Cómo aprender el truco de la confianza en uno mismo
'Este simple replanteamiento de la forma en que me veo a mí mismo me parece muy significativo': Jamie Waters. Foto: Pål Hansen/The Observer

El Dr. Nate Zinsser, uno de los mejores psicólogos del ejército estadounidense, famoso por ayudar a los tenientes y oficiales a reforzar su confianza, me regaña. Estuvimos hablando de escritores muy disciplinados que se sientan en sus escritorios a las 9 de la mañana todos los días, sin importar las circunstancias, y que escriben historias con asertividad. “Definitivamente, yo no hago eso”, digo, destacando que envidio su confianza para sentarse y cumplir. Un agresivo rasgo de perfeccionismo, combinado con la inseguridad del síndrome del impostor, significa que necesito que las condiciones sean perfectas para tener fe en que produciré algo decente. Zinsser se pone blanco.

“La afirmación ‘yo no hago eso’ es una decisión que tomas acerca de ti mismo”, dice, hablando por videollamada desde su oficina en la Academia Militar de Estados Unidos en el norte del estado de Nueva York; detrás de él hay una pizarra blanca, espadas japonesas ornamentales y fotos de atletas a los que ha asesorado, incluido el equipo masculino de bobsled ganador de una medalla olímpica. “Un cambio constructivo en tu forma de pensar sería la idea de que, ‘independientemente de que haya dormido bien la noche anterior o de que haya desayunado bien, una vez que den las nueve, estaré en mi escritorio, con las luces prendidas, listo para empezar, y estaré produciendo cosas buenas'”, dice. “Esa es una creencia sobre ti mismo que puedes cultivar de-li-be-ra-da-men-te”, añade, alargando cada sílaba de “deliberadamente” para que no quede duda de que en este asunto, al igual que en todas las cuestiones relacionadas con la confianza en uno mismo, el cambio reside en mí.

Dicho con una gentil seguridad, en lugar de gritar a través de la pantalla, no es el tono que uno esperaría de un hombre que durante 27 años ha dirigido el programa de psicología del desempeño de la academia. De hecho, lo único de su persona que grita “ejército” es su chamarra negra, que luce la palabra en mayúsculas en la parte delantera. Con su barba blanca como la nieve y su gangoso y ligero acento de Nueva Jersey, este hombre de 67 años tiene una presencia tranquila, casi paternalista. Su tipo de optimismo es mucho más reservado que el entusiasmo desbordante que con frecuencia se asocia a los gurús de la autoayuda. “No vivimos en un mundo de dulces y caramelos”, como él dice. “Vivimos en un mundo real de plazos, sudor, ampollas y fatiga muscular, y tenemos que analizar cuál es la forma constructiva de pensar en esas situaciones”.

Además de sus funciones en el ejército, en su consultorio privado Zinsser ha trabajado con una brillante lista de clientes, entre los que se encuentran neurocirujanos, candidatos al Congreso, bailarinas, escritores y atletas estrella, como el dos veces ganador del Super Bowl, el mariscal de campo Eli Manning. Tanto si su ámbito es la mesa de operaciones como la pista de atletismo, acuden a él para que les ofrezca consejos decisivos sobre cómo disipar esas molestas voces negativas que tienen en la cabeza para que puedan ofrecer un rendimiento sorprendente bajo presión. Y ahora acaba de plasmar sus conocimientos en un libro, The Confident Mind: A Battle-Tested Guide to Unshakable Performance.

Por mi parte, espero obtener algunos consejos del afamado susurrador de confianza. Aunque no soy un desastre nervioso, sí tengo la costumbre de dudar de mí mismo en algunas partes de mi vida profesional y social. Y la idea de hablar en público me hace sudar frío. La posibilidad de subsanar los puntos débiles de mi armadura de autoestima y salir con el aplomo de un mariscal de campo resulta, como mínimo, tentadora.

¿Pero es realista? Solemos considerar que la confianza es un elixir mágico que solo está al alcance de los velocistas olímpicos, los directores ejecutivos y otras criaturas bendecidas con un talento inusual, un pecho sobresaliente y unos dientes blancos como los de Colgate (además de alguno que otro bufón fanfarrón). Para la mayoría de nosotros, ser un adulto significa tener un doctorado en nuestra multitud de defectos, puntos débiles e inseguridades paralizantes.

Y aunque puedo mejorar mi condición física con un Pelotón, y mi calma interior con la meditación, seguramente no puedo simplemente aprender a tener un buen concepto de mí mismo, ¿verdad? ¿Cómo ser imperturbable ante la presión? ¿Cómo creer -con una seguridad que invalida cualquier duda persistente- que puedo ser bueno en cualquier cosa?

