‘Los extraños me dicen: ¡Tu perro está muy gordo!’ Las mascotas, desde los gatos hasta los jerbos, se ven obligadas a ponerse a dieta
George, el pomerania con sobrepeso, visita el Palacio de Buckingham. Foto: @littlefatcockney/Instagram

El labrador color chocolate Blue, de ocho años, tiene forma de barril y un andar pesado y lento. De su cuello sobresalen rollos de grasa; su vientre cuelga bajo, rozando el suelo. Unos ojos tristes miran desde una cara con cachetes caídos. Blue está a dieta y odia cada minuto de ella. No más jugosas orejas de conejo o carnosas patas de pollo. A principios de la semana comió a escondidas un poco de pastel del piso de la cocina, pero su dueña, Mary, se lo quitó antes de que pudiera acabárselo.

“Odio esta parte”, gime Mary*, mientras Blue se sube a la báscula del Pet Health and Therapy Centre en Welling, al sureste de Londres. Lo ideal es que Blue no pese más de 36 kg. La báscula cruje: 47.1 kg. “Volvió a subir”, suspira Mary, quien pidió permanecer en anonimato porque se siente avergonzada. “Mi hijo y mi hija están muy delgados”, dice en tono suplicante. “La gente cree que les hago pasar hambre a mis hijos, pero sobrealimento a mis mascotas“.

Mary, una paseadora de perros de 39 años de Mottingham, al sureste de Londres, comenta que Blue sigue una dieta de control de calorías y sale a pasear con regularidad. “¡Siempre sale a pasear!”, dice, sacando su teléfono para mostrarme fotos de Blue imponiéndose por encima de los perros de sus clientes. En ocasiones, algunas personas se acercan a Mary en el trabajo y le dicen que tiene que avisarle al dueño de Blue que necesita perder peso. “Yo soy el dueño”, responde ella.

De mala gana, Blue es conducido a un tanque de hidroterapia para su sesión semanal. “El agua reduce la presión en sus articulaciones”, dice la fisioterapeuta veterinaria de 23 años Miranda Cosstick, “y ejerce menos presión en la cadera”. Cuando Blue empezó a entrenar en noviembre de 2021, solo podía aguantar 10 segundos en la caminadora subacuática.

Ahora, llega a los 45 segundos, aunque haya recuperado el peso que perdió al principio. La cinta de correr zumba. Blue mira con tristeza desde el tanque con agua caliente. Cosstick agita una golosina para perros delante de él, y él se lanza hacia delante e intenta quitársela de la mano. “Tienes que incitarlo con esto”, dice Cosstick, “para hacer que se mueva”.
Sin embargo, esto no es maltrato animal, a pesar de lo que puedan sugerir los ojos lastimeros de Blue. Blue ya tiene artritis y le duele caminar. Si no pierde peso, es probable que muera joven por complicaciones relacionadas con la obesidad. Y no es el único. Las mascotas de mayor peso son, cada vez más, un pilar de los hogares británicos. “Hemos observado desde hace mucho tiempo un aumento de la prevalencia de la obesidad tanto en perros como en gatos“, señala el profesor Alex German, de la Universidad de Liverpool. La organización benéfica para animales PDSA informa que el 78% de los profesionales veterinarios han observado un aumento de la obesidad en las mascotas en los últimos años, siendo la obesidad uno de los cinco principales problemas de bienestar para los dueños de mascotas en Reino Unido.

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Blue se sumerge en el tanque de hidroterapia como parte de su régimen de ejercicio. Foto: Suki Dhanda/The Guardian

Muchos dueños no son conscientes de las consecuencias que tiene para la salud el sobrepeso de sus mascotas. Solo el 69% de los encuestados por la PDSA coincidieron en que las mascotas con sobrepeso son más propensas a padecer enfermedades graves. “Son más propensos a sufrir problemas de movilidad, artritis, diabetes, problemas respiratorios y problemas con su sistema urinario”, explica German. Los perros con sobrepeso pueden morir dos años y medio antes que sus compañeros no obesos.

