Un parásito letal que se introduce en el cuerpo a través de los pies podría estar multiplicándose en esta comunidad estadounidense
Las hermanas Mónica y Verónica Reyes Ibarra delante de su casa en la comunidad de Rancho Vista, cerca de San Marcos, Texas. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

Cuando llegó la carta con el logotipo de una conocida universidad en la esquina del papel, Verónica Reyes Ibarra esperaba buenas noticias. Llamó a su novio, a su mamá y a sus hermanas:

“Chicos, miren lo que tengo, creo que es una beca”.

Pero mientras escudriñaba la página, de repente no estaba segura de tener el valor de leérselas en voz alta.

“Mediante un examen sanguíneo de diagnóstico de investigación”, se leía en la carta, “hemos determinado que usted podría estar infectada por un parásito“. La carta aconsejaba a Reyes Ibarra que buscara tratamiento médico.

Otros quince residentes de la pequeña comunidad de Texas en la que vive Reyes Ibarra recibieron el mismo resultado del examen, después de que decenas de ellos dieron muestras de sangre y heces para un estudio académico. Entre ellos se encontraba desde una mujer embarazada hasta un niño de dos años.

El parásito intestinal es conocido por su nombre científico, strongyloides (pronunciado stron-ji-LOY-dees). Habita en los intestinos de los seres humanos y otros animales, y sus larvas son excretadas durante la defecación. Si las larvas logran contaminar el suelo, por ejemplo, a causa de una fuga de aguas residuales, pueden sobrevivir durante hasta tres semanas. En una de las vías de infección más comunes, pueden penetrar la piel de una persona que camina descalza, entrar en el torrente sanguíneo, después en los pulmones, y ascender por la tráquea, donde son expulsadas al toser y posteriormente tragadas.

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Desagües de drenaje en la comunidad de Rancho Vista. Las hermanas Reyes Ibarra comentan que esta zona es proclive a las inundaciones y al estancamiento del agua durante las lluvias fuertes. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

Los strongyloides pueden sobrevivir en los seres humanos sin ser detectados durante décadas, engendrando generación tras generación. Pero en determinados momentos, como cuando el huésped toma esteroides, se pueden convertir en organismos letales.

Después de que se enviaran las cartas, se publicó un artículo científico sobre el vecindario de Reyes Ibarra como parte del mismo proyecto de investigación. Pero las infecciones por parásitos en su zona quedaron en segundo plano, en parte porque los investigadores preservaron el anonimato del pueblo, identificándolo como “Comunidad A”.

Ahora Reyes Ibarra y su hermana, Mónica, comparten su historia, al igual que otros de sus vecinos. Comentan que nadie con la capacidad de ayudarlos presta atención a su difícil situación, y que no se ha realizado ningún intento sistemático para eliminar el strongyloides.
Los investigadores sostienen que este grupo está vinculado a un aspecto crucial, pero que suele ser ignorado, de la fuerte pobreza en Estados Unidos: a pesar de sus mejores esfuerzos, los residentes están sujetos a terribles deficiencias del sistema de saneamiento.

“Parece que le estamos gritando al vacío y que nadie nos escucha”. Mónica Reyes Ibarra
“Siento que todo el mundo se ha pasado la pelota respecto a este vecindario porque es de bajos ingresos, está compuesto principalmente por hispanos, inmigrantes”, dijo Mónica. Si se hubieran encontrado los parásitos “en cualquier otro vecindario, incluso al otro lado de la frontera del condado donde hay gente de otras razas, se habría armado un escándalo: ‘cómo se atreven a hacernos vivir en estas condiciones, cómo pueden los niños quedar potencialmente expuestos a parásitos dañinos que solo se encuentran en otros países en desarrollo’. Eso sería inaudito. Y aquí es normal. A nadie le importa, básicamente”.

Su comunidad se llama Rancho Vista y se sitúa a menos de una hora del capitolio de Texas, en Austin. Comprende aproximadamente 400 casas en un número reducido de calles, y muchos de sus habitantes son mexicoamericanos o inmigrantes de México. Con frecuencia trabajan en campos menos remunerados, como la construcción o el mantenimiento de jardines, compatibilizando varios empleos, y han construido sus vidas desde cero en Rancho Vista, en ocasiones literalmente.

