lo aparentemente indefensible: el correo electrónico, la bandeja de entrada, todo. Y sí, ofrezco este caso en un momento en que podría sonar especialmente inusual. Esta es la temporada de los mensajes de respuesta en días festivos y de las contestaciones fuera de la oficina. La ida y venida de la comunicación diferida hace del correo un proyecto especialmente agotador durante el verano.

No me es desconocida la ansiedad paralizante que llega cuando veo una notificación de que el total de mis mensajes sin leer ha alcanzado un número escandaloso. Probablemente le debo un correo a cierto porcentaje de las personas que están leyendo esto. (¡Lo siento! ¡He estado un poco ocupado!). Y me encantaría nunca jamás volver a ver las palabras: “Espero que al recibir este mensaje te encuentres bien”.

Pero la maravilla descentralizada que es el correo electrónico no es la causa de mi estrés. El verdadero problema es el trabajo y la gran cantidad de este que llega a través de mensajes. Cuando se trata de los sistemas de comunicación, el correo, una tecnología que este año cumple 50 años, es difícil de vencer.

Lee también: ¿Qué tan seguro es Gmail? ¿Deberías cambiar?

El correo es un producto de numerosos desarrollos creados independientemente. En 1965, Tom Van Vleck y Noel Morris lanzaron un programa computacional de mensajería en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Como parte de lo que se conoce como sistema de tiempo compartido, donde los usuarios en terminales individuales podían mensajearse con otros usuarios que estaban conectados a la misma computadora central.

Cuatro años después, Charley Kline, en la Universidad de California en Los Ángeles, y Bill Duvall, en el Stanford Research Institute, se contactaron uno a otro en la primera conexión Arpanet. Este era un sistema de conexión financiado con fondos públicos que funcionaba por medio de conmutación de paquetes, un método de transmisión de información que se convertiría en la base del internet. Su intercambió se podría comparar con dos personas con walkie-talkies: solo podrías contactar a la persona mientras sostuvieras el dispositivo.

En 1971, el programador de Arpanet Ray Tomlinson juntó estos avances cuando envió un mensaje que fue lo más cercanamente parecido al correo electrónico que hoy conocemos. Este combinaba la red de conexión de la conmutación de paquetes de ARPAnet con la comunicación usuario a usuario que habían estado desarrollando para el sistema de tiempo compartido. Su programa utilizó el símbolo de “@”  para distinguir al receptor como un usuario específico en una computadora en una ubicación específica. Este sistema de mensajería se volvió popular y, durante las siguientes décadas, los desarrolladores refinaron el correo e incluyeron funciones como carpetas, respuestas (Re:) y respuestas automáticas.

Lee también: Más de 1,200 trabajadores de Google condenan el despido de científica de inteligencia artificial

Hasta hoy, el correo es descentralizado e interoperable, lo que lo distingue de las grandes plataformas comerciales. Los mensajes de Facebook solo se pueden enviar entre los usuarios de Facebook que están conectados a la plataforma, pero si tienes una cuenta de Fastmail, le puedes escribir a quien sea en Gmail o Hotmail (sí, la gente aún usa Hotmail) o a sus cuentas de correo del trabajo o universidad.

No hay un Mark Zuckerberg del correo electrónico. Tomlinson, quien murió en el 2016, nunca construyó un feudo digital sobre ello. Mientras que el Gmail de Google es innegablemente el gigante de la mensajería (uno que recolecta información y vende anuncios en tu correspondencia), el correo electrónico en sí mismo permanece no comercial. La tecnología es pública. Tú eres dueño de tus propios mensajes. Tal vez podrías tomar o dejar ese desastre de respuesta enviada a toda la compañía sobre un atasco en la impresora al final del pasillo por allá del 2013, pero siempre puedes transferir los mensajes que sí te importan a otro proveedor de servicios de mensajería.

La mayoría de las bandejas de entrada son filtradas con técnicas anti-spam. Se toman estas medidas para contrarrestar los correos basura no deseados y no alterar fundamentalmente el contenido que ves. No hay algoritmos confusos sospechosos que den prioridad a los correos de los influencers a expensas de la gente que, bueno, que no es influencer. Los correos no se hacen virales. Tal vez podría ser más eficiente si pudiéramos darle “me gusta” a un correo en lugar de responder con un correo de dos simples palabras como: “está bien”. Pero, personalmente, estoy contento de nunca tener que preocuparme sobre si mi bandeja de entrada tiene suficientes “me gusta”.

Durante décadas, el correo ha sido un método de comunicación sólido y confiable. Esta estabilidad es por la cual, en años recientes, se ha convertido en la principal forma de correspondencia profesional. Ya que el correo está dirigido directamente hacia ti, el usuario, alguien que tiene un trabajo para asignarte, seguramente lo enviará a través de un correo. Son estas crecientes demandas, favores y solicitudes que llegan a la bandeja de entrada de uno por las que la gente odia el trabajo, no el correo en sí mismo.

Los mensajes de texto, que tienden a intercambiarse de una forma más casual, no invocan el mismo terror y odio que los correos sí. La mensajería privada disponible en las redes sociales como Twitter e Instagram también se usan generalmente para una rápida y personalizada comunicación, tanto como AOL Instant Messenger e ICQ anteriormente. Hay poca posibilidad de que veas meticulosos saludos antes de mensajes como “Espero que al recibimiento de este DM te encuentres bien”. Las publicaciones en las redes sociales también evocan diferentes emociones. Nadie usaría Twitter si este provocara los mismos sentimientos que el correo. Los tuits son enviados a cientos de personas, en lugar de pedir tu completa atención o solicitudes para que completes un trabajo.

El correo, construido colaborativamente para el público, es solo otra víctima del trabajo que demanda 24 horas de disponibilidad y actuaciones cordiales. Es un ejemplo de como las “cosas que solíamos guardarnos”, como menciona Sarah Jaffe en su libro Wrok Won’t Love You Back, “de pronto están en demanda en el trabajo, incluyendo nuestras amistades, nuestros sentimientos y nuestro amor”. Aquellos que se conectaban en la década de los 90 o 2000, puede que recuerden cuando los mensajes en su bandeja de entrada eran encantadores, curiosos y considerados. Los placeres del correo eran más fáciles de apreciar cuando los usuarios se comunicaban principalmente con sus amigos y familiares a través de él.

Hay algunos trucos que pueden hacer que el correo sea más manejable. Con frecuencia busco en mi bandeja de entrada las palabras “cancelar suscripción” y presiono sin piedad en el enlace que se encuentra dentro de cada correo que aparece. Pero el problema principal permanece igual. Un mundo libre de correos podría escucharse como una bendición, pero seamos más específicos: el mundo ideal es aquel sin trabajo.

Joanne McNeil es la autora de Lurking: How a Person Became a User

Síguenos en

Google News
Flipboard