‘Lo último que necesita el planeta es más gente’: los hombres que se hacen la vasectomía para salvar el mundo
FOTO: Ilustración: Till Lauer/The Guardian

Cuando Lloyd Williamson se acostó de espaldas en la clínica de un médico de cabecera a finales del pasado mes de noviembre, se trató de la culminación quirúrgica de años de búsqueda espiritual. Williamson, de 30 años y originario de Essex, recuerda que cuando era niño quería tener una familia, pero algo cambió a principios de sus 20 años. “Pensé: ¿sabes qué? No quiero traer una vida a este mundo, porque es un desastre tal y como está y solo va a empeorar”, cuenta, dos semanas después de su vasectomía.

La crisis climática motivó en gran medida a Williamson a esterilizarse. Considerando la relación entre el crecimiento económico impulsado por los combustibles fósiles y el crecimiento de la población, él cree que tener menos hijos es un aspecto con el que los individuos pueden ayudar. “No podemos transferir nuestro problema de carbono a la siguiente generación, porque no es justo para ellos”, señala.

Williamson, que trabaja como oficial de respaldo de datos para el consejo municipal de Essex (se postuló sin éxito como regidor del Partido Verde en Chelmsford en 2019), comenta que conoce a otros hombres jóvenes sin hijos que están considerando hacer lo mismo. Aunque son escasos los datos confiables sobre el número de vasectomías y sus motivaciones, crece la evidencia que sugiere que, en todo el mundo, los hombres sin hijos están tomando medidas directas.

Nick Demediuk, médico de cabecera australiano y uno de los médicos clínicos más prolíficos en vasectomías, señala que la mayoría de sus pacientes son padres mayores de 35 años. No obstante, el médico, que ha realizado más de 40 mil procedimientos desde 1981, calcula que en la actualidad alrededor de 200 de los 4 mil pacientes que atiende cada año en su clínica son hombres jóvenes sin hijos. Aproximadamente 130 de ellos dicen que lo hacen por el planeta.

“Antiguamente, se trataba únicamente de un estilo de vida”, señala Demediuk sobre sus pacientes más jóvenes y sin hijos. “Querían viajar por el mundo, trabajar mucho y no quedarse atrapados con un hijo. Y eso ha cambiado, probablemente en los últimos tres o cuatro años, hasta el punto en el que el medio ambiente es el motivo principal”.

No debería resultar sorprendente que una generación que tiene una mayor conciencia sobre la emergencia climática se plantee importantes preguntas sobre las estructuras familiares tradicionales. En 2019, la entonces congresista estadounidense de 29 años Alexandria Ocasio-Cortez contuvo sus lágrimas al pronunciar un discurso sobre la emergencia climática. “Les hablo como un ser humano, una mujer cuyos sueños de maternidad ahora tienen un sabor agridulce por lo que sé sobre el futuro de nuestros hijos“, dijo en una cumbre para alcaldes en Copenhague. “Nuestras acciones son las responsables de visibilizar sus probabilidades más calamitosas”.

Un estudio realizado en 2017 indicó que la acción más eficaz que un individuo podía realizar en términos de ayudar al planeta era tener un hijo menos; esto ahorraría más de 25 veces las emisiones de las siguientes empresas más importantes (vivir sin carro y evitar los vuelos de larga distancia). El príncipe Harry mencionó la cuestión climática cuando reveló en una entrevista de 2019 con Vogue que no tendría más de dos hijos.

Matthew Schneider-Mayerson, profesor asociado de estudios medioambientales en el Yale-NUS College en Singapur, es el autor de un próximo libro sobre la elección “eco-reproductiva”. El año pasado realizó una encuesta detallada dirigida a 600 personas de entre 27 y 45 años que se preocupaban por la crisis climática. De ellas, el 96% temía que sus hijos tuvieran dificultades para desarrollarse o incluso sobrevivir a los peores escenarios climáticos, mientras que el 60% estaba preocupado por la huella de carbono de su posible descendencia.

