Los miedos de los niños de cinco años: cómo los niños pequeños sobrellevan la ansiedad causada por el Covid-19
Place2Be, una organización benéfica para la salud mental de los niños, reporta 'un aumento de la ansiedad por separación, cambios de humor, problemas de atención, preocupación y tristeza'. Foto: dragana991/Getty Images/iStockphoto (Modelo posando)

Permítanme presentarles a una pequeña niña llamada Miriam. Tiene cinco años y va a una escuela primaria en el noreste de Londres. Los adultos que la conocen la describen como una niña segura de sí misma y extrovertida. “Tiene un enorme espíritu aventurero; quiere intentar todo”, dijo uno de ellos. Sin embargo, la pandemia que continúa propagando el miedo y la incertidumbre en todas nuestras vidas le ha provocado miedo al mundo que la rodea.

A Miriam le cuesta dormir porque tiene pesadillas. Sobre todo los domingos. Ir a la escuela es difícil, porque no quiere dejar a su madre. En ocasiones se enoja y se aferra a su mamá. “¿Estoy lo suficientemente segura para hacer esto sola?”, piensa, y a veces la respuesta que ella misma se da es no. “El Covid-19 le cortó las alas”, dice la orientadora de la escuela que trabaja con ella.

No es la única.

Se ha expresado ampliamente la preocupación por el impacto devastador de la pandemia en la salud mental desde que el Covid-19 arrasó con el mundo por primera vez, obligando a las escuelas a cerrar y a los países a permanecer en confinamiento, sin embargo, se ha prestado mayor atención a los niños mayores y a los adolescentes que vieron cómo cambiaban sus vidas, se cancelaban sus exámenes y su futuro se volvía incierto.

Pero, ¿qué ocurre con nuestros alumnos más pequeños, que faltaron a la escuela sin saber lo que se perdían y que no deberían tener ninguna preocupación en el mundo?

Desde el punto de vista positivo, los psicólogos y pedagogos coinciden en que muchos niños se habrán beneficiado del tiempo y la atención extra que recibieron de parte de sus padres, cuyas propias vidas se vieron interrumpidas mientras el mundo quedaba en confinamiento, aunque se hayan perdido importantes logros y ritos de paso: las fiestas de cumpleaños, las reuniones para jugar y las pijamadas con los abuelos, las clases de natación, las clases de danza y (la actual obsesión del gobierno) los nacimientos navideños. Muchos, sin embargo, también estuvieron encerrados en viviendas pequeñas, al cuidado de padres ansiosos y exhaustos que luchan contra sus propios demonios.

¿Cómo lo sobrellevan ahora? ¿Qué significará para ellos en el futuro? ¿Y cómo se sienten a medida que la nueva variante ómicron se extiende por todo el mundo, amenazando con desviar nuestro viaje de regreso a una vida más normal?

Los miedos de los niños de cinco años: cómo los niños pequeños sobrellevan la ansiedad causada por el Covid-19 - niñez
Algunos niños de cinco años han experimentado ansiedad por separación en su regreso a la escuela. Foto: SDI Productions/Getty Images (Modelo posando)

Una convocatoria de The Guardian generó docenas de respuestas de padres de niños de cinco años. Algunos dijeron que sus hijos crecieron bien. “Brillante y resiliente en todo momento”, comentó uno. “En gran medida, tranquilo”, dijo otro. Sin embargo, muchas de las personas que respondieron estaban preocupadas por sus hijos, como Bella, una analista empresarial del suroeste de Inglaterra. Al parecer, su hijo sobrellevó bien el confinamiento a principios de este año. “Estaba en casa y, aunque veía demasiada televisión, estaba bien. Sí extrañó a algunos de sus amigos, pero, como siempre ha sufrido de ansiedad por separación, creo que se sintió más cómodo estando en casa conmigo”.

Pero a medida que el confinamiento se prolongaba y Bella no siempre podía prestarle toda su atención debido a su trabajo, él batallaba, gritando y tocando sus instrumentos musicales lo más fuerte posible. Cada vez que tenían que salir, se lavaba obsesivamente sus manos y se aplicaba gel antibacterial hasta que su piel se ponía roja y áspera. Debido a que tiene asma, las infecciones llegaron a su pecho y le tuvieron que realizar repetidas pruebas PCR, que lo dejaron traumatizado.

