Solo bailo cuando estoy borracho o solo, ¿puedo enfrentarme a mis miedos y bailar sobrio?
El antiguo razzle dazzle… Sam Wollaston aprendiendo a bailar con Janette Manrara. Foto: David Levene/The Guardian

Todos estamos programados para bailar, dice Janette Manrara. “Los bebés no saben caminar, no saben hablar, pero pon una canción y empiezan a contonearse”. Una de las primeras cosas que ella hizo, al crecer en una familia cubana en Miami, fue pararse en los pies de su padre cuando él bailaba salsa.

Probablemente conozcas a Manrara por su papel de bailarina profesional en Strictly Come Dancing, y por presentar su programa complementario, It Takes Two. Ella es la mejor, y me va a enseñar a bailar.

En algún lugar dentro de mí, entiendo lo que quiere decir sobre estar programados. La música es importante para mí, y cuando es el tipo de música adecuado, siento el impulso de moverme al compás de la misma. Pero no he progresado mucho más allá de la etapa de balanceo. Nunca me he sentido completamente cómodo –ni siquiera a gusto– en la pista de baile. Las probabilidades no están precisamente a mi favor: soy un tipo larguirucho, introvertido, inglés y que ahora tiene 56 años; tal vez está bien tirar la toalla en este caso y aceptar mi lugar como el feo del baile que se marchita.

Sin embargo, el problema no tiene que ver con la forma o la edad de mi cuerpo, sino con lo que ocurre dentro de mi cabeza. Se trata de la autoconciencia y la confianza en uno mismo, demasiado y muy poco, respectivamente. Me gusta bailar, pero me preocupa cómo me veo cuando lo hago y lo que piensan los demás. Por eso, en general, solo lo hago cuando estoy borracho. O cuando estoy solo. Con frecuencia, ambas cosas, en realidad.

Y en este momento, no estoy en ninguna de las dos circunstancias. Es mediodía, estamos en un luminoso estudio de danza en Fulham, al oeste de Londres, y me está asustando muchísimo. Hay espejos a lo largo de una de las paredes, lo que no me ayudará con la autoconciencia. También es un recordatorio constante de que no estoy solo.

Ni siquiera somos únicamente Manrara y yo: Lucy, de la sección de publicidad de la BBC, está aquí, y también David, el fotógrafo de The Guardian, con todas sus cosas. “Olvida que está aquí”, dice Manrara. “Bailar no es presumir, se trata de sentirse de cierta manera, y en cuanto te des cuenta de que no lo haces para nadie más que para ti, te verás bien bailando, y lo disfrutarás“.

Empezamos con un pequeño calentamiento: sacudir, aflojar, mover la cabeza, después de eso Manrara dice que parece que tengo una buena conciencia de mí mismo y recibo un doble choque de puños de celebración. Ahora me va a enseñar los principios básicos de la salsa. “Como la salsa es lo menos técnico, no es necesario que pienses mucho, siempre y cuando puedas seguir el ritmo”. Entonces, no tengo que aspirar a tanto.

Los pasos que estoy aprendiendo no se parecen tanto a los pasos de baile latino de los concursos que se ven en Strictly, sino más bien a los que se pueden ver en una fiesta familiar en Cuba. Estoy contento con eso; llévenme a la fiesta familiar en Cuba. “No es una presentación”, dice ella.

Primero, sin música, me enseña: paso adelante, atrás, cerrar los pies, paso atrás, adelante, cerrar los pies. Ahora levantando un poco los pies, ups, no, así. Después, derecha e izquierda, piernas un poco flexionadas, menos rígidas, menos como un robot de salsa.

Solo bailo cuando estoy borracho o solo, ¿puedo enfrentarme a mis miedos y bailar sobrio? - 1-43-1280x853
‘Bailar no es presumir’… Sam Wollaston con Janette Manrara. Foto: David Levene/The Guardian

¿Qué hago con mis brazos? Nunca sé qué hacer con mis brazos. “Imagina que estás tocando la batería, con las manos adelante, los codos hacia fuera y las manos en dirección contraria a tus pies. Y mueve la cadera”. Ella mueve su cadera, como una esquiadora de slalom. Yo meneo la mía, como un borracho que se tropieza. Las caderas no mienten. Pero creo que pueden esperar; hay que ir dando pasos de bebé y todo eso.

