Premio Nobel: ‘Nosotros los periodistas somos la línea de defensa entre la dictadura y la guerra’
Dmitry Muratov ofrece una conferencia de prensa en la entrada de la oficina de Novaya Gazeta en Moscú tras el anuncio de su premio Nobel. Foto: Kommersant

La última vez que un periodista ganó un premio Nobel fue en 1935. El periodista que lo ganó, Carl von Ossietzky, reveló la forma en que Hitler estaba rearmando secretamente a Alemania. “Y no pudo recibirlo porque languidecía en un campo de concentración nazi”, dice Maria Ressa a través de una videollamada desde Manila.

Casi un siglo después, Ressa es una de los dos periodistas que subirán al estrado del Nobel en Oslo el próximo viernes. Actualmente se enfrenta a la cárcel por “ciberdelincuencia” en Filipinas, mientras que el otro galardonado, Dmitry Muratov, redactor jefe de Novaya Gazeta, custodia uno de los últimos periódicos independientes en una Rusia cada vez más dictatorial.

Para Ressa, a quien se le suspendió la licencia de su sitio de noticias, Rappler, y que tampoco estaba segura de poder ir a recoger el premio hasta el viernes, cuando el gobierno le concedió el permiso, los paralelismos entre la presente situación y la década de 1930 son aterradoramente obvios por completo.

“Es una gran señal de que nos encontramos en ese mismo tipo de situación. Nos encontramos al borde del fascismo. Esta vez es diferente porque la tecnología lo permite, pero también está ocurriendo más rápido. Está ocurriendo esta insidiosa manipulación a gran escala y la humanidad se está mentalizando al respecto”.

Es, dice ella, “un momento que podría cambiar todo”.

Asimismo, para Muratov, que habló en una insólita entrevista a través de Zoom durante una visita rápida a Nueva York el mes pasado, no existe ninguna duda de que el premio es un símbolo no solo de una amenaza existencial para la libertad de prensa, sino de un mundo al borde del abismo. “Creo que nuestro mundo ha dejado de amar la democracia y ha comenzado a buscar dictaduras. Los periodistas son medios de comunicación independientes. Son la línea de defensa entre la dictadura y la guerra”.

Premio Nobel: 'Nosotros los periodistas somos la línea de defensa entre la dictadura y la guerra' - rappler
La periodista y CEO de Rappler, Maria Ressa, una de las ganadoras del Premio Nobel de la Paz 2021, habla durante una entrevista en Taguig City, Filipinas, en octubre. Foto: Eloisa Lopez/Reuters

La cuestión radica en si el mundo se dará cuenta de lo que Christophe Deloire, presidente de Reporters Sans Frontières, llama “un momento de la verdad”. Él considera que la concesión del Nobel a Muratov y Ressa es una clara señal de peligro para el mundo. “Los sistemas que fueron establecidos para la democracia y los derechos humanos se encuentran claramente en peligro. Todo el mundo puede verlo. Podemos sentir esta sensación de emergencia. Y este momento representa una materialización de múltiples crisis diferentes”.

Si se trata de “un momento que podría cambiarlo todo”, para Muratov y sus colegas en Rusia, no parece haber dudas sobre hacia dónde nos dirigimos. Durante su dirección en Novaya Gazeta, seis periodistas fueron asesinados, incluyendo a Anna Politkovskaya, a la que le dispararon en el elevador del edificio de su departamento en 2006. Pero la situación actual es escalofriante de una manera nueva y diferente.

Y existen otros paralelismos entre 1935 y el presente. Von Ossietzky ganó el premio por una serie de revelaciones sobre cómo Alemania estaba quebrantando deliberadamente el Tratado de Versalles y rearmándose en secreto. Intentó advertirle al mundo sobre los peligros de una Alemania recién militarizada y no vivió para ver las consecuencias de su información que se confirmó. Murió en 1938.

Cuando le pregunto a Muratov si en Europa occidental deberíamos temer a Rusia y sus intenciones, no duda: “Sí, por supuesto. No hay nada que ocultar al respecto. Cualquier dictadura tiene un acceso muy fácil a la violencia. Nuestro país, mi país, para mi consternación, apoya al dictador [bielorruso] Lukashenko, que esencialmente está intentando comenzar una guerra en el mismo centro de Europa”.

Muratov ha sido una figura menos pública que Ressa. Ha estado al frente de Novaya Gazeta durante décadas y encontró la forma de seguir trabajando incluso cuando otros medios de comunicación independientes de Rusia cayeron. Por esta razón, también es una figura más polémica. En Rusia, la noticia de su Nobel suscitó una reacción mixta. El periodista más destacado de Rusia, Alexei Navalny, que también es líder de la oposición, se encuentra actualmente en una cárcel rusa.