“La primera estuvo bien”, comenta Bella. “Pero desde entonces cada una fue progresivamente peor. Sinceramente, no creemos que podamos lograr que le hagan otra, ya que lo angustia mucho”.

También comenzó a preocuparse de la posibilidad de contagiar a otras personas cualquier enfermedad que pudiera contraer. “Esta semana me dijo que tenía un ‘gran dolor de estómago’ y supe que era por ansiedad. Ha perdido familiares a causa del Covid-19, y tenemos varios parientes vulnerables, por lo que es consciente de las consecuencias de contagiarlo, pero es muy triste que un niño de cinco años se sienta tan ansioso por algo de lo que nunca debería preocuparse”.

La madre de Freya también está preocupada. Freya es hija única y le encanta la compañía.

“Solíamos ir juntos a todo tipo de grupos y clubes, con los que ella florecía”. Pero cuando Inglaterra entró en confinamiento en enero, “se sintió tan sola y aislada que dejó de comer”.

“Ahora ya regresó a la escuela, es mucho, mucho más feliz. Pero todavía tiene cicatrices importantes. Siente mucha ansiedad respecto a los gérmenes y los contagios, y se lava las manos de forma obsesiva. Hace poco, cuando uno de sus amigos vomitó delante de ella, se sintió tan ansiosa por la posibilidad de contagiarse que no pudo dormir en toda la noche”.

“Aunque le encanta la escuela, le cuesta mucho involucrarse en la parte académica. Tampoco le hace mucha ilusión ir a los eventos programados porque siempre sospecha que los pueden cancelar debido al virus”.

Freya prácticamente no recuerda una época anterior al Covid-19. “Este mundo de Covid-19 es el mundo que conoce y recuerda. Le provoca ansiedad, estrés y decepción, y me preocupa que sean cosas que la acompañen de por vida”.

El hijo de Anna también tiene dificultades. “Mi hijo pequeño sentía mucha ansiedad ante la idea de salir de casa durante el primer confinamiento. A pesar de que hacía calor y sol, solo quería estar adentro. Cuando Boris anunció que era momento de regresar a la escuela, salió con una erupción que el médico finalmente diagnosticó como urticaria; nunca habían visto una reacción semejante al estrés en un niño tan pequeño”.

“A menudo se nos escapan las lágrimas cuando vamos a la escuela y él nos dice que tiene miedo. No puede ver ninguna película de Disney en la que aparezca una muerte, ya que le aterra la idea de que sus padres y abuelos mueran, algo en lo que no debería pensar siendo tan joven”.

Otros padres que contactaron a The Guardian describieron diversos comportamientos preocupantes. Una madre comentó que su hijo se orinaba en la escuela a pesar de no haberlo hecho durante meses, otro desarrolló tics faciales y vocales, mientras que otro niño rechina sus dientes Existe una gran obsesión por lavarse las manos y una ansiedad muy extendida respecto a los gérmenes. Mientras tanto, se incorporó el tema de la pandemia en los juegos: los niños fabrican vacunas con el set de Duplo de LEGO y, cuando juegan a las tiendas, se le ordena a todo aquel que no tenga cubrebocas que se vaya.

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Existe una gran obsesión por lavarse las manos y una ansiedad muy extendida respecto a los gérmenes. Foto: Cavan Images/Getty Images/Cavan Images RF (Modelo posando)

Los profesores han reportado un gran nivel de ansiedad por separación, con un nivel mayor de apego de lo normal, niños que no quieren soltar a sus padres y una menor capacidad de concentración. Los niños de cinco años “no son niños de cinco años”, dijo un profesor de primaria en Norfolk. “En el mejor de los casos, son emocional y socialmente de tres o cuatro años. Todas las instrucciones tienen que ser cortas, directas y repetidas. Todos los trabajos tienen que ser sencillos y estar completamente apoyados. Están cansados, tristes y, en general, abrumados”.

Simon Kidwell, director de la escuela primaria Hartford Manor, en Cheshire, dice que cuando los niños regresaron a la escuela después del confinamiento, algunos de sus más pequeños tuvieron dificultades para entenderse entre sí y no tenían ni idea de cómo tomar turnos o jugar juntos. “Algunos niños estuvieron muy bien durante el confinamiento porque tuvieron más atención de los adultos, pero también hemos visto niños que se aislaron durante el confinamiento y les resultó difícil. Nuestros niños más pequeños no se hablaban entre ellos; jugaban de forma aislada. Eran callados y retraídos”.

