‘Amenazas y balas’: la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México
Alfonso Margarito Martínez Esquivel en su trabajo en mayo de 2019. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Fue un regalo que cambiaría la vida de Alfonso Margarito Martínez Esquivel e iluminaría algunos de los momentos más oscuros de la historia reciente de México: una cámara Canon SLR de segunda mano comprada a un fotógrafo llamado Goofy.

A través de su lente, el fotoperiodista mexicano sería testigo de la caída de su país en la matanza provocada por el narcotráfico –cuerpos colgados de puentes, tirados en las banquetas, desmembrados, quemados– sin nunca perder su característica sonrisa.

Margarito era un encanto, un encanto para todos“, dijo Bibi Gutiérrez, su amiga cercana y mentora, con la voz entrecortada mientras recordaba que Martínez tuvo una de sus grandes oportunidades en el periodismo al comprarle su primera cámara profesional. “Siempre estaba sonriendo”.

Cuando el inicio de la “guerra contra el narcotráfico” en México en 2006 sumió algunas zonas de su país en un grotesco frenesí de violencia, Martínez y Gutiérrez estuvieron juntos en el frente, acudiendo rápidamente a las balaceras y masacres para exponer la magnitud del horror.

“Había cadáveres por todas partes. Ametralladoras. Las AK-47… fue una matanza espantosa”, comentó Gutiérrez sobre una infame balacera en la que se encontraron de puntillas alrededor de más de una docena de cadáveres, con algunas personas dando su último suspiro.

Martínez cubriría innumerables asesinatos durante los siguientes años, ganándose su reputación como el principal reportero de policía a pie en Tijuana, una leyenda local que ayudaba a los periodistas visitantes de todo el mundo, incluidos los periodistas de The Guardian.

Entonces, a mediodía del 17 de enero de este año, mientras el periodista de 49 años salía de su casa en la árida zona sur de Tijuana, la escena del crimen llegó a él.

'Amenazas y balas': la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México - 4464
Margarito Martínez Esquivel saca un chaleco antibalas de la cajuela de su auto. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Los detalles de lo que ocurrió después todavía están surgiendo, pero los investigadores parecen creer que cuando Martínez se acercaba a su carro, se produjeron tres disparos. “Ya está hecho“, le dijo el cómplice del asesino, que merodeaba por los alrededores, al mafioso sospechoso de haber ordenado la ejecución por WhatsApp.

La hija adolescente de Martínez y su esposa salieron corriendo y lo encontraron agonizando en la carretera llena de baches, con la sangre brotando de su cuello. “Qué cobardes”, dijo Gutiérrez, de 57 años, sobre los asesinos de su amigo. “Como todos nosotros, Margarito se defendía con una pluma, una libreta, un teléfono y una cámara mientras estos asesinos usan armas que te quitan la vida“.

Mientras la esposa de Martínez acunaba a su moribundo esposo, los periodistas locales intercambiaban mensajes cuestionando su insólito silencio en la radio. “Ay Dios”, exclamó uno tras la confirmación de su muerte. “¡No puede ser!… Dios santo… El horror… Maldito infierno… ¿Qué deberíamos hacer?

Los periodistas de todo México se hacen la misma pregunta tras una ola de asesinatos dirigidos contra sus colegas en el que ya era uno de los países más peligrosos del mundo para la prensa.

Al menos ocho periodistas mexicanos han sido asesinados este año, provocando una avalancha de angustia y enojo que se ha visto exacerbada por una disputa de carácter político con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que ataca a los medios de comunicación.

Seis días después del asesinato de Martínez, otra conocida reportera de Tijuana, Lourdes Maldonado, fue asesinada afuera de su casa. Dos años antes le dijo públicamente a López Obrador que temía por su vida.

'Amenazas y balas': la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México - 6720-1280x853
Cinta policial rodea la casa en Tijuana de la periodista asesinada Lourdes Maldonado, que fue abatida ahí en enero. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Ella era tranquila, nunca se metía con nadie“, dijo uno de los vecinos de Maldonado mientras bebía de una lata de cerveza mexicana diluida en la tarde del domingo, cerca del lugar cubierto de cristales donde le dispararon.

Solo pienso, ¿por qué? ¿Por qué esta señora? Nunca discutió con nadie“, añadió el hombre, que pidió no ser nombrado por temor a convertirse él mismo en un objetivo.

