Cómo el video robado de Pamela Anderson y Tommy Lee conmocionó al mundo
Sexo, pistolas y traseros al aire… Sebastian Stan y Lily James en Pam & Tommy. Foto: Hulu

En la Navidad de 1995, era relativamente conocido que existía un “video sexual” de Pamela Anderson y Tommy Lee, grabado en privado durante su luna de miel de ese año, después de un rápido romance de 96 horas. Al ser la estrella de Guardianes de la bahía, Anderson era tan famosa en todo el mundo que otros programas de televisión también famosos tenían historias sobre ella. Lee, el baterista de Mötley Crüe, también era muy conocido, principalmente por ser el chico símbolo del sexo, las drogas y el rock’n’roll, y en parte por enseñar el trasero cada vez que salía al escenario.

Su unión, y su impacto, fue un asunto parecido a la química molecular; como el oxígeno y el hidrógeno, cada uno, por sí solo, era un elemento poderoso, pero combinados eran culturalmente más poderosos: el erotismo de ella, ligeramente neutralizado por el matrimonio, y él, un buscapleitos, se volvía un poco más seguro al lado de la sonrisa completamente americana (en realidad, canadiense) de ella.

Permítanme explicar esto un poco: eran los años 90. Las mujeres, incluso si eran homosexuales, y definitivamente no si no lo eran, no miraban o sancionaban a las mujeres que miraban los pechos de otras mujeres. A los hombres que se drogaban y tenían tatuajes no les pedían que patrocinaran marcas deportivas.

La muy esperada bio-serie de Disney+, Pam & Tommy, muestra a Lee en una luz mucho menos favorecedora en comparación con su época de esplendor, pero nunca se le consideró un bombón.

El programa es un asunto suntuoso, que se detiene en cada detalle lujoso de su mansión en Malibú, en los tatuajes de Lee, en la belleza caricaturesca de Anderson, pero no lo confundas con la pornografía de riqueza (que es, por supuesto, el oro televisivo del momento). La personalidad de él, la negación más bien victoriosa de ella y su desilusión cada vez mayor, cuentan una historia tensa. Aparentemente se trata de una aventura sobre el video sexual y sus consecuencias, pero la volatilidad acumulada –de Lee, pero también de casi todo el mundo– crea un suspenso más profundo que el esperado con la presencia de todas estas celebridades.

El video sexual, además de un montón de armas y joyas, fueron robados de la caja fuerte de Lee en su casa justo antes del día de Halloween de 1995. En Navidad, ya aparecía en un resumen del año del Daily Mail, por lo que todo el mundo lo sabía, pero nadie lo había visto. Fue justo –no fue hasta 1996 que la pareja se dio cuenta de que el video había desaparecido– pero había algo más. En aspectos que no quedarían claros hasta mucho tiempo después, fue un periodo de enormes cambios: la transición de los viejos medios de comunicación a los nuevos; de las viejas a las nuevas versiones de la fama, la privacidad, la imagen y la marca; y de las viejas normas en torno al sexo, la pornografía, el exhibicionismo y el voyerismo a otras nuevas que aún no se han establecido.

Gran parte de lo que solía hacer que el sexo fuera indecoroso se encontraba en los detalles. Las fronteras entre lo normal y lo pervertido, lo limpio y lo sucio, eran trazadas por las normas de consumo; si esto que estabas comprando era bonito, podías comprarlo en un lugar bonito. Del mismo modo, para ver este video sexual, tendrías que haber enviado 59.95 dólares a una empresa canadiense de playeras en Nueva York, que después te enviaría un VHS vía Ámsterdam. O, si por casualidad estabas en Estados Unidos, tenías que conocer al tipo que estafó al ladrón original, que te vendería una copia directamente a tus manos por 175 dólares.

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Lily James como Pam y Sebastian Stan como Tommy en Pam & Tommy. Foto: Erin Simkin/HULU

Ninguna de estas acciones era el tipo de cosas que hacía la gente respetable. Parecerías poco serio si no hubieras escuchado sobre el video sexual, pero para decir que lo habías visto, bueno, necesitarías al menos una razón. No se puede decir lo mismo de los videos sexuales que salieron a la luz cinco o diez años después: el de Kim Kardashian se filtró en 2007, el de Paris Hilton en 2003. Existen muchas circunstancias en las que podrías haberlos visto: alguien podría haberlos vinculado irónicamente en un foro de chat, o simplemente estabas navegando. La cuestión es que no necesitarías una razón. Podrías comprar cualquier cosa, en cualquier lugar, y con frecuencia ni siquiera por dinero.

En términos de sexo, el colapso esencial que supuso la era del internet no se refiere únicamente a la privacidad o al derecho al olvido (como lo establece la ley de la Unión Europea), sino a un consenso compartido acerca de lo que realmente es la decencia sexual, a quién se le permite tenerla, a quién se le permite verla, a quién explota, a quién la disfruta. Lo verdaderamente sorprendente es la cantidad de años que han pasado sin lograr que nos aproximemos a un nuevo acuerdo.

