‘Son niños inocentes’: dolor, pérdida y amor mientras Uvalde lucha bajo una pesada nube
La gente visita los monumentos en memoria de las víctimas del tiroteo masivo del martes en una escuela primaria de Uvalde, Texas. Foto: Michael M Santiago/Getty Images

La aflicción es visible en casi todas las esquinas de Uvalde, Texas: en los rostros de los niños en edad escolar que ya no están en los salones de clase y en los mensajes lúgubres escritos en la parte trasera de los vehículos: “Annabell Rodríguez, papá te extraña”.

Tres días después de que un hombre armado mató a 19 niños y dos profesoras en la escuela primaria Robb, la pérdida y la sensación de profunda confusión se ciernen sobre este pequeño pueblo ganadero como una sombra. “Siento una gran nube pesada en este momento”, comentó José Cazares, el tío de Jackie Cazares, quien murió en el tiroteo. “No es lo mismo”.

Los asesinatos han afectado a casi todos los habitantes de esta comunidad de 16 mil personas, mayoritariamente latina, y dejaron a los residentes batallando para asimilar lo que ocurrió y apoyar a sus afligidos amigos y vecinos.

“¿Qué dices? ¿Qué haces?”, comentó Justin Hill, pensando en un amigo que perdió a su hija en el tiroteo. “No hay suficientes palabras”.

El movimiento es más intenso que nunca en Uvalde, con grandes vigilias y actos conmemorativos para honrar a los fallecidos y la presencia de periodistas de todo el mundo en casi todas las calles, pero la vida aquí, dicen los residentes, parece casi inmóvil

“Todo está quieto”, comentó Hill mientras estaba dentro de Local Fix, una cafetería en Uvalde. “Hay mucha gente que viene a la ciudad; los negocios están ocupados. Pero para la población en general, todo es diferente. Solo es esperar y observar”.

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Una mujer llora mientras es abrazada en el lugar de conmemoración de las víctimas en Uvalde. Foto: Dario Lopez-Mills/AP

Esta época del año normalmente es ajetreada en la pequeña ciudad del suroeste, debido a la graduación de la preparatoria y a las actividades de verano. Todas estas actividades han sido pospuestas.

Recientemente llovió en la zona, lo cual normalmente haría que las personas visitaran el río, dijo Hill, pero nadie parece estar interesado en la recreación acuática.

El Walmart local estuvo inusualmente vacío después del tiroteo, añadió Hill, y los negocios locales cerraron temprano o cerraron por completo. “Así de unida es la gente de esta comunidad. Están dispuestos a dejarlo todo para hacer lo que pueden para ayudar”.

Las personas han comenzado a regresar al Walmart, para recoger ramos de flores gratuitos para dejarlos en las 21 cruces que rodean la plaza de la ciudad. Dentro de la tienda, los niños juguetean con los juguetes y los adultos saludan a sus vecinos en voz baja. En el pasillo de las tarjetas de pésame, bajo la sección de padres afligidos, ya no hay tarjetas.

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Una niña deja flores en el monumento situado en la plaza de la ciudad. Foto: Marco Bello/Reuters

Incluso para aquellos que no están directamente relacionados con la escuela, la pérdida les resulta personal. “Se siente como si fueran nuestros hijos, como si fueran nuestros niños o nuestras sobrinas o sobrinos”, dijo Alex Covarrubias.

Innumerables personas han visitado el monumento instalado alrededor de la plaza de la ciudad, algunas procedentes de San Antonio, Lubbock y Laredo, y otras de la misma calle.

PJ Talavera acudió al monumento con su hija y su esposa, y pronto estuvieron abrazando a amigos afligidos. “He abrazado a no menos de 200 o 300 personas en las últimas 24 horas”, comentó. “Una cosa que puedo decirte con seguridad es que existe una enorme cantidad de amor”.

‘Todavía lo puedes sentir en el aire’

Talavera, que dirige un estudio local de artes marciales, conoce muchos de los nombres que figuran en las cruces que bordean la fuente que hay en la plaza: fue mentor y profesor de varios de ellos en un programa extraescolar de la escuela primaria Robb. “Hay demasiadas”, dijo, mirando las cruces. “Solo son niños inocentes”.

Su escuela de artes marciales ha permanecido abierta desde la tragedia, aunque no para impartir clases, sino simplemente para ofrecer una rutina normal a sus alumnos. “Necesitan hacer algo. Simplemente están aquí y esto es demasiado. Tenemos que darles refugio”.

Covarrubias explicó que se había cansado de sentarse en su casa y ver las noticias, así que el miércoles se dirigió a la plaza de la ciudad y levantó un cartel en el que se leía: “Oraciones por las familias”.
“Me alegro en cierto modo de no tener un trabajo porque simplemente no podría imaginarme yendo a trabajar todos los días en este momento”, dijo. “Todavía lo puedes sentir en el aire”.

Elisa González, quien solía vivir en la zona, llegó para presentar sus respetos y se sintió reconfortada al ver la forma en que los residentes se cuidaban unos a otros. “Siguen estando juntos como siempre”, expresó.

También acudieron al monumento familiares de los fallecidos, como José Cazares, que se paró bajo los árboles y recordó a su sobrina, Jackie, la “pequeña petarda”.

“Estaba motivada, era cariñosa. Llena de amor. Tenía una chispa en sus ojos todo el tiempo”, explicó. “Le gustaba el taekwondo, cantar, bailar. Le gustaba ir al río, ir de compras con su tía”.

Cuando Cazares visitaba la ciudad, ella siempre ofrecía ceder su cuarto para que él se quedara cerca en lugar de alojarse en un hotel. Jackie saludaba a todos con un gran abrazo y un gran corazón, añadió su tía. La familia se consolaba y recibía el apoyo de sus amigos, como Talavera.

Sin embargo, también expresaron su frustración, ya que se acumulan las interrogantes sobre cómo el tirador pudo llevar a cabo su ataque durante casi una hora. “¿Tardaron 45 minutos en hacer qué? Nada”, dijo Cazares sobre los agentes de policía que acudieron al lugar de los hechos. “Escuché que el gobernador dijo que abogaba por 500 millones de dólares para la seguridad escolar. ¿Por qué esa escuela no era segura? Tienen que hacerse responsables, la escuela, la policía y el gobernador”.

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