Sin embargo, los residentes dicen que, a pesar de los impuestos que pagan, tienen que lidiar con jaurías de perros callejeros, los cuales podrían desempeñar un papel en el ciclo de vida de los parásitos, y con remolinos de basura arrastrada por el viento. En ocasiones, el olor de las aguas residuales flota en la brisa.

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Una casa en ruinas en la subdivisión de Rancho Vista, cerca de San Marcos, Texas. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

“Se siente como si estuviéramos gritando al vacío y nadie nos escuchara”, comentó Mónica.

Un oasis que no lo era

Las hermanas nacieron en Aguascalientes, México, pero se mudaron con sus padres a Rancho Vista cuando eran pequeñas. Fueron a la escuela en un pueblo cercano y sufrieron acoso escolar por vivir en un lugar tan degradado. Cuando caminaban para tomar el autobús escolar por las calles oscuras que carecen de alumbrado público, ella y sus amigos se aseguraban de llevar palos o piedras por si algún perro callejero se ponía agresivo, recordó Verónica.

Hoy, Verónica, de 25 años, estudia una maestría en administración pública. Mónica, de 28 años, recientemente aprobó el examen de abogacía. Pero las condiciones de Rancho Vista siguen siendo las mismas que las hermanas han visto durante toda su vida. Verónica añadió: “Esta es literalmente la realidad que vivimos… es una locura”.

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Mónica Reyes Ibarra señala una zona del patio de su padre que es propensa a inundarse durante las fuertes lluvias. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

Rancho Vista emergió a mediados de la década de 1980, cuando un promotor inmobiliario fraccionó el terreno. Algunos residentes describieron haber comprado medio acre por poco más de 10 mil dólares, y vivieron en casas móviles o modulares, o construyeron estructuras con sus propias manos. Era “un pequeño oasis para las familias inmigrantes”, comentó Mónica. Al principio se podía escuchar el aullido de los coyotes en las noches, y todavía tiene ese aire de verdor y tranquilidad.

Sin embargo, para algunos es una trampa de pobreza rural. Por un lado, debido a que se encuentra fuera de cualquier ciudad en particular, es, en términos oficiales, “no incorporada”, existen menos normas, y los residentes son más libres de realizar renovaciones sin inspecciones, por ejemplo. Por otro lado, también carecen de los servicios que la mayoría de los estadounidenses dan por sentado.

No dispone del servicio oficial de recolección de basura, ni tampoco hay banquetas. Y no hay líneas de alcantarillado. En su lugar, las casas tienen sistemas de alcantarillado individuales y antiguos en los que las aguas residuales de los inodoros, lavabos, regaderas y electrodomésticos son bombeadas a un tanque subterráneo junto a la casa. Tras una cierta biodegradación en el tanque, se permite que el líquido se filtre al suelo como una especie de tratamiento rudimentario de aguas residuales.

Más del 20% de los estadounidenses tienen estos sistemas sépticos, como se les conoce, incluyendo a las personas más ricas, como las que viven en la zona de los Hamptons de Long Island. En las zonas de bajos ingresos pueden representar un reto: ocasionalmente es necesario bombearlos y, por otra parte, darles mantenimiento, lo que hace que un servicio esencial recaiga sobre un residente con dificultades económicas. En primer lugar, se considera que el suelo de Rancho Vista no es compatible con los sistemas sépticos, porque no es lo suficientemente permeable y puede provocar la obstrucción de los sistemas.

Si se le pregunta a la gente de Rancho Vista sobre sus problemas, muchos hablarán de las aguas residuales.

“Me da vergüenza cuando la gente viene porque huele y apesta”, dijo una residente, que pidió solo ser identificada por su apellido, Pérez. Ella procura evitar usar demasiada agua para evitar el desbordamiento de las aguas residuales.

Otra habitante, Aide Barrera, de 59 años, dijo que en ocasiones su inodoro no descarga el agua, y para hacer sus necesidades tiene que ir a casa de una amiga o a un restaurante. Para no sobrecargar el temperamental sistema séptico, simplemente dirige el agua de su regadera, del fregadero de la cocina y de la lavadora hacia su jardín trasero.