Schneider-Mayerson no ha estudiado el aumento de la vasectomía por motivos climáticos. Es posible que todavía se trate de una decisión de nicho, con frecuencia influenciada por otros factores, incluida una mayor ambivalencia respecto a la crianza de los hijos. Sin embargo, plantea cuestiones éticas y políticas, incluyendo las polémicas ideologías de la “superpoblación”, así como las consecuencias prácticas de las sociedades generacionalmente desequilibradas. Independientemente de todo esto, comenta Schneider-Mayerson, “es triste que la gente se vea obligada a tomar en cuenta el cambio climático en esta decisión”.

Para Nate Miller (nombre ficticio), un hombre de 36 años de Colorado, la elección en 2016 de Donald Trump, una persona que niega la ciencia del clima, fue el factor decisivo. “Saqué una cita para hacerme una vasectomía esa misma semana”, cuenta. Al igual que Williamson, Miller, quien trabaja para una organización benéfica ambiental, creció compaginando la suposición de que tendría hijos con una conciencia ambiental cada vez más profunda. “Estamos desequilibrando los ecosistemas y provocando la extinción masiva de innumerables especies”, señala. “Creo que lo último que necesita este planeta es más gente”.

Para Miller y su pareja de muchos años han funcionado los otros métodos anticonceptivos, sin embargo, hacerse una vasectomía les pareció un acto definitivo. Encontraron un urólogo, que le dio una cita a Miller tras comprobar que estaba seguro de su decisión. Miller también quería sentirse totalmente seguro, debido a la opinión extendida de que el procedimiento es sangriento, doloroso y en cierto sentido una castración.

Esta opinión es obsoleta, indica Demediuk. La operación, que solía ser más invasiva y se realizaba con anestesia general, actualmente suele ser incruenta; no hay bisturí. Por el contrario, se realiza una punción en el escroto bajo anestesia local con un par de pinzas diminutas, creando un orificio lo suficientemente grande como para que se puedan extraer los vasa deferentia -los dos conductos que transportan los espermatozoides-. Se cortan los conductos, se sellan y se vuelven a introducir. Demediuk comenta que el orificio rara vez requiere un apósito, y mucho menos una puntada. El proceso dura 15 minutos y tiene una eficacia superior al 99%. Miller y Williamson cuentan que regresaron a la normalidad a los pocos días.

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Ilustración: Till Lauer/The Guardian


Las vasectomías combaten el desequilibrio de género que sigue acompañando las opciones y la práctica del control de la natalidad. Conllevan menos riesgos que otros métodos anticonceptivos femeninos más invasivos y menos confiables, incluyendo la esterilización y el DIU. Sin embargo, pueden resultar difíciles de conseguir, especialmente para los hombres más jóvenes sin hijos.

Williamson había pensado en hacerse una vasectomía cuando tenía poco más de 20 años, pero lo desanimaron las espeluznantes historias que escuchó de hombres mayores que se sometieron al procedimiento hace muchos años. Williamson esperó en vano la todavía escurridiza “pastilla masculina” hasta que, a los 25 años, se enteró de los avances en la vasectomía. Consultó a su médico de cabecera si podía realizarse una y la respuesta que recibió fue negativa.

Aunque en el Reino Unido no existen leyes relativas a la edad en la que los hombres se pueden hacer una vasectomía, el Servicio Nacional de Salud aconseja que es más probable que se apruebe el procedimiento si son mayores de 30 años y tienen hijos. “Su médico de cabecera tiene derecho a negarse a realizar el procedimiento… si considera que no es lo mejor para usted”, indica la guía, que también advierte que las reversiones son poco confiables, con una tasa de éxito del 55% en un plazo de 10 años y solo del 25% a partir de entonces.

