El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México
Un cartel acribillado da la bienvenida a los visitantes de un pueblo de Michoacán que se convirtió en el frente de las guerras del narcotráfico de México. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Aquellos que conocieron El Limoncito recuerdan una comunidad acogedora y trabajadora de agricultores de limón que derramaban su sudor en los suelos de las zonas rurales de México bañadas por el sol en busca de una mejor vida. Entonces estalló el conflicto del narcotráfico y todo cambió.

La escuela primaria del pueblo se convirtió en el frente de una balacera que duró seis horas en la mañana del lunes y que desencadenó una feroz lucha de dos años por el control de la zona.

Mientras los hombres armados de dos cárteles rivales –armados con fusiles de francotirador de calibre 50 y tanques improvisados– libraban batallas campales por las polvorientas calles de El Limoncito, los lugareños huían, dejando atrás todo lo que tenían. “Era una auténtica guerra“, recordó un exresidente, que pidió no ser nombrado por miedo a ser asesinado.

La abandonada escuela de El Limoncito se convirtió en una base para los combatientes de una de las facciones en guerra, y posteriormente en un cementerio salpicado de sangre después de que sus enemigos irrumpieron en sus aulas en un intento de retomar el pueblo. Las casas de las familias se convirtieron en fuertes improvisados utilizados para dispersar a los invasores con disparos. La capilla, de color amarillo pálido, fue acribillada y despojada de su rebaño.

Es espantoso, nos encontramos en medio de una guerra que nunca pedimos“, dijo el padre Gilberto Vergara, un sacerdote católico de Aguililla, el municipio circundante en el estado occidental de Michoacán.

Vergara comentó que era imposible saber cuántas personas murieron en la batalla por El Limoncito, ya que los hombres armados se llevaron a sus compañeros caídos de vuelta a las colinas. Sin embargo, la carnicería evidenció la intensidad del conflicto que asola el interior de México tras décadas de abandono por parte del Estado y de control por parte de los cárteles.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 1a-1280x853
La luz del sol se filtra a través de las decenas de agujeros de bala en la pequeña iglesia católica de El Limoncito. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Las balas son reales, y matan“, lamentó el sacerdote. “La guerra entre ellos es una guerra en todo el sentido de la palabra, y esto es un campo de batalla“.

El costo va mucho más allá de las balas que ves en el suelo“, reflexionó Vergara. “Miras a tu alrededor y ves los cultivos abandonados. La gente desapareció. Las zonas donde la gente vivía felizmente se han convertido en regiones de miedo”.

Han pasado 15 años desde que el entonces presidente de México, Felipe Calderón, lanzó la malograda “guerra contra el narcotráfico” aquí, en Tierra Caliente, una franja de montañas y valles fluviales estratégicamente ubicada que ha constituido un importante centro de tráfico y producción de drogas desde la década de 1980.

En diciembre de 2006, Calderón prometió acabar con las mafias mexicanas, “para las nuevas generaciones de mexicanos que tienen derecho a un México más seguro y mejor”. “No daremos tregua ni cuartel a los enemigos de México”, dijo a miles de soldados que tenían la misión de combatir a los cárteles.

Sin embargo, si avanzamos hasta 2022, poco parece haber cambiado, salvo los nombres de algunos de los cárteles y capos que se enfrentan en una despiadada disputa por el control de las rutas de contrabando, como la que ocupa El Limoncito, por desgracia.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 2a
Hipólito Mora, un agricultor de limón que se hizo famoso por liderar un levantamiento paramilitar contra los cárteles de drogas en el oeste de México hace casi una década. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Hipólito Mora, un agricultor de limón que se hizo famoso por ayudar a lanzar el movimiento paramilitar de las “autodefensas” de México hace casi una década, señaló que la situación actual era incluso peor que en 2013, cuando instó a los residentes a tomar las armas contra el cártel de los Caballeros Templarios.

Las cosas están tan mal que aquí en la capital, Morelia… hay cuatro, cinco, seis, a veces hasta siete asesinatos al día”, se quejó Mora, mientras guardaespaldas con rifles custodiaban el hotel en el que celebraba un juicio mientras tomaba una taza de té de manzanilla.