Se rumoró largamente que era candidato al premio, pero que el comité noruego del Nobel perdió el valor y cedió a las presiones del Kremlin. Y, en Rusia, los partidarios de Navalny, en particular, se mostraron indignados y molestos, aunque el mismo Navalny envió sus felicitaciones desde la cárcel, señalando “qué alto precio tienen que pagar aquellos que se niegan a servir a las autoridades“.

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Una edición reciente de Novaya Gazeta. El artículo de portada dice que “la troika regresa”, refiriéndose a los tribunales militares similares a los tribunales de la época de Stalin dirigidos por la policía secreta. Foto: Novaya Gazeta.

A Muratov no le molesta la cuestión. “La mayoría de esas personas en realidad han cambiado de opinión”, dice. “Y estoy muy agradecido con Alexei Navalny por sus felicitaciones”. Cuando le preguntaron un día antes de que se anunciara el premio quién creía que debía recibirlo, Muratov respondió que Alexei Navalny.

En Rusia existen cada vez más indicios de oscuridad: que Rusia está pasando, como decía un titular de The Economist la semana pasada, “de la autocracia a la dictadura”.

“La situación, por desgracia, es muy oscura. Actualmente está ocurriendo una estalinización en el país. Una vez más, los servicios secretos y la policía secreta están desempeñando un gran papel. Los servicios secretos siempre toman la decisión pero nunca asumen la responsabilidad de las consecuencias de dicha decisión”.

Y Muratov se muestra franco respecto a los retos, y ajustes, que ha tenido que realizar para seguir trabajando. “Intento dialogar con todo el mundo menos con los caníbales”, dice desde un café en Nueva York en su primer viaje fuera de Rusia desde que se anunció el premio. Viajó para asistir a la proyección de un documental, “Fuck This Job”, de otra periodista y cineasta rusa, Vera Krichevskaya, sobre la última emisora de televisión independiente de Rusia, Dozhd (Lluvia), y su propietaria con heridas de guerra, Natalya Sindeyeva. (El documental será transmitido por la BBC en enero).

Si Novaya Gazeta logró negociar una línea entre mantener su información independiente y no verse aplastada por el Kremlin, Dozhd cayó en el otro lado de esa línea. Tanto Dozhd como Sindeyeva fueron etiquetados como “agentes extranjeros” por el gobierno, al igual que la organización de derechos humanos más antigua de Rusia, Memorial.

La situación de Memorial, y, por tanto, la de los derechos humanos más fundamentales en Rusia, es lo que actualmente los aterroriza. La organización está luchando en la actualidad por su supervivencia en los tribunales tras ser acusada de “justificar el extremismo”. Para Muratov, Sindeyeva y Krichevskaya, reunidos en Nueva York, se trata de otra ironía enfermiza: la organización fue fundada por un premio Nobel de la Paz, Andrei Sájarov, y creada como un esfuerzo deliberado para evitar que el país cayera de nuevo en el totalitarismo.

Sindeyeva lo califica como “una catástrofe. Creemos que es el símbolo del abismo, cuando ya no puedes bajar más”. En Rusia, dice, están rehabilitando a Stalin y Memorial fue creada para recordar a “las víctimas de las represiones estalinistas”.

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Vladimir Putin promoviendo la inversión en Moscú el mes pasado, al tiempo que le advertía a la OTAN que no cruzara los límites de Rusia en Ucrania. Foto: Mikhail Metzel/Sputnik/AP.

Para Deloire, el reconocimiento de Ressa, Muratov y la importancia del periodismo aporta un rayo de esperanza. Es una situación profunda, comenta, porque “materializa los problemas, pero también materializa la necesidad de centrarse en las soluciones”. Menciona la cumbre por la democracia del presidente Biden de Estados Unidos, que también se celebra esta semana, como otro tenue rayo de esperanza.

Pero es una situación precaria.

Los observadores comentan que la amenaza contra Ressa es una muestra de algo peor que está por suceder en Filipinas, donde el hijo del exdictador, Ferdinand Marcos, se alió con la hija del actual presidente autoritario, Rodrigo Duterte.

Ressa ha pasado gran parte de los últimos cuatro años intentando resaltar que nada de esto está ocurriendo de forma aislada y que el “ataque a la verdad” está provocando lo mismo en las democracias occidentales como en su país.

Muratov se muestra incluso más sombrío. “Es aterrador que países que han vivido en democracia durante tantos años estén avanzando hacia una dictadura. Es un pensamiento simplemente aterrador”.

Mientras tanto, dice que hará lo que hacen los editores de periódicos: editar su periódico mientras pueda. O, mientras Vladimir Putin lo deje hacerlo.

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