La historia de Pam y Tommy sorprende en parte por su ingenuidad. La serie, protagonizada por Lily James y Sebastian Stan, está basada en un artículo de la revista Rolling Stone de 2014, Pam and Tommy: The Untold Story of the World’s Most Infamous Sex Tape, el cual detalla cómo, una vez que descubrieron que el video había desaparecido, intentaron contener la filtración. Enviaron a sus hombres a acosar a las personas sospechosas de haber robado el video y presentaron demandas contra los distribuidores, como si las viejas reglas todavía estuvieran en vigor y nadie pudiera distribuir su cinta a menos que firmara un documento de autorización. No se trata de una historia de famosos tontos; su ingenuidad se extendió por toda la cultura, la subcultura y la ley: una creencia franca, incluso entre los productores de pornografía, de que si no habías firmado la autorización de una película, podías impedir que la vieran.

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Lily James como Pamela Anderson en Pam & Tommy. Foto: Erica Parise/HULU

Era un problema del primer mundo, sin duda, no obstante, durante los años siguientes se produjo una auténtica crisis sobre el valor de la fama: si no podías controlar tu propio contenido, no podías monetizarlo, y si no podías monetizarlo, ¿qué era en realidad? Aquí aparecen Paris Hilton y Kim Kardashian, con un experimento pensado. No publicaron personalmente sus videos, y amenazaron con presentar demandas para impedir su distribución, pero ambas terminaron sacando provecho de su mala fama, pues comprendieron que las reglas habían cambiado para siempre. Si no eres dueño del contenido, pero sí de la identidad, cambia la ecuación para que no se racione el contenido y la identidad se convierta en algo devastador: en lugar de proteger tu privacidad, muéstralo todo.

Lo curioso de esos videos sexuales es que en realidad no funcionan como pornografía: el de Hilton es muy feo, el de Kardashian consiste en ángulos de cámara aleatorios. Pero no se supone que deban funcionar como tales; en realidad no tratan del sexo, sino del cuerpo como medio de producción: ¿qué puede vender? A principios de los años 2000 surgió un gran debate sobre si Hilton y Kardashian eran las marionetas o las titiriteras de la nueva era: en retrospectiva, creo que fue un acto misógino. Si lo hubiera hecho Mark Zuckerberg, nadie se habría preguntado si alguien más estaba moviendo sus hilos; aunque podría decirse que no habría sido provechoso que estuviera desnudo. Así que eso es lo que ocurrió.

El video de Anderson y Lee tenía un carácter distinto, en el sentido de que se sentía privado; fue grabado por dos personas, el uno para el otro, en una época en que la distribución masiva accidental no aparecía en el horizonte. Posteriormente, cuando los videos sexuales se volvieron más comunes, la cuestión siempre consistió en saber si el sujeto los había difundido cínicamente o si los había conseguido por medios deshonestos. Existía un subgrupo de la manosfera que siempre buscaba la experiencia original de Anderson/Lee, que no querían ser consumidores sino mirones.

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La verdadera Pamela Anderson y Tommy Lee. Foto: Steve.Granitz/WireImage

Cuando llegaron los grandes tiraderos de desnudos de los años 2010, primero en Celebgate en 2014, después en Fappening en 2017, no fue casualidad que fueran publicados en 4chan, el foro de imágenes preferido por los incel y otros movimientos misóginos de extrema derecha. Se trataba de fotos de desnudos, en su mayoría de actrices, obtenidas sin consentimiento a través de una violación de la seguridad de iCloud, y la cuestión fue que correspondían a estrellas que no es habitual ver desnudas: Jennifer Lawrence, Kate Upton. Muchas de las mujeres retratadas negaron la autenticidad de las imágenes. Todo el asunto iba más allá de los cuerpos desnudos –que, reconozcámoslo, a mediados de la década pasada, podías encontrar en cualquier parte–, se trataba de arremeter contra las mujeres que no las publicarían. Fappening básicamente representaba una metáfora de la identidad incel; hombres que viven el sexo no como participantes sino como observadores ladrones, despreciados, marginados, ilegítimos.

Pamela Anderson y Tommy Lee tuvieron dos hijos antes de divorciarse en 1998. Un detalle que parece una curiosidad de pub-quiz es que Anderson se casó con Rick Salomon –la otra parte del video sexual de Paris Hilton– en 2007. Consiguieron la anulación del matrimonio un año después, pero se volvieron a casar en 2014, divorciándose nuevamente al año siguiente. (Se podría decir que a Anderson le gustan mucho las nupcias; consiguió un matrimonio, una anulación y otro matrimonio con alguien diferente durante 2020, lo cual creo que ridiculiza tus ácidos éxitos).

En cuanto a ella y Salomon, sin embargo, parece probable que sus videos sexuales constituyeran un acontecimiento absolutamente radical y definitorio para ambos, lo cual les proporcionó una gran cantidad de cosas en común. Por muy interesante que sea, ver como la privacidad se convierte en una exposición, el individuo en una imagen de marca, el sexo en un anuncio de prensa, supone una asimetría monumental: para la mayoría, una curiosidad; para dos personas, esencialmente el resto de sus vidas. Se trata de una compensación que la red mundial nunca podrá hacer: rectificar o incluso reconocer la escala de ese efecto, cuando mil millones de ojos giran para mirar la misma cosa al mismo tiempo.

Pam & Tommy estará en Disney+ a partir del 2 de febrero.

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