Con su estilo metódico y equilibrado, Zinsser está aquí para decirme que, si me comprometo tenazmente a modificar la historia que me cuento sobre mí mismo, entonces sí: sí puedo.
En primer lugar, un poco de limpieza: Zinsser desea aclarar algunos conceptos erróneos comunes relacionados con la confianza, empezando por la forma en que la definimos. Aunque solemos pensar en ella como un sentimiento de creencia en nuestra propia capacidad, Zinsser considera que esto no es útil porque ignora un hecho crucial: estamos programados para desarrollar nuestras habilidades de forma inconsciente. Cuando estamos en la zona -ya sea durante un partido de tenis, un examen de matemáticas o un concierto de violín- no estamos evaluando de forma crítica cada movimiento, sino que funcionamos en un estado de flujo libre.

“Si nos obsesionamos con la mecánica, e intentamos pensar en lo que estamos haciendo mientras lo hacemos, accedemos a una gran cantidad de vías neuronales que nos atan”, comenta. Por tanto, define la confianza como “la sensación de certeza sobre tu capacidad que te permite llevar a cabo algo sin pensar en ello: que te permite realizarlo de forma más o menos inconsciente”.

El hecho de estar en este estado hace que se pueda alcanzar el éxito, pero no lo garantiza. No encubrirá la falta de capacidad, pero te permitirá afrontar la ejecución pensando: “Tengo este dinero en mi cartera y ahora lo puedo gastar, vamos a ver si tengo suficiente”, señala. Sin confianza, nunca sabremos lo bueno -el talento, la habilidad- que es realmente un individuo.

Zinsser no considera en particular que la confianza sea un producto de la genética. Tampoco está necesariamente ligada a las competencias. Es verdad que idolatramos a los atletas superestrella, cuyo talento y fanfarronería parecen ir de la mano, pero él se encuentra con otras tantas personas talentosas que carecen de confianza en sí mismas. “El hecho desafortunado que observo es que nuestra competencia real es superior a nuestro grado de confianza en ella”, señala, hablando sobre la población en general. “La conclusión que sacas sobre ti mismo a partir de las experiencias de éxito [es lo que genera la confianza]”, explica. “A menos que llegues a esas conclusiones, es posible que el éxito real que tengas no te sirva de nada”.

Él considera que la confianza se cultiva durante la infancia -“cómo te alentaron cuando eras joven a pensar en ti mismo“- y cita como ejemplo a King Richard, la reciente película biográfica que muestra a Richard Williams diciéndole constantemente a sus hijas Serena y Venus que estaban destinadas a convertirse en las mejores tenistas del mundo.

¿Cualquier persona puede llegar a tener más confianza en sí misma o solo es alcanzable para ciertos individuos? Hace una pausa durante unos instantes, reflexionando sobre sus palabras. “Creo que es muy posible que cualquier persona desarrolle un mayor sentido de seguridad”, responde, finalmente. “Puede que algunas personas tengan que superar más cargas de su pasado que otras, pero yo creo bastante en ese tipo de potencial humano”.

En cualquier caso, no existe algo parecido a “una persona segura de sí misma”; se trata más bien de que tienes confianza en una habilidad o situación concreta (e incluso dentro de una misma capacidad, te sentirás mejor en algunas actividades que en otras). Un ejemplo: Eli Manning. La exsuperestrella de la NFL, que llevó en dos ocasiones a los Giants de Nueva York a triunfar en el Super Bowl, “confiaba mucho en su capacidad para lanzar ciertos balones y llegar a ciertos defensas, pero no le gustaba ponerse de pie y hablar delante de una multitud”, comenta Zinsser. “Estoy convencido de que a todos nos pasa lo mismo: no creo que exista alguien que tenga confianza en sí mismo de forma generalizada”.

“¿Alguna vez produjiste un buen trabajo en condiciones deficientes?”, pregunta retóricamente Zinsser. Retomamos el tema de ayudarme a forjar una mentalidad de escritor a prueba de balas.

“Yo creo que sí”, continúa, “de lo contrario, no estarías en el trabajo en el que estás. Así que lo que tienes que reforzar, una historia que te tienes que contar sobre ti mismo, es: ‘Trabajo bien, a pesar de las distracciones. Trabajo bien, en casi cualquier condición. Mi editor puede contar conmigo para entregar un trabajo de calidad, incluso cuando las cosas a mi alrededor son caóticas'”.

