Verano de tiburones en Nueva York
Los turistas se adentran en las aguas poco profundas de la playa Robert Moses de Long Island, Nueva York. Foto: Edward Helmore/The Guardian

El sábado había miles de personas en la playa Robert Moses de Long Island, en Nueva York, aunque en esta ola de calor pocos se aventuraron en el agua del Atlántico más allá de los tobillos o las rodillas.
Las madres mantenían a sus hijos cerca. Un grupo de lanchas, helicópteros y drones se movían de un lado a otro más allá del oleaje. Y los equipos de salvavidas en lo alto de sus puestos estaban preparados con silbatos para ordenar a las personas que salieran del agua.

“Incluso si tenemos un avistamiento de tiburón tenemos que sacar a todos del agua”, explicó Orlando Díaz, un salvavidas con 30 años de experiencia que calculó que solo en este tramo de playa los guardias ya lo habían hecho 10 veces este año. “Vemos ballenas, vemos delfines, a veces rayas, pero es un poco desagradable cuando tenemos un avistamiento de tiburón porque arruina el día de los turistas”.

No obstante, Díaz argumentó: “Su lugar es el océano. No es el nuestro”.

Esta perspectiva –básicamente, “nuestra casa, nuestras reglas”– es una que los turistas han adaptado rápidamente durante el gran susto de los tiburones (blancos) de 2022. Se han registrado al menos seis encuentros entre tiburones y humanos en este tramo de la costa, ninguno fatal, no obstante, algunos requirieron atención médica.

A principios de julio, el salvavidas Zach Gallo estaba interpretando a una víctima en un ejercicio de entrenamiento acuático cuando un tiburón de 1.5 metros de largo lo mordió en el pecho y en la mano derecha frente a la playa de Smith Point, a 112 kilómetros al este de Manhattan. Gallo pudo salir del agua, lo vendaron y lo trataron en un hospital local y pronto regresó al trabajo.

Dos semanas después, luego de que las autoridades intensificaran las patrullas, un joven tiburón blanco fue arrastrado a una playa cercana. La marea se llevó el cadáver antes de que los científicos pudieran estudiarlo.

Los biólogos marinos saben que las aguas de Long Island son un criadero de la especie, y es un testimonio del estado de los océanos –así como del éxito de los esfuerzos de conservación a largo plazo– el hecho de que estén aquí y se alimenten de los bancos de peces usados como carnada, principalmente el sábalo del Atlántico. El aumento de los encuentros no es algo complicado de explicar: las temperaturas más cálidas del mar significan más alimento y más razones para que los tiburones se acerquen.

También hay una docena de otras especies, entre ellas los tiburones toro, los tiburones trozo y los tiburones gambuso, que comparten el hábitat“, explicó Tobey Curtis, especialista en gestión de pesquerías y especies migratorias que trabaja con la Administración Oceánica y Atmosférica, en una entrevista reciente. “Si hay un mayor número de tiburones y un mayor número de personas en el mismo lugar al mismo tiempo, hay más posibilidades de que se produzca una interacción”.

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El tiburón toro es un sospechoso en los recientes encuentros entre tiburones y humanos frente la costa de Long Island. Foto: F1online digitale Bildagentur GmbH/Alamy

La mayoría de las veces, indicó Curtis, los tiburones y las personas están muy cerca unos de otros, simplemente sin que las personas sean conscientes de ello. Sin embargo, al haber más comida, más tiburones y más personas en las playas escapando de las despiadadas olas de calor, las interacciones se han vuelto más habituales.

“El alimento natural de los tiburones se encuentra cerca de las playas, por lo que los tiburones están ahí cazando sus presas, y hay miles de nadadores neoyorquinos ahí, de modo que eso ha provocado esta serie de mordeduras”, añade Curtis. Los probables culpables, añade, no son los jóvenes tiburones blancos sino los tiburones toro.

Pero para muchos, el propietario de los dientes –grandes o pequeños– es una preocupación menor en comparación con los propios dientes. Y, por supuesto, su filo y las mandíbulas que hay detrás de ellos. Una madre comentó el sábado que sus hijos no entrarían al agua.

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“Igualmente me metería, pero quizá no tan lejos”, comentó Dawn Gary, riendo. “Esta es la casa del tiburón y nosotros solo estamos usando un pedacito de ella”.

Otra madre contó que les decía a sus hijos que se mantuvieran cerca. “Debido a lo que se habla de esto, te hace pensar en ello, así que ni siquiera yo me metí mucho más lejos que los niños”, explicó Suzanne Francis.

El surfista de Long Island, Scott Carberry, comentó que había notado cambios en el agua. Habían desaparecido los grupos de medusas rhopilema nomadica y había menos algas.

“De repente estamos viendo montones de delfines, así que supongo que eso significa que el agua está más limpia”, señaló Carberry.

No obstante, el agua más limpia no es motivo suficiente para atraer a la esposa de Carberry, Liz.

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Scott y Liz Carberry. Foto: Edward Helmore/The Guardian

“Normalmente me metería, pero este año no”, dijo. “Estoy bien. No quiero que me muerda un tiburón”.

La semana pasada, como respuesta al aumento de los encuentros con tiburones, la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, pidió a las agencias estatales que implementaran el aumento de las patrullas por tierra, en el aire con drones y helicópteros, así como en el mar, y que se ampliara la educación de los turistas en la playa sobre los tiburones.

La gobernadora indicó que se suspenderá la práctica de la natación durante al menos una hora después del avistamiento de un tiburón, para que la costa pueda ser inspeccionada por un dron. “Nuestra máxima prioridad es su seguridad”, añadió Hochul.

Greg Metzger, coordinador jefe de campo del programa de investigación y educación sobre tiburones en el South Fork Natural History Museum que se encuentra en Bridgehampton, Nueva York, señaló que este año había capturado, identificado y liberado una gran cantidad de tiburones de diferentes especies.

Metzger comentó que los esfuerzos de conservación comenzaban a rendir frutos, y añadió: “No es el cambio climático, no es Donald Trump, no es que a los tiburones les encante comer humanos, simplemente se trata de esfuerzos positivos de conservación que están ayudando a presas y depredadores”.

Sin embargo, dijo Metzger, en términos porcentuales, con un mayor número de tiburones y humanos en el agua, las posibilidades de un “encuentro” probablemente sean las mismas que siempre: casi nulas.
No obstante, para un investigador de esta especie, el verano de 2022 ha sido una bendición. “Estamos atrapando un montón de tiburones y obteniendo tantos datos que es fantástico“, explicó.

Quizás la mejor posibilidad de que los nadadores reduzcan los encuentros entre tiburones y seres humanos sea informándose sobre cuándo nadar, y cómo hacerlo de forma más segura.

A primera hora de la mañana y al atardecer, cuando los peces comienzan a moverse y alimentarse en condiciones de poca luz, no es muy conveniente. Si ves bancos de peces, aves alimentándose o ballenas y delfines, significa que los tiburones estarán presentes en la zona para posiblemente alimentarse.

Ni todos los drones, ni los salvavidas, ni los helicópteros del mundo van a evitar que los humanos y los tiburones interactúen”, indicó Metzger. “Si ves mucha actividad, sal del agua”.

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