Williamson reconoce que la mentalidad y las circunstancias pueden cambiar, pero consideró que la guía era paternalista. Cuando cumplió 30 años, volvió a intentarlo. Esta vez, su médico de cabecera aceptó, pero le informó que tendría que pagar; el grupo clínico encargado de Mid Essex (CCG) -el organismo dirigido por médicos de cabecera responsable de la contratación de servicios médicos en su área- retiró el financiamiento de las vasectomías en 2016 para ahorrar dinero. En un correo electrónico, indica que la demanda era baja; añade que las vasectomías ” pueden ser accesibles con relativa facilidad sin demasiada presión financiera y que existen métodos anticonceptivos gratuitos para las mujeres”.

Mid Essex fue uno de los nueve CCGs que recortaron o consideraron recortar los fondos alrededor de la misma época, provocando fuertes críticas de las organizaciones benéficas de planificación familiar. Cuando contacté a NHS England para determinar la extensión en la que se retiró el procedimiento, me respondieron que tendría que hablar por separado con todos los 106 CCGs de Inglaterra. El acceso y las listas de espera también varían en Escocia, Gales e Irlanda del Norte. El Servicio Nacional de Salud rara vez cubre las reversiones, cuyo costo asciende a miles de libras.

El médico de cabecera de Williamson lo remitió a David Acorn, un médico de cabecera de Essex que dirige una clínica privada de vasectomías, una de las docenas que existen en el Reino Unido. Acorn, que cobra 360 libras por el procedimiento, comenta que Williamson fue el primer paciente que atendió que mencionó explícitamente la situación climática como motivo. No obstante, señala que cada vez recibe más solicitudes de hombres más jóvenes que no tienen hijos. “Me interesa particularmente garantizar que comprendan perfectamente la posible permanencia de lo que solicitan”, indica.

Es posible que los recortes del presupuesto sean parte de la razón de la aparente disminución del número de vasectomías, sin embargo, la privatización del procedimiento dificulta el seguimiento de la demanda. De acuerdo con las cifras del Servicio Nacional de Salud, en 2010/11 se realizaron casi 20 mil operaciones y en 2020/21 menos de 4 mil 500.

Independientemente de la cifra real, los grupos de planificación familiar están intentando rebautizar el “tijerazo” para tentar a más hombres a compartir el peso de la anticoncepción.
Existe la esperanza de que la crisis climática pueda pulir la imagen progresista de la vasectomía.

En 2012, Jonathan Stack, un cineasta estadounidense de 64 años, cofundó el Día Mundial de la Vasectomía, una campaña destinada a combatir el estigma y los mitos que rodean a la vasectomía moderna. El mismo Stack se realizó una después de tener tres hijos. “Se trata de la equidad de género, la planificación familiar y una masculinidad más responsable”, me explica desde su casa en Nueva York.

El Día Mundial de la Vasectomía ahora es un acontecimiento anual y un programa que se desarrolla durante todo el año y ha trabajado con grupos de planificación familiar y organismos de salud pública de todo el mundo. Los médicos clínicos, a los que se les ofrece capacitación sobre la técnica más reciente sin bisturí, han realizado casi 100 mil vasectomías como parte de la campaña.

Hace cuatro o cinco años, Stack comenzó a observar una creciente demanda entre los hombres más jóvenes sin hijos. “Gran parte de esto tiene que ver con un sentimiento de inestabilidad económica y un sentido general de incertidumbre en la vida”, comenta. No obstante, cuando hablamos, se queda sorprendido por un informe de campaña inédito que acaba de recibir de parte de un proyecto en Bolivia dirigido conjuntamente por el Día Mundial de la Vasectomía, Marie Stopes Bolivia y la Universidad Laval de Canadá.

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Los grupos de planificación familiar intentan renombrar el “tijerazo” para tentar a más hombres a compartir el peso de la anticoncepción. Foto: Thomas Barwick/Getty Images

En noviembre, cuatro médicos bolivianos recibieron la capacitación, que incluyó la realización de 127 vasectomías supervisadas. La edad promedio de los pacientes fue de 31 años y el 25% no tenía hijos. Cuando se les preguntó a todos los hombres por qué se estaban realizando la vasectomía, el 48% respondió que no quería tener más hijos. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Stack fue que el 28% de los hombres dijeron que estaban motivados por preocupaciones climáticas.