Pero Kitty Thanki no es una de esas personas en negación sobre los efectos perjudiciales de la obesidad de las mascotas. “Soy doctora”, dice esta mujer de 35 años, de Camden, al norte de Londres, “lo cual es una de las ironías de tener un perro gordo”. Su pomerania de siete años, George, parece un protector de puerta demasiado relleno. Pesa 6.5 kg; lo ideal sería que no pesara más de 4.5 kg. “Es avaro”, comenta Thanki. “Saquea el bote de basura. Se come la comida de los gatos”. Durante el confinamiento, el peso de George subió a 7.1 kg. “Mi mamá vino a quedarse conmigo”, cuenta Thanki, “y fue ahí donde todo se intensificó. Le da de comer comida humana, aunque le digo que no lo haga. Dice que solo es un poco, pero no se da cuenta del impacto calórico de una rebanada de pan tostado en un perro tan pequeño”.

La historia de George no es inusual. La crisis de obesidad de las mascotas en Reino Unido se ha agravado con la pandemia. El 5% de los dueños de gatos, y el 9% de los dueños de perros, indicaron que sus mascotas aumentaron de peso desde el confinamiento de marzo de 2020, y 1.4 millones de mascotas fueron alimentadas con más bocadillos humanos durante este tiempo. “Estar en casa hizo que los dueños sean más propensos a darle a las mascotas un poco de lo que están comiendo”, señala la veterinaria de PDSA Lynne James. “Es fácil hacerlo, cuando están sentados ahí, viéndote”.

George tiene una cuenta de Instagram con 2 mil 418 seguidores (@littlefatcockney), que Thanki creó en un principio para documentar su “viaje de pérdida de peso”, por utilizar la terminología de los grupos de dieta de todo el mundo. Sin embargo, el algoritmo no quiere que George se vuelva más aerodinámico. “Cuando se ve más robusto”, comenta Thanki, “recibe más likes“. Thanki comprende este impulso, aunque preferiría no tener likes y tener un perro sano. “Probablemente soy igual de culpable por ver mascotas gordas en internet y pensar que son muy bonitos“, dice.

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George, el pomerania con sobrepeso, cuyo ‘viaje de pérdida de peso’ es documentado en Instagram. Foto: @littlefatcockney/Instagram

Thanki se refiere a la dominante tendencia en internet de videos y fotos de mascotas obesas, que suelen ser llamadas “chonky” (“gordito”), “thicc” y “absolute units” (“corpulentas”). Las cuentas de Instagram más populares tienen cientos de miles de seguidores, a quienes les gustan los videos de gatos obesos que se quedan atrapados en las puertas para gatos y luchan por subirse a las sillas. Algunas incluso venden mercancía, incluyendo mochilas para perros, para que los dueños puedan transportar a las mascotas obesas que no están en forma para caminar. “El internet es parte del problema“, comenta James. “Está normalizando la apariencia de estos animales con sobrepeso. Si todo lo que ves son mascotas con sobrepeso, comienzas a pensar que eso es normal. Las mascotas que tienen un peso saludable comienzan a parecer flacas en comparación”.

La mejor manera de comprobar si tu mascota tiene sobrepeso es llevarla al veterinario, pero los dueños también pueden valorarla en casa. “Pasa tus dedos sin apretar sobre su torso”, explica James, “y comprueba si puedes sentir sus costillas y su columna vertebral. Deberías poder sentirlas ejerciendo una mínima presión. También deberías notar que su cintura se mete hacia dentro cuando lo miras de lado”. Le envío a James fotografías de mis dos gatos domésticos, Kedi y Larry, para que los evalúe profesionalmente. “Me gustaría tocarlos para estar segura”, responde, “pero tienen buen aspecto. Los utilizaría en una campaña de PDSA como ejemplo de gatos de aspecto saludable”. Me sonrojo de orgullo.