Este sencillo replanteamiento de la forma en que me veo a mí mismo me parece muy significativo. Y lo pongo en práctica de inmediato: en una situación meta, estoy escribiendo este artículo desde un apretado asiento de avión rumbo a Australia, con una serie de mensajes de texto previos al vuelo de parte de mi editor exigiendo garantías de que podré entregar mi escrito antes de la fecha límite que todavía calientan mi teléfono. Con cada llanto espeluznante de un bebé en un moisés cercano, repito mi nuevo mantra sobre mí mismo con una energía cada vez más febril.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Zinsser compara la confianza con una “cuenta bancaria” mental que debemos recargar constantemente con valiosos depósitos. Esto incluye extraer de nuestra memoria los casos en los que hicimos bien las cosas. Después de cada sesión de entrenamiento, o de un día de trabajo, deberíamos dedicar alrededor de cinco minutos a reflexionar sobre las cosas que acabamos de lograr y a registrarlas en nuestro “disco duro interno”. Ninguna victoria es demasiado pequeña para incluirla. (También señala que vale la pena dedicar tiempo para pensar en el futuro y visualizar, en una calidad realista de película de alta definición, los sueños que más deseas).

Esto es válido para cualquier situación agónica que te mantenga despierto. ¿Estás plagado de pensamientos del síndrome del impostor de no estar cualificado para realizar tu trabajo? “Te diría que me dieras todo tu currículum”, comenta Zinsser. “Somos demasiado buenos para ignorar las habilidades que hemos cultivado, el esfuerzo que realizamos para desarrollarnos hasta el punto de ser realmente empleables y competentes. Busca algunas de las razones por las que efectivamente eres la persona idónea para el puesto”.

Su libro contiene un sinfín de tácticas para mantener esa cuenta bancaria rebosante mediante la reestructuración de tu forma de pensar sobre tus tropiezos. Algunas de ellas están inspiradas en Martin Seligman, el padre de la “psicología positiva”. Estas tácticas reconocen que tendremos pensamientos negativos y que cometeremos errores, pero podemos apartarlos con eficacia si los consideramos “temporales (“es solo esta vez”), limitados (“es solo en este lugar”) y no representativos (“esa no es la verdad sobre mí”). También existen técnicas físicas: mantener los hombros ligeramente hacia atrás y la mirada al frente mejorará tu postura, mientras que el concentrarse en la respiración durante una labor puede ser una forma poderosa de aportar una sensación de control y de llevarte al momento presente. (Toma en cuenta que ninguna de estas tácticas requiere que te pavonees odiosamente como El lobo de Wall Street).

El ejemplo más extremo de pensamiento selectivo, la “mentalidad de tirador” aplicada por el jugador de baloncesto de los Golden State Warriors, Stephen Curry, consiste en considerar que los lanzamientos fallados son temporales y un presagio de que estás a punto de recuperar el éxito (“estoy obligado a encestar el siguiente”), mientras que los éxitos son considerados como algo permanente (“ahora estoy en una buena racha”).

Un pensamiento persistente que tuve al leer estos pasajes: construir la confianza con frecuencia requiere ignorar la lógica. Esto me remitió a finales de la década de 2000, cuando, como adolescente obsesionado con el tenis que viajaba por Australia compitiendo en torneos, mi confianza en la cancha era frágil en el mejor de los casos. Si mi calentamiento salía mal, me convencía de que todo el partido sería un desastre. Y no conseguía concentrarme en el juego si antes del encuentro evaluaba que mi oponente era mejor que yo: técnica más fluida, tiros más grandes, entrenamiento llamativo de una academia en el extranjero. En esos casos, ya estaba derrotado incluso antes de que empezara el partido. Como suele ocurrir cuando nos adentramos a una situación donde no tenemos confianza, se convirtió en una profecía autocumplida.

Si alguien me hubiera hablado de la mentalidad del tirador, que Zinsser denomina “arma psicológica termonuclear”, habría dicho: “Estupendo, pero ¿cómo se supone que voy a creer estas cosas?” ¿Cómo dejar de lado toda la razón y creerme una fantasía en la que los errores conducen al éxito y el éxito también conduce al éxito?

Si soy sincero, esto parece un poco delirante, le digo ahora a Zinsser.

Lo es, responde. Sin embargo, la clave para creer plenamente en ello es practicarlo, repitiendo estos mantras, recuerdos y trucos mentales hasta que la historia que nos cuentan se convierta en “tu forma dominante de pensar sobre ti mismo en ese contexto“, explica. “Se tiene que convertir en tu hábito dominante respecto a tu forma de pensar sobre ti mismo -de la misma manera en que te cepillas los dientes cada mañana y cada noche- si quieres que se materialice en un ambiente desafiante. No puedes activarlo simplemente porque sí. Ya tiene que estar en ti”. No puede precisar cuánto tiempo se necesitará: en el caso de algunos clientes, sucedió en pocas sesiones, mientras que en otros se necesitaron seis meses de meticuloso cumplimiento antes de que se convirtiera en algo endémico a su forma de pensar.