La situación ha mejorado desde el inicio del periodo de otoño, sin embargo, dice: “Los niños más pequeños son los más afectados. Algunos padres todavía se sienten muy ansiosos de enviarlos a la escuela. La asistencia de esta semana es del 92%, que es muy baja. Normalmente estaríamos en el 97%”.

Place2Be es una organización benéfica dedicada a la salud mental de los niños que trabaja con más de 300 escuelas primarias y escuelas que imparten primaria y secundaria, ofreciendo orientación individual y en grupo. “Estamos observando un aumento de la ansiedad por separación, de los cambios de humor, de los problemas de atención, de la preocupación y de la tristeza”, señaló uno de los orientadores.

“Al principio de este año había una especie de energía efervescente sobre ellos. Hubo peleas y falta de amabilidad. No estaban preparados para aprender. Ahora están mucho más tranquilos. Pero han tenido experiencias muy, muy tempranas de perturbación, inconsistencia e incertidumbre, y de que el mundo no es un lugar seguro. Todos esos aspectos tendrán repercusiones”.

No se ha investigado el impacto de la pandemia en los niños más pequeños en la misma medida que en los mayores. No obstante, un estudio clave es el de Co-Space, una encuesta longitudinal realizada en el Reino Unido a padres y cuidadores desde el quinto día del primer confinamiento nacional del Reino Unido, en marzo de 2020. De acuerdo con la Dra. Polly Waite, de la Universidad de Oxford, que dirigió el estudio junto con la profesora Cathy Cresswell, se observó una diferencia “realmente sorprendente” en la forma en que la pandemia afectó la salud mental de los niños de 4 a 10 años, en comparación con los de 11 a 16 años.

“Los niños de 11 a 16 años con sus propios teléfonos pudieron interactuar con su grupo de compañeros”, dice Waite. “Los más jóvenes, que normalmente estarían corriendo por el patio de recreo con sus amigos, estaban aislados de su grupo de iguales, con unos padres que, comprensiblemente, se sentían verdaderamente estresados durante ese periodo“.

Más del 60% de los padres que participaron en el estudio Co-Space señalaron que no se sentían capaces de cubrir las necesidades de sus hijos y de su trabajo. El estrés de los padres era especialmente elevado en los hogares monoparentales, entre las familias con bajos ingresos y en los casos en que los niños tenían necesidades educativas especiales o trastornos del neurodesarrollo. “La mayoría de los padres”, comenta Waite, “no fueron su mejor versión como padres durante la pandemia”.

¿Hasta qué punto se deberían preocupar los padres de niños pequeños? La profesora Vivian Hill, directora del programa de formación en psicología educativa del Instituto de Educación de la UCL, señala que muchos niños que tuvieron problemas de ansiedad y separación a causa del Covid-19 ya se adaptaron y ajustaron bien a la escuela. Y añade: “Algunos seguirán siendo vulnerables a los factores desencadenantes del estrés y la ansiedad cuando se enfrenten a acontecimientos adversos. Este patrón de comportamiento puede continuar durante algún tiempo, pero dentro de un entorno de apoyo y con adultos que les enseñen a los niños las estrategias adecuadas, con el transcurso del tiempo desarrollarán estrategias de afrontamiento y aprenderán a manejar los acontecimientos desencadenantes. Aunque los acontecimientos de la vida nos afectan a todos, nos podemos recuperar, si contamos con el apoyo adecuado”.

Hasta cierto punto, Miriam, esa pequeña alma aventurera pero aterrorizada que conocimos al principio, lo confirma. Sus maestros están trabajando arduamente para ayudarla y recibe el apoyo de Place2Be. Todavía le cuesta separarse de su mamá, y las noches de los domingos siguen siendo las peores para conciliar el sueño. Sigue quejándose de los dolores de estómago y de cabeza, y a veces se quiere quedar en casa.

Pero está aprendiendo a sobrellevarlo. Tiene un llavero con la foto de su mamá, que cuelga de su cinturón hasta la hora de ir a casa. En la escuela, puede verlo cuando quiera y guardarlo cuando no lo necesite. Le ayuda a lidiar con el miedo y la incertidumbre que se apoderaron de su vida de cinco años.

Se cambiaron algunos nombres.

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