El camino de Martínez hacia el cada vez más peligroso mundo del periodismo mexicano comenzó a finales de los años 80, cuando su madre, periodista, lo convenció de que tomara fotos para su revista política La Lucha de Las Féminas.

156 de los 644 ataques totales contra la prensa mexicana en 2021 fueron perpetrados por funcionarios públicos

Autores de actos de agresión violentos y no violentos contra la prensa, 2021

'Amenazas y balas': la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México - Captura-de-Pantalla-2022-04-20-a-las-23.55.12-1280x662
Gráfica de The Guardian. Fuente: Negación: informe anual 2021, 4 de abril de 2022

Eglantina Esquivel dijo que esperaba que el periodismo mantuviera a su hijo adolescente alejado de las calles cada vez más hostiles de su ciudad fronteriza, un antiguo centro de contrabando en la frontera con Estados Unidos que pronto se convertiría en uno de los lugares más violentos del planeta.

Martínez compartía la sed de noticias de su madre, aunque prefería los reportajes sobre crímenes nocturnos de “nota roja” que los de política. “Siempre se trataba de conseguir la exclusiva“, recordó Esquivel, de 80 años, en la casa familiar, con vista a la expansión urbana de Tijuana, donde construyó un altar que muestra a su hijo cubriendo el asesinato de otra persona.

'Amenazas y balas': la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México - 6383
La madre de Margarito Martínez, Eglantina Esquivel. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Tras recibir su primera cámara profesional a principios de la década de 2000, Martínez se convirtió en un cronista inimitable de la creciente lucha contra el narcotráfico en Tijuana y en un icono de su unida comunidad periodística, conocido por su generosidad y buen humor.

“Sentíamos que podíamos salvar el mundo con nuestras imágenes. Sentíamos que contar la historia haría que la gente se diera cuenta de lo que estaba sucediendo“, dijo Jordi Lebrija, un camarógrafo que documentó la explosión de la violencia junto con Martínez entre 2007 y 2011.

Nadie conocía la ciudad como él, ni entendía lo que era peligroso y lo que no“, comentó Guillermo Arias, un fotoperiodista que se hizo amigo de Martínez tras mudarse a Tijuana para cubrir la escalada del conflicto del narcotráfico.

“Se convirtió en una fuente esencial de información y ahora mismo existe un enorme vacío, un vacío informativo“, añadió Arias.

Este es el problema de los asesinatos de periodistas, se crean estos vacíos“.

El trabajo de Martínez no llegó a explorar la corrupción desenfrenada y la narcopolítica que impulsaron gran parte del derramamiento de sangre.

“No pretendía hacer ninguna investigación importante ni exponer a nadie. En la escena del crimen, obtenía los detalles, quién, qué, cuándo, por qué. Tal vez había un testigo al que podía entrevistar… y después se retiraba y se iba a la siguiente escena”, explicó Wendy Fry, corresponsal radicada en Tijuana del periódico San Diego Union-Tribune y amiga suya.

Sin embargo, el asesinato de ocho periodistas en lo que va del año –en comparación con los siete que se produjeron en todo 2021– ha provocado una profunda disputa política, en la que muchos acusan al gobierno de México de no detener la matanza.

Algunos incluso acusan a López Obrador –que se mostró molesto por la creciente condena internacional sobre la crisis– de avivar la violencia con su hostilidad hacia los medios de comunicación. Los ataques contra la prensa aumentaron un 85% en los tres primeros años del gobierno de AMLO, y cada uno de los estados mexicanos fue testigo de este tipo de incidentes por primera vez el año pasado.

“En este momento la prensa mexicana se encuentra atrapada en el fuego cruzado entre las amenazas y las balas de los narcotraficantes y el crimen organizado y las amenazas y los ataques verbales y los intentos de aniquilarnos moralmente por parte de los gobiernos federal y estatal”, señaló Adela Navarro Bello, directora del semanario Zeta de Tijuana y madrina de la hija de Martínez.

'Amenazas y balas': la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México - 3840
La periodista Sonia de Anda en su estudio en Tijuana. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

“Cada día (AMLO) insta a la sociedad a desacreditar la profesión periodística, y es evidente que estamos pagando el precio con sangre”, comentó Sonia de Anda, una periodista de Tijuana que se enfrentó a AMLO cuando viajó a esta ciudad un mes después del asesinato de Martínez, en un aparente intento de calmar las tensiones.