Y por si la confianza no fuera lo suficientemente escurridiza, una vez que la consigues, la lucha continúa. “Todos somos seres imperfectos y, no importa cuántas veces practiques ese segundo saque, de vez en cuando te equivocarás”, comenta Zinsser. La confianza es un elemento más delicado que un florero de vidrio soplado. Adquirir un poco de ella “no significa que la tendrás para siempre. Se puede derrumbar fácilmente. Tendrás que levantarte de nuevo mañana y reconstruirla”.

El tema de la confianza ha existido desde que el ser humano se lanzó a la batalla. El libro de Zinsser comienza con una cita del legendario general chino Sun Tzu que, en su tratado del siglo V a.C. El arte de la guerra, declaró: “los guerreros victoriosos primero ganan y después van a la guerra, mientras que los guerreros derrotados primero van a la guerra y después buscan ganar”.
Sin embargo, en la actualidad, tal vez más que nunca, los individuos necesitan adoptar una mentalidad de confianza en sí mismos. La sociedad moderna es, en el mejor de los casos, “muy ambivalente” respecto a la confianza y no está dispuesta a llenarnos de ella, dice Zinsser. Cuando crecemos, nos enseñan que una pizca de confianza es buena, y que si nos excedemos, corremos el riesgo de volvernos presumidos o arrogantes y, por tanto, antipáticos. Zinsser considera que el mayor obstáculo a la hora de luchar para tener más confianza en uno mismo es “la falsa impresión de que si me vuelvo seguro de mí mismo, de alguna manera me volveré flojo y complaciente y perderé mi entusiasmo y motivación para mejorar“, señala. “Vaya, es una gran idea equivocada”.

Dentro de nuestra educación y socialización, nos enseñan a enfocarnos en la corrección de las imperfecciones y los errores, marcando con tinta roja todas las facetas de nuestra vida. “Existe una curiosa tendencia en nuestro mundo moderno a identificarnos en exceso con nuestros defectos e incluso a definirnos según nuestros errores, nuestras presuntas limitaciones y todas las cosas que aún no podemos hacer”, escribe Zinsser. Aunque admite que existe un momento para ser un crítico implacable, “también tiene el mismo valor ser el mejor amigo de uno mismo”.

Las redes sociales no ayudan a la causa. “El bombardeo incesante de los mensajes, 24 horas al día y 7 días a la semana, siempre colocan delante de nosotros estas imágenes hasta cierto punto falsas: ‘Mírame, en este lugar, disfrutando este maravilloso día y esta fabulosa bebida’”, comenta. “Suele hacernos pensar: ‘Bueno, cielos, no estoy en un lugar hermoso con alguien hermoso disfrutando de una hermosa bebida. ¿Qué está pasando conmigo?“.

¿Tenemos menos confianza que las generaciones anteriores? Zinsser hace otra larga pausa reflexiva. En los años cincuenta y sesenta, explica, “hubo toda una generación o dos de personas que realmente crecieron creyendo ‘las cosas pueden ser mejores, puedo tener una gran vida, puedo tener éxito’. En la actualidad, con la generación que creció con el internet, no estoy seguro de que exista el mismo nivel general de optimismo“, dice. “Mi percepción es que quizás actualmente no somos tan seguros y optimistas”.

Un motivo más para ponerte a trabajar en esa película sobre tu vida en la que eres el encantador protagonista que lo culmina todo -hazañas reales de tu pasado y objetivos de tu lista de deseos- de manera extraordinaria. Es cierto que se necesita dedicación para transmitir esta película en tu mente cada noche, no obstante, hace que todo el trabajo duro que hiciste -los ejercicios de revés, la lectura del fin de semana, los títulos universitarios, la sangre y el sudor- valga la pena al concentrarte en el juego cuando llega la hora de la verdad.

Zinsser lo llama la cereza del pastel. “Es la decisión de decir: ‘Hice el trabajo. Sé lo que sé. Ahora voy a cumplir. Soy suficiente'”.


The Confident Mind: A Battle-Tested Guide to Unshakable Performance del Dr. Nate Zinsser será publicado el 27 de enero por Cornerstone Press con un precio de 14.99 libras. Cómprelo por 13.04 libras en guardianbookshop.com

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