Si esto ocurre en Morelia, que está llena de fuerzas de seguridad, basta con pensar lo que está ocurriendo en otros municipios“, añadió Mora.

El Limoncito, que se encuentra a tres horas y media al suroeste de Morelia, se ha convertido en un pueblo fantasma debido a la guerra territorial de dos años entre una coalición de grupos delictivos llamada Cárteles Unidos y el creciente Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), cuyo líder, El Mencho, nació en las cercanías.

Cada uno de los bungalós de la rocosa calle principal del pueblo está vacío, y cada habitación vacía está llena de recuerdos de dolor y terror. Un juego de Monopoly abandonado, una foto escolar ahora en ruinas, una copia de la comedia familiar de Burt Reynolds Un policía y medio, un cepillo de dientes y un chile jalapeño mohoso en una charola de unicel.

La vivienda abandonada de un agricultor de sandías –uno de los cientos de miles de mexicanos desplazados por la violencia en los últimos años– está custodiada por una estatua de Nuestra Señora de Guadalupe. Sin embargo, el rostro y las manos de la Virgen parecen haber quedado destrozados por los disparos y la puerta de madera está abierta. Adentro, los mafiosos garabatearon los nombres de sus grupos en un librero con pintura roja y lo que parece ser sangre. En el exterior, los cartuchos de calibre 50 gastados están esparcidos por la maleza, y las marcas sugieren que proceden de una fábrica de munición ubicada en Missouri.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 3a
Una escuela primaria abandonada en El Limoncito que se convirtió en el frente de la guerra del narco en México en 2019. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

La capilla de El Limoncito se asemeja a un planetario: su santuario está salpicado de puntos de luz similares a las constelaciones mientras el sol se cuela a través de docenas de agujeros de bala en las paredes y el techo. En el pesebre, un intruso garabateó un homenaje a uno de los hombres más buscados de México. “100% detrás de El Señor de los Gallos”, dice, en referencia al apodo de El Mencho.

Copias polvorientas de los Cuentos de Hadas de los hermanos Grimm comparten los salones de clase con los pizarrones y las paredes llenas de balas. Caras sonrientes verdes y rojas recuerdan a los niños que figuran en los libros buenos o malos del maestro la última vez que se sentaron en clase. José, Juan y Miguel se habían portado mal. Itzamara y Byron se habían portado bien.

Los soldados mexicanos que ocuparon la zona la semana anterior instaron a los periodistas a no aventurarse en los campos más allá de la última casa del pueblo, donde reposaba un machete debajo de un grafiti naranja y morado que exaltaba al Cártel de Jalisco. Tres días antes, un anciano agricultor murió en el pueblo contiguo tras pisar una mina terrestre improvisada. Se rumoraba que en los huertos desatendidos de la región se encontraban sembrados este tipo de artefactos.

Seis días después de la llegada de esas tropas se produjo una tensa calma, ya que los soldados acamparon en la escuela.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 4a-1280x768
Las tropas mexicanas intentan recuperar el control de las tierras calientes sumamente estratégicas de México de los cárteles de drogas. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Los pistoleros de los cárteles habían abandonado sus controles de carretera y se habían retirado a las montañas para evitar un enfrentamiento. Humvees equipados con ametralladoras Minimi patrullaban la carretera que es utilizada para transportar grandes cantidades de droga a través de México y hacia Estados Unidos.

A los angustiados lugareños les preocupaba que la expulsión de un cártel pudiera simplemente despejar el camino para que otro tomara el poder, señalando que las fuerzas de seguridad sirvieron para ese propósito en el pasado.

En Aguililla, un pintoresco pueblo ubicado a 40 kilómetros al sur, las tropas ocuparon la plaza principal y ofrecieron cortes de cabello y revisiones médicas gratuitas en un esfuerzo por ganarse a una comunidad que ha pasado décadas bajo el control de los cárteles.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), prometió luchar contra el crimen con “abrazos, no balazos“, y aquí estaba su política estrella en acción. Del quiosco del pueblo colgaba un cartel amarillo del ejército que ofrecía “pláticas para evitar la proliferación del uso de armas de fuego“.

No se puede apagar el fuego con fuego“, dijo recientemente el presidente, más conocido como AMLO, en defensa de su intento de lograr la paz con programas sociales y no con mortíferos ataques militares.