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Una serie de tuberías dirigen el agua del fregadero de la cocina y la lavadora de Aide Barrera al jardín trasero, para evitar su fosa séptica deficiente. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

El hecho de no tener un baño funcional resultó especialmente difícil cuando Barrera estaba criando a sus hijas. “Gracias a Dios entendieron que tenían que estudiar para salir de este lugar”. Ella podría mandar a arreglar el sistema, pero le han dicho que costará 17,000 dólares. Y “17,000 dólares es lo que gano en un año”.

‘¿Con quién tenemos que hablar?’

La científica a la que algunos residentes llegaron a conocer como la “señorita de los parásitos”, y que dirigió el estudio sobre los strongyloides, llegó en 2017.

Rachael Singer era una estudiante de doctorado de la Universidad de Texas en Austin que ya había realizado estudios sobre parásitos en Nicaragua. Se enteró de Rancho Vista y de sus problemas de alcantarillado a través de sus colegas y decidió investigar. Junto con un equipo, recorrió la zona casa por casa, ganándose la confianza de los residentes y obteniendo docenas de muestras de sangre y heces.

“Al saber que América tiene un historial de infecciones [parasitarias]”, dijo Singer, parecía bastante verosímil que se encontraran parásitos en una “región con una infraestructura de saneamiento deficiente”.

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La Dra. Rachael Singer en su casa en Austin, Texas. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian
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Un volante colgado en la calle pregunta por la existencia de problemas sépticos en la comunidad de Rancho Vista, cerca de San Marcos, Texas. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

En el pasado se presumía que los parásitos intestinales estaban presentes en todo el sur de Estados Unidos. A principios del siglo XX, los índices de helminto, que se transmite por el suelo como el strongyloides, superaban el 75% en Alabama y casi dos tercios en Georgia. Se creía que los programas de control y erradicación generales, así como la expansión de los sistemas de saneamiento adecuados, habían acabado con ellos. Sin embargo, los programas de control han desaparecido en gran medida, a pesar de que un estudio reciente demostró que cerca de medio millón de hogares estadounidenses carecen de sistemas de saneamiento interior.

Sin embargo, en los últimos años, más de un tercio de los residentes de una comunidad de Alabama con deficiencias de saneamiento dieron positivo en las pruebas de helminto. En un estudio en curso, Rojelio Mejia, el destacado parasitólogo coautor del artículo sobre Rancho Vista, encontró altos índices del parásito Toxocara, que se propaga en las heces de perros y gatos, en muestras de suelo y aguas residuales de comunidades pobres a lo largo de cinco estados del sur.

El strongyloides está considerado como uno de los parásitos transmitidos por el suelo más ignorados. Es posible que los médicos que no tienen formación en medicina tropical no lo reconozcan, y no están obligados a notificar su detección a las autoridades estatales. Sin embargo, se calcula que más de medio millón de personas en todo el mundo están infectadas, y en Estados Unidos se ha detectado en lugares tan variados como los Apalaches y el condado de Los Ángeles, y en candidatos para trasplantes de órganos, en pacientes con discapacidades mentales y en veteranos de Vietnam décadas después de haber prestado servicio.

Aunque puede ser asintomático, el strongyloides es el más letal de los parásitos que se transmiten por el suelo. Si una persona infectada toma medicamentos inmunosupresores, como esteroides o quimioterapéuticos, o tiene un sistema inmunológico debilitado debido a una enfermedad como la leucemia, el parásito se puede multiplicar rápidamente por todo el cuerpo y causar la muerte.

En Rancho Vista, los 16 análisis de sangre positivos de un grupo de 97 residentes es el porcentaje más alto de muestras de sangre positivas encontrado en una población de personas no refugiadas en los Estados Unidos, según Singer, aunque la muestra es relativamente pequeña. (También es posible que aparezca un análisis de sangre positivo en alguien que anteriormente estuvo infectado pero que ya no lo está).

Singer cree que el strongyloides se está transmitiendo de forma local en Rancho Vista, a través del suelo sobre el que está construida la comunidad. Para respaldar esto, cita el hecho de que se diagnosticó a un bebé que nunca había viajado a algún otro lugar. Singer también plantea la hipótesis de que los perros callejeros podrían formar parte del circuito de transmisión si sus propios desechos infectados contaminan el entorno.

