Rossy de Palma: ‘Almodóvar siempre deja espacio para que entre un poco de vida’
Rossy de Palma: 'Soy una artista orgánica'. Foto: Riccardo Ghilardi/Contour by Getty Images

Rossy de Palma trabajaba como mesera en un bar rockabilly cuando conoció a Pedro Almodóvar, príncipe de la escena cinematográfica underground del Madrid de los años 80. Cuatro décadas después, sigue siendo una de las colaboradoras habituales del director, una figura viva y volátil en películas como Mujeres al borde de un ataque de nervios y La flor de mi secreto. También ha actuado para Robert Altman y Terry Gilliam, ha desfilado para Alexander McQueen y Jean Paul Gaultier, y lanzó su propia línea de productos cosméticos. La última película de Almodóvar, Madres paralelas, es una historia de tensas confusiones maternas y secretos enterrados de la guerra civil española. De Palma, de 57 años, interpreta a la confidente de la atormentada heroína Penélope Cruz.

Hola, Rossy, ¿dónde estás? Creía que vivías en Madrid.

No, me encuentro en una clínica de bienestar, cerca de Alicante. Comida macrobiótica. Masajes Watsu. Y mira, te voy a mostrar el Mediterráneo, lo puedes ver desde el balcón. Es un lugar muy agradable.

Madres paralelas es tu octava película con Almodóvar. ¿Cómo ha cambiado la experiencia desde que hiciste La ley del deseo allá por 1987?

Sinceramente, es casi igual. Trabajamos bien juntos, así que no hay necesidad de repetir muchas tomas. Dialogamos. Nos entendemos. Él sabe que voy a ser perfecta para el papel, y que lo voy a interpretar perfectamente.

Sin embargo, Almodóvar debe ser diferente. Dice que se ha convertido en un ermitaño y que se concentra principalmente en el trabajo.

Bueno, creo que con la edad nos convertimos en una esencia más concentrada de lo que realmente somos. Pero él no es un ermitaño. Tiene sus gatos. Y sí, está muy enfocado en su trabajo, aunque siempre lo ha estado. La forma en que trabajamos es la misma que hace 35 años. Siempre digo: “¿Puedo hacer esto? ¿Puedo decir eso?”, tal vez porque intento tener más líneas, pero también porque soy una artista orgánica y necesito sentirme cómoda y hacer algo que sea real. Y Pedro está abierto a la improvisación, así que dirá: “De acuerdo, hazlo”. Tiene todo bajo control, pero siempre deja espacio para las cosas que suceden por accidente, para que entre un poco de vida por la puerta.

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María Barranco, Rossy de Palma y Antonio Banderas en Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar. Foto: El Deseo/Allstar

Madres paralelas es una especie de historia de fantasmas por el hecho de que se trata del trauma histórico de la guerra civil española. ¿Por este motivo se trata de la película más convencionalmente política de Almodóvar?

Es la película más seria que ha realizado. Trata sobre las mentiras que nos cuenta el gobierno, y las mentiras que nos contamos unos a otros, y sobre si todos debemos decir la verdad o no. Sin afrontar la verdad, es imposible crecer y evolucionar. Y si cierras una herida demasiado rápido, se infecta.

¿En qué medida influyó directamente la época franquista en tu propio trabajo? ¿Acaso toda la Movida Madrileña (la escena artística underground del Madrid de los 80) no fue una reacción deliberada con respecto a la muerte de Franco (en 1975)?

Una influencia increíble. Pero tal vez no lo supe en su momento. Soy más joven que Pedro. Él experimentó el franquismo. Yo era una niña que vivía en Mallorca. Cuando llegué a Madrid a los 18 años, tenía un grupo de música pop que se llamaba Peor Imposible, y sentía que tenía tanta libertad. No nos importaba el dinero ni la fama, solo queríamos expresarnos. Había pintores, poetas, músicos, cineastas, todos mezclados, como letras de pasta en una sopa de letras. No me interesaba el pasado. Miraba hacia el futuro, no hacia atrás. Pero entonces creces y te das cuenta de lo importante que es mirar atrás y reexaminar y reabrir las tumbas.

¿Todavía pones tus viejos discos de Peor Imposible?

¡Por supuesto! Tuvimos unas cuantas canciones famosas. Tengo dos hijos –tienen 22 y 23 años– y dicen: “¡Qué suerte tuviste de ser joven en los 80!” Buena música, buen cine. Y la buena música nunca muere. Fijémonos en el mundo de la moda, no deja de regresar a los 80 y los 90, esa época está en todas partes. Eso resurge mi vida con los jóvenes de hoy en día.

Al principio te describiste como una “artista orgánica”.

Significa que me gusta todo, la poesía, la música, la moda y la pintura. Para mí, el arte es una excusa para alejarme de la realidad. Porque la realidad es implacable. No me gusta para nada. Así que escapo de la realidad siempre que puedo. Además, el arte es un universo abierto. No tienes religión, ni género, ni edad. Así que ese es mi refugio, es el lugar donde me siento protegida, sobre todo ahora con la pandemia y los malditos intereses empresariales y los políticos irresponsables que siguen luchando entre ellos, como padres violentos.

Es curioso. Creo que la pandemia hizo que las personas se volvieran más empáticas, que se cuidaran unas a otras en sus pequeños círculos, aunque la política mundial todavía sigue los mismos patrones de siempre, lo cual es muy molesto. Cuando comenzó la pandemia, pensé que era una oportunidad para reiniciar. De regresar el sistema al principio. De tener un presidente humanista a nivel mundial. (Se ríe) Admito que esto resulta un poco ingenuo. Me estoy volviendo mayor, pero sigo siendo una pequeña niña.

Así que no has cambiado ni un poco.

Supongo que no tanto. Siempre creo que estoy cambiando, pero después me doy cuenta de que todavía me encuentro en el primer paso. Siempre en el primer paso. Se escucha como una tontería, pero después de esto iré y caminaré por la playa y respiraré el aire y veré el atardecer. Será como si fuera la primera vez que lo veo.

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