Lo más importante, señala German, es no regañar a los dueños. “La obesidad es una enfermedad muy estigmatizada”, comenta. “Los avergüenzan mucho por ser gordos. Podríamos argumentar: bueno, los perros y los gatos no saben que te estás burlando de ellos. Pero potencialmente estás avergonzando a los dueños, y eso lleva a la culpa, y el problema con la culpa es que se interpone en el camino de un buen cuidado de la obesidad”. Thanki ha experimentado este tipo de crítica casual. “Se me han acercado desconocidos y me han dicho: ‘Tu perro está muy gordo'”, cuenta. “Una vez, mi pareja llevaba a George en brazos en un evento para que no lo pisaran y una mujer dijo: ‘Tiene patas, ¿sabes? Oh, espera, tal vez no las tiene, porque está muy gordo”’.

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Marlowe, el gato de 7.5 kg. Foto: Cortesía de Celia Deakin

Celia Deakin, una profesora de 40 años de Edimburgo, conoce muy bien este estigma. “Sí me siento culpable“, comenta. “Me gustaría que estuviera sano“. Deakin también está intentando perder peso y dice que cuando lleva a su gatito Marlowe, de 13 años, al veterinario, se siente juzgada. “Es vergonzoso”, comenta Deakin, “tener sobrepeso tú misma y cargar a un gato con sobrepeso y decir: ‘Te juro que no come mucho'”. Deakin describe a Marlowe, que pesa 7.4 kg, como “una unidad absoluta” y un “puma gigante”. “No de una manera rubenesca”, añade. “Simplemente es un trozo grande y enorme”. Cuando Marlowe salta de la cama, dice Deakin, “se escucha como una bala de cañón golpeando el piso”.

Al igual que George, Marlowe aumentó de peso durante el confinamiento, ya que Deakin le daba premios para que dejara de maullar mientras ella impartía clases en Zoom. No obstante, durante el año pasado, se propuso bajar su peso, después de que el veterinario le diagnosticó artritis. “Hice una dieta muy intensa en la que ignoré todos sus llantos por la comida”, explica Deakin, “y lo puse a comer un alimento especial para la saciedad (controlado en calorías para ayudar a los animales a mantenerse saciados durante más tiempo). Perdió literalmente un gramo”. Deakin no sabe qué hacer. No cree que esté robando la comida de su otro gato y no lo está alimentando en exceso. Se pregunta si es un gato de huesos grandes por naturaleza.

La dieta puede ser un reto“, dice German, “y es mejor hacerla junto con un veterinario”. Aconseja a los dueños que alimenten a sus mascotas con comida para saciar de alta calidad, que sea rica en nutrientes. “Siempre se debe pesar la comida en una báscula”, señala German, “y minimizar los premios en la medida de lo posible”. Cuando las mascotas comiencen a suplicar comida, German aconseja darles tentempiés bajos en calorías, como rodajas de calabacita cocida.

“Con frecuencia”, comenta German, “cuando el animal se queja, lo que realmente está deseando es esa sensación de atención y recompensa. Pero existen otras cosas que puedes hacer para recompensar a tus mascotas. Sacar al perro a pasear. Acicalar a tu gato”.

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Blue, el labrador color café, toma un descanso después de su régimen de ejercicio. Foto: Suki Dhanda/The Guardian

Los mejores esfuerzos de los dueños se pueden ver anulados por nuestra cultura centrada en la comida y la falta de conocimiento general sobre los peligros de la obesidad en las mascotas. Deakin sospecha que Marlowe encuentra comida en el exterior: o bien los vecinos le dan de comer o él mismo caza su propia comida. Thanki ha visto que algunas personas alimentan a George con la comida de sus picnics. “Un hombre en St James’s Park le dio un paquete entero de jamón”, cuenta. “El hombre dijo: ‘Oh, no te preocupes, no me importa’. Yo dije: ‘¡A mí me importa!'”.