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Perros tendidos al sol en una entrada de vehículos en Rancho Vista. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./The Guardian

Existe la posibilidad de que los residentes que tuvieron un resultado positivo hayan contraído el parásito fuera de Rancho Vista, únicamente para ser examinados mientras vivían en el mismo lugar. Los expertos externos señalan que las conclusiones de Singer son verosímiles, pero no todos están tan seguros como ella.

Los resultados indican que algunos residentes “probablemente contrajeron la infección en su comunidad”, señaló Thomas Nutman, jefe del laboratorio de enfermedades parasitarias del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, que no participó en la investigación original. “Y creo que la parte importante es que la única forma probable de que esto pudiera ocurrir es la contaminación fecal del entorno”.

Otro experto en strongyloides expresó su cautela debido a que los investigadores de Rancho Vista no disponen de los historiales de viajes de toda la vida de todos los residentes que fueron analizados, por lo que no tienen conocimiento de si visitaron con anterioridad un lugar donde prevalece el strongyloides. “En general, esto sugiere que podría existir una infección localmente adquirida en Texas, pero no es lo suficientemente sólido como me gustaría para llegar a esa conclusión”, señaló Curtis Croker, epidemiólogo del programa de control de enfermedades graves transmisibles del departamento de salud pública del condado de Los Ángeles.

Singer aconsejó a los residentes que le entregaran a sus médicos las cartas en las que se les informó de los resultados de las pruebas. Pero varios residentes le comentaron que nunca les recetaron un tratamiento: una dosis única del medicamento ivermectina.

Verónica tomó el medicamento. Ella y Mónica creen que la mejor solución para su comunidad es conectarse a un sistema de alcantarillado municipal, posiblemente en la ciudad de San Marcos, cuyas líneas más cercanas se encuentran a 1.6 km de distancia. Esto evitaría que las larvas de strongyloides, si están presentes, lleguen al suelo. Reparar las fosas sépticas existentes sería un simple remedio temporal, señalan, porque podrían seguir apareciendo fugas de aguas residuales.

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Las hermanas Mónica y Verónica Reyes Ibarra hablan sobre los problemas que aquejan a la comunidad de Rancho Vista. Foto: Miguel Gutiérrez Jr./ The Guardian

Sin embargo, de acuerdo con la alcaldesa de San Marcos, Jane Hughson, “no existe ninguna responsabilidad legal porque [Rancho Vista] es simplemente una entidad fuera de la ciudad”. Indicó que Rancho Vista ni siquiera puede solicitar formar parte de San Marcos porque sus límites no son contiguos. “Están en una especie de tierra de nadie ahí. No es bueno y es triste, pero la ciudad no puede solucionar nada”.

El funcionario del condado de Guadalupe que representa a Rancho Vista no respondió a una lista de preguntas de The Guardian sobre la situación o la forma de resolverla.

“Están en una especie de tierra de nadie ahí. No es bueno y es triste, pero la ciudad no puede solucionar nada”. Alcaldesa Jane Hughson

Las hermanas Reyes Ibarra sienten que muchos de sus esfuerzos resultan inútiles, y en ocasiones se sienten desesperanzadas.

“¿Con quién tenemos que hablar?” preguntó Mónica en voz alta, cuando se encontraba con Verónica en su cocina en Rancho Vista hace poco tiempo.

“Es un poco frustrante y un poco vergonzoso porque pienso que deberíamos saber con quién hablar”, dijo. “Después pienso: a diferencia de algunos de nuestros vecinos, sabemos hablar inglés, tenemos algunos contactos, tenemos más estudios que mucha gente de nuestro vecindario, y si no podemos resolverlo, nunca se logrará nada si nos detenemos”.

Su padre, Antonio Reyes, de 53 años, dice que una de sus mayores alegrías en Rancho Vista ha sido ver crecer a sus hijas, quienes ahora viven en una bonita casa que él mismo ayudó a construir en la comunidad. Comenta que, aunque era consciente de la contaminación por aguas residuales, ha procurado mantenerlas a salvo de ella. En Rancho Vista, “es como si viviéramos en otro país en lugar de en Estados Unidos”, dijo.

The Guardian colabora con Catherine Coleman Flowers, la galardonada investigadora en materia de saneamiento, para investigar las deficiencias en este sector en Estados Unidos. Nos gustaría conocer tu caso, si te enfrentas a problemas de saneamiento.

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