La aparición de AMLO tuvo el efecto contrario. Después de expresar su pesar, el populista de 68 años dio inicio a una de sus características invectivas contra los medios de comunicación, horrorizando a muchos periodistas en duelo que se encontraban presentes.

Ellos ganan enormes cantidades de dinero. Son mercenarios de alto nivel… no defienden al pueblo“, dijo AMLO sobre los gacetilleros conservadores a los que supuestamente les pagan para difamar su histórica “transformación” de México.

De Anda, que conoció a AMLO por primera vez en la década de 1990 mientras cubría su estado natal de Tabasco, dijo que se sentía consternada por su conducta, pero no sorprendida. “Si ahora es grosero, en aquel entonces era aún peor… no soporta las críticas“, comentó, recordando cómo el entonces líder de la oposición despreciaba a los periodistas que consideraba que eran marionetas del gobierno.

Piensa que somos unos corruptos vendidos, que representamos a ciertos grupos de poder, y cree que es mejor que la gente nos vea como tales“, explicó de Anda, quien consideró que esa retórica –sumada a la casi total impunidad para quienes cometen delitos contra los periodistas– ponía en peligro muchas vidas.

Martínez no era un influyente “mercenario” de los medios de comunicación. De hecho, era un devoto padre de familia que vivía en Camino Verde, un penoso barrio marginal en la ladera de la colina, donde algunas chozas están construidas con vigas de madera y lonas.

Sus amigos dicen que con frecuencia le costaba llenar el tanque de su decrépito Dodge de 20 años para poder llegar a las escenas del crimen, por cuyas fotografías le pagaban por pieza.

'Amenazas y balas': la ola de asesinatos evidencia los peligros del periodismo en México - 6720111-1280x853
Un perro sentado afuera de la casa de Margarito Martínez Esquivel en Tijuana, a pocos metros de donde le dispararon. Foto: Emilio Espejel/The Guardian

Trabajaba mucho porque necesitaba trabajar mucho“, comentó Fry. La periodista dijo que sus amigos llevaban mucho tiempo preocupados por la seguridad de Martínez: “Su trabajo lo ponía en contacto cercano con todo este peligro, todo el tiempo”.

Esos temores aumentaron el pasado mes de diciembre, cuando lo acusaron falsamente de dirigir Tijuana en Guerra, una página sensacionalista de Facebook que desenmascara a los delincuentes de los cárteles. “Esa fue la primera vez desde que conocí a Margarito que pude sentir que realmente tenía miedo“, dijo Lebrija.

Asustado, Martínez preguntó por la posibilidad de ser incluido en un plan de protección del gobierno. Pero antes de que eso ocurriera, los sicarios actuaron, al parecer porque creían erróneamente que Martínez estaba detrás de una noticia publicada en el periódico el 14 de enero sobre el “Cabo 20”, una infame pandilla local.

Horas después de la publicación de esa noticia, los seguidores del “Cabo 20” comenzaron a planear el asesinato, según informó la página web de Tijuana Punto Norte. “Necesito un soldado para un asesinato“, dijo un presunto criminal apodado “El Huesos” a un pistolero llamado Uber dos días después, ofreciéndole 20 mil pesos por el trabajo.

Casi al mismo tiempo, Eglantina Esquivel abrazaba a su hijo por última vez. Con su rostro arrugado fruncido por la emoción, recuerda que Martínez la abrazaba con tanta fuerza que ella soltó un soplido: “¡Ay, hijo, me vas a romper!”

“¿Cómo no iba a quererte si fui yo quien te trajo a este mundo?”, dijo cuando se separaron.

La noche anterior a su asesinato, Esquivel no pudo dormir. Se acercó a su balcón para contemplar la ciudad en la que pronto matarían a su hijo. “Fue como si alguien me estuviera advirtiendo sobre lo que iba a pasar. Tenía esa sensación de presentimiento. Mi ser interior podía sentirlo”.

Esquivel comentó que le costaba entender la mentalidad de los verdugos de su hijo, pero que estaba segura de quién estaba incentivando a esos asesinos.

A López Obrador no le pueden importar menos los periodistas“, comentó enojada la afligida madre. “Tenemos un gobierno que es enemigo de los periodistas, que es enemigo de la pluma”.

Síguenos en

Google News
Flipboard