Sin embargo, también hay personas que intentan activamente eliminar los malos hábitos de sus compañeros dueños de mascotas. “Monitoreo su peso seis veces a la semana”, dice Anna Talbot sobre los 37 hámsteres jerbos que tiene a su cuidado. Talbot, limpiadora y restauradora de 44 años de Staffordshire, dirige un refugio no oficial desde su casa. “Ya no tengo un hogar”, comenta. “Tengo 16 peceras por toda la casa. Seis en mi cuarto, seis en el cuarto de invitados y cuatro en el cuarto de atrás”.

Talbot busca específicamente lo que ella describe como “jerbos tristes”, es decir, jerbos que suelen tener sobrepeso u obesidad y que están encerrados en jaulas pequeñas. Se los lleva a casa y los pone a dieta. Rescató a Jake en 2021, cuando pesaba 113 gramos. “Estaba absolutamente deprimido”, comenta. “Lo único que hacía era atragantarse con la comida”. Al principio, Jake estaba demasiado gordo como para subir las escaleras de la casa de Talbot, pero ella lo engatusaba. “Darle ese ánimo”, dice ella. “Perdía un gramo por aquí y otro por allá”.

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Jake, el jerbo que falleció por complicaciones causadas por la obesidad. Foto: Cortesía de Anna Talbot

En pocos meses, Talbot consiguió que Jake bajara a unos 80 gramos mucho más saludables. Sin embargo, sus esfuerzos llegaron demasiado tarde. Encontró sangre en su orina. Cree que estaba relacionado con su obesidad. Como era fin de semana, su veterinario no lo iba a visitar en casa. “Estuvo acostado junto a mí toda la noche”, cuenta Talbot con voz estrangulada. “Estaba agonizando. Me veía, simplemente acostado ahí. Media hora antes de morir, se me acercó y me dio un beso esquimal. Sabía que yo estaba ahí para él”. Comenta que fue la peor experiencia de su vida como cuidadora de jerbos. “Ya había perdido jerbos antes”, explica. “Pisé un jerbo y lo maté. Fue horrible. Tengo recuerdos. Pero lo de Jake fue diferente, porque era un alma pequeña y hermosa”.

A pesar de su pérdida, Talbot sigue decidida en sus esfuerzos por rescatar a los jerbos obesos. Cuando hablamos, acaba de terminar de pesar a Ethan, un jerbo que rescató hace 10 días. Cuando lo recibió, pesaba 103 gramos; ahora ha bajado a 88 gramos (debería pesar alrededor de 80 g). “En la tienda de mascotas se reían de lo gordo que estaba”, recuerda Talbot. “Decían: ‘¡Dios mío, nunca había visto un jerbo tan gordo! Me sentía impaciente de sacarlo. Si golpeas a un animal, sería crueldad animal. La obesidad es lo mismo. No pueden decidir por sí mismos. Tienes que tomar las riendas, darles una buena dieta y ejercicio”.

No obstante, la mayoría de los expertos coinciden en que la sobrealimentación no es un maltrato animal intencionado. “La gente no lo hace desde una perspectiva equivocada”, dice James. “Lo hacen porque aman a sus mascotas y creen que están haciendo lo correcto. Dudo en calificarlo como crueldad, especialmente cuando tienes una mascota que está realmente motivada por la comida, y actúa como si tuviera hambre, incluso cuando no la tiene”. Thanki se muestra caritativa respecto a la costumbre de su madre de darle pan tostado al perro. “Gran parte de esto es cultural”, comenta. “Soy de origen indio. Cuando iba a casa de mi abuela cuando era niña, siempre estaba a punto de reventar cuando me iba. Está arraigada, esa idea de que alimentar a alguien significa que es querido”.

Pero existe algo así como amar a alguien hasta la muerte, sobre todo cuando se trata de un animal adorable con gusto por los bocadillos y un malhumorado quejido. Los dueños de mascotas obesas pueden consolarse con el hecho de que es posible deshacer la mayoría de los malos hábitos con disciplina, caminadoras bajo el agua y uno que otro trozo de calabacita.

*Se cambiaron algunos nombres.

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