El padre Vergara se mostró escéptico ante la posibilidad de que estas tácticas funcionen por sí solas en una región tan inmersa en la violencia. “Estoy de acuerdo con AMLO en muchas cosas. Dice que es pacifista y yo también me considero pacifista. Pero también creo que uno reacciona según lo que tiene delante. ¿Abrazos? Sí, abrazaría a alguien que viene en son de paz y está tranquilo. Pero si alguien me confronta con un arma en la mano, lo desarmaré primero y después le podré dar un abrazo“.

Mora, el exlíder de los autodefensas, expresó su satisfacción por el hecho de que las tropas estén “liberando” zonas como El Limoncito de los cárteles, cuyos arsenales ahora incluyen drones cargados de explosivos y tanques tipo Frankenstein conocidos como “monstruos”.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 5a-1280x768
En Aguililla, un pintoresco pueblo ubicado a 40 kilómetros al sur de El Limoncito, los soldados ofrecen cortes de cabello y chequeos médicos gratuitos en un intento de ganarse la confianza de los ciudadanos. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Sin embargo, también dudaba de que López Obrador tuviera éxito donde los presidentes anteriores habían fracasado. “No creo que exista alguna forma de poner fin a tanta violencia a corto plazo”, admitió Mora, señalando los horribles niveles de derramamiento de sangre en estados como Zacatecas, Guanajuato y Colima, por no mencionar la ciudad turística de Cancún, cerca del lugar donde un empresario británico fue asesinado a tiros el pasado fin de semana. “Es increíble, ni siquiera la playa es segura estos días“, dijo Mora.

Desde hace tiempo, en algunas comunidades agrarias de Michoacán, como Pareo, al norte de Tierra Caliente, los lugareños han abandonado la esperanza de contar con la protección del gobierno y volvieron a crear sus propias milicias fuertemente armadas para mantener alejados a los cárteles. “Aquí amamos la vida… Allá afuera todo está jodido”, dijo un comandante de las autodefensas mientras mostraba uno de los más de 80 fuertes estilo fortín que sus tropas utilizan para defender de los narcos el corazón del cultivo de aguacate en México.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 6a
Grupos de autodefensa realizan labores de vigilancia en un retén en el municipio de Táncitaro. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

AMLO celebró la ocupación de Tierra Caliente por parte del ejército y dijo que las familias desplazadas están comenzando a regresar a sus hogares, no obstante, los lugareños refutan las afirmaciones oficiales de que el ejército ya está completamente al mando de la zona.

“Se han hecho presentes, pero tomar el control requerirá mucho más trabajo”, dijo Vergara. “¿Ya no están aquí los grupos del crimen organizado? No, simplemente no los vemos. No se evaporaron de repente. Son personas, y están en alguna parte“.

El Limoncito, la ciudad fantasma con heridas de guerra que es testigo mudo de las guerras del narcotráfico en México - 7a-1280x768
El padre Gilberto Vergara encabeza el cortejo fúnebre de César Arturo Valencia Caballero, el alcalde de Aguililla que fue asesinado a tiros mientras conducía hacia su casa desde el ayuntamiento, en Aguililla la semana pasada. Foto: Reuters

El sacerdote tenía razón. Tres semanas después, los asesinos del cártel volvieron a aparecer, matando a tiros al alcalde de Aguililla a plena luz del día, cerca de su plaza principal ocupada.

Mientras los dolientes abarrotaban la iglesia del siglo XIX de la ciudad para lamentar el calvario del siglo XXI de México, Vergara contuvo las lágrimas y los instó a buscar consuelo en Dios. “Lo que siempre hemos pedido, y lo pedimos ahora, con tanta fe… es que se detenga esta matanza”, dijo el sacerdote antes de que enterraran al alcalde al son del mariachi.

A pocos kilómetros del pueblo, los residentes construyeron un santuario al borde de la carretera en honor a Judas el Apóstol, el santo patrón de los casos difíciles y las causas perdidas. “Santísimo apóstol”, decía la oración pintada en el costado. “Haz uso, te imploro, del privilegio especial que se te concedió, de traer ayuda rápida y visible cuando se ha perdido toda esperanza.

Síguenos en

Google News
Flipboard