Entonces, Manrara pone música de salsa, a todo volumen, aunque no lo suficiente como para ahogar mis inhibiciones. Ahora está frente a mí: “No veas hacia abajo o me vas a pisar”, me dice. ¿Hacia dónde veo entonces? No estoy listo para el contacto visual; me conformo con ver por encima de su hombro.

Bueno, está bien, no es tan malo. Pero es una rutina bastante específica que me enseñó Manrara y que puedo seguir. Pero también quiero tener confianza, ya sabes, simplemente bailando, en una discoteca (poco probable, en la actualidad, para ser sinceros), en una boda, posiblemente, papá bailando I Will Survive, Staying Alive o Thriller.

“No existe lo correcto o lo incorrecto, se trata de dejarse llevar. Cuando suena una canción que te encanta, olvida quién está alrededor, se trata de ti; solo tienes que ser Sam. ¿Cuál es tu canción favorita?” Dios, mi canción favorita, tantas… “¿Tu estilo de música favorito, entonces?” Eh, me gusta mucho el ¿reggae?… Pone Could You Be Loved de Bob Marley y me dice que cierre los ojos y me relaje

Eso –ojos cerrados– es una buena idea. No estoy en un luminoso estudio con una famosa bailarina de la tele y un fotógrafo de un periódico nacional, estoy en un bar de playa… Don’t let them change ya, Oh! Or even rearrange ya! Y empiezo a menearme, en el buen sentido, bueno, en el mío, no me importa si está bien o no, ¿recuerdas? Todavía no sé qué hacer con mis brazos…

“¡Ponlos en el aire!”, dice Manrara. ¿Qué, en el aire? No creo que lo haya hecho… bueno, tal vez una vez, en Ibiza en 1987, pero en realidad no soy el tipo de persona que pone “las manos en el aire”. Así que simplemente las agito un poco, pero entonces escucho a David haciendo clic con su cámara, y recuerdo dónde estoy y por qué estoy aquí, y eso arruina el momento en cierto modo.

Aun así, nos damos los cinco y adivinen qué: Manrara dice que tengo un ritmo interno natural. ¡Ja! Obviamente, se lo dice a todo el mundo, pero me lo quedo.

De cualquier forma, regresamos a la salsa, y ella quiere intentar algo más. Recuerda el paso: adelante, atrás, cerrar los pies, atrás, adelante, cerrar los pies, luego de lado, de lado. Pero ahora toma mis manos… Y eso me hace sentirme consciente de mí mismo otra vez. Debí mencionar la operación de mi mano que tuve hace un par de semanas, la cicatriz reciente. Puede que se sienta un poco rara y áspera, ¿es por eso que ella retrocede horrorizada? Pero no está retrocediendo horrorizada, ¡está dando vueltas! Afloja tu agarre, dice. Ya veo, para retorcernos menos, menos como una toalla mojada que está siendo escurrida.

Vuelve a girar, esta vez con mayor éxito. No voy a mentir, me siento un poco satisfecho conmigo mismo, aunque no tenga mucho que ver con ello. Esto conduce a más felicitaciones y dar los cinco dos veces. “¡Aprovecha tu longitud!”, me dice Manrara. ¿Qué significa eso? “No se trata de ser engreído o arrogante o de pensar que eres el mejor cuando entras en una sala; se trata de amar y aceptar todo lo que tienes. ¡Hazlo tuyo!”

Lo tengo: poseer mi longitud. Y tengo que prometer que saldré a bailar más seguido. “Porque de verdad es una medicina para el alma, y te ayudará con la confianza en todos los aspectos de tu vida”. Genial, creo que estoy curado entonces. A partir de hoy, nadie pone a Sam en la esquina.

Síguenos en

Google News
Flipboard