“Observar esta tendencia creciente de personas que no tienen suficiente fe en el futuro como para creer que tener un hijo es una buena decisión resulta un poco preocupante”, comenta. Sin embargo, añade: “¿Qué podemos leer en las noticias que nos haga pensar que es un buen momento para tener hijos?”.

Stack no es el único que tiene una sensación de inquietud respecto al empeño en limitar la procreación. Los demógrafos ya predijeron que la población mundial experimentará un descenso sostenido a finales de este siglo, lo cual aliviará la demanda de recursos, pero impulsará cambios de gran alcance en la sociedad. En muchas partes del mundo ya se está produciendo una crisis de asistencia a las personas mayores. En mayo, China anunció que permitirá que las parejas tengan tres hijos, después de que el cambio de su famosa política de un solo hijo a dos hijos en 2016 no lograra elevar la caída de la natalidad.

Stack se esfuerza por distanciar su campaña de las teorías de la “sobrepoblación ” y de su larga coincidencia con ideologías antiinmigración y con frecuencia racistas, como la eugenesia y el ecofascismo. Al trascendental libro de Paul Ehrlich, The Population Bomb (La bomba de población), de 1968, se le atribuye la amplificación del movimiento ecologista, no obstante, el “poblacionismo” también ha sido ampliamente culpado de incentivar las políticas de control de la población e inmigración de la derecha.

En 2018, la compositora y activista británica Blythe Pepino cofundó el movimiento BirthStrike, para las personas que decidieron renunciar a tener hijos en respuesta al inminente “deterioro climático y colapso de la civilización”. El grupo, bienintencionado, causó sensación, pero cerró su sitio web en 2020 debido a que el nombre BirthStrike “no dejaba de ser perjudicial al permitir que nos identificaran con el tema de la ‘sobrepoblación'”.

Otra filosofía moral controversial, el antinatalismo, aboga por la extinción de la raza humana poniendo fin a la procreación. “Creo que existiría cierta preocupación si el movimiento climático llegara a relacionarse estrechamente con el antinatalismo o con una ética que calcule el valor de la vida humana y las emisiones de carbono”, dice Schneider-Mayerson.

Las vasectomías no necesariamente excluyen la paternidad. Rodney Pohl, de 26 años, técnico informático, planea acoger o adoptar con su esposa, Carrie, que presenció la vasectomía de Pohl en la clínica SimpleVas, cerca de su casa en Cedar Rapids, Iowa, el pasado junio. La pareja se sintió motivada en parte por las condiciones meteorológicas extremas y lo que presagiaban. Un reciente vórtice polar dejó su calle sin electricidad durante 10 días. “Teníamos vecinas que amamantaban a bebés pequeños y compartimos generadores para intentar mantener su refrigerador en funcionamiento, para no desperdiciar la leche [extraída]”, comenta Pohl.

En Essex, Williamson, que no tiene una relación permanente, cuenta que también podría llegar a adoptar en algún momento. “Ya hay más que suficientes niños y jóvenes que podrían tener un hogar y una familia amorosa, no tiene por qué ser de tu propia sangre“, señala. Ni él ni Miller creen que se vayan a arrepentir de sus vasectomías. Pohl comenta que muy ocasionalmente siente punzadas de melancolía. “Pero lo supero rápidamente”, dice.

Williamson cuenta que lloró después de la intervención, pero de alivio. “Me quité un peso de encima después de tener toda esa incertidumbre sobre traer a alguien a este mundo“, dice. Agrega que desearía que las autoridades trabajaran más para crear leyes relacionadas con la crisis climática, antes de compartir su opinión sobre lo que se conoce como “apatía del espectador”. “Mucha gente se contenta con señalar y decir: ‘Eso está mal’, o lo graba con su teléfono”, explica. “Yo observo el mundo y digo: ‘Esto no está bien; intentaré hacer algo al respecto'”.

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