¿Deberíamos usar los datos para tomar las grandes decisiones de la vida?
Ilustración: Elia Barbieri/The Guardian

¿Con quién deberías casarte? ¿Dónde deberías vivir? ¿Cómo deberías emplear tu tiempo? Durante siglos, las personas han confiado en sus instintos para descubrir las respuestas de estas preguntas que cambian la vida. Ahora, en cambio, existe una manera mejor de hacerlo. Estamos viviendo una explosión de datos, ya que cada vez son más accesibles grandes cantidades de información sobre todos los aspectos del comportamiento humano. Podemos utilizar estos grandes datos para que nos ayuden a determinar el mejor rumbo a seguir.

Desde hace tiempo existen pruebas abrumadoras –y con frecuencia sorprendentes– de que los algoritmos pueden ser mucho mejores que las personas cuando se trata de tomar decisiones difíciles. Los investigadores han recopilado datos sobre diversos tipos de decisiones que toman las personas, la información en la que se basan para tomar esas decisiones y el resultado de las mismas. Han descubierto, por ejemplo, que un simple algoritmo impulsado por datos habría sido mejor que los jueces con respecto a la decisión de si un acusado debe permanecer en la cárcel o ser liberado; mejor que los médicos con respecto a la decisión de si un paciente debería realizarse una operación; y mejor que los directores de las escuelas con respecto a la decisión de qué profesores deberían ser ascendidos.

El poder del análisis de datos ha quedado demostrado igualmente en el mundo del deporte y de los negocios. Tal como se hizo famoso en el libro y la película Moneyball (El juego de la fortuna), los equipos de béisbol descubrieron que los algoritmos eran mejores que los cazatalentos a la hora de elegir jugadores, y mejores que los entrenadores a la hora de elegir las estrategias. En el ámbito de las finanzas, el fondo de cobertura Renaissance Technologies superó con creces a sus competidores tras buscar patrones en los datos del mercado de valores y utilizarlos para definir su estrategia de inversión. Las empresas tecnológicas de Silicon Valley han observado que los datos procedentes de los experimentos proporcionan una mejor visión de cómo diseñar sus páginas web de lo que podrían hacerlo los diseñadores.

No obstante, sorprendentemente las estadísticas han tenido poco impacto, hasta ahora, en nuestra vida personal. Uno de los principales problemas consiste en que ha sido difícil obtener buenos datos sobre las cuestiones personales más importantes de la vida. Es posible que la revolución haya llegado al béisbol antes de tiempo gracias a toda la información relativa al rendimiento que sus obsesivos seguidores habían reclamado y recopilado. Hoy podemos anticipar un momento “de entendimiento” como un resultado de todos los datos que nuestros teléfonos inteligentes y computadoras son capaces de recopilar

Consideremos esta pregunta, que no es demasiado banal: ¿qué hace feliz a las personas? En el siglo XX simplemente no estaban disponibles los datos para responder esta pregunta de forma rigurosa y sistemática. Mientras que las jugadas de cada partido proporcionaban materia prima a los científicos de datos que trabajaban en el ámbito del deporte, no existía un registro equivalente de los acontecimientos ocurridos en la vida de las personas y los cambios y el estado de ánimo que estos provocaban. La felicidad, a diferencia del béisbol, sencillamente no estaba abierta a la investigación cuantitativa.

Ahora sí. Los proyectos de muestreo de experiencias envían un aviso a las personas en sus dispositivos y les hacen varias preguntas: ¿qué estás haciendo? ¿Con quién estás? ¿Cuán feliz te sientes? El más importante de ellos, Mappiness, cofundado por los economistas británicos Susana Mourato y George MacKerron, ha recopilado un archivo de más de 3 millones de datos. Estos datos han revelado las actividades que proporcionan un mayor nivel de disfrute del que la mayoría de nosotros habría imaginado, como hacer ejercicio, ir a un museo o dedicarse a la jardinería. También están las actividades que nos proporcionan menos placer del que podríamos suponer, como jugar videojuegos, ver la televisión y navegar por el internet. Resulta que ver los partidos deportivos en los que participa tu equipo favorito puede ser especialmente peligroso para tu estado de ánimo. El aficionado promedio de los deportes obtiene 3.9 puntos de felicidad cuando su equipo gana, pero pierde 7.8 puntos de felicidad cuando pierde.

Incluso existen pruebas de que el simple hecho de comentarles a las personas los datos sobre la felicidad puede aumentarla. En un ensayo aleatorio controlado se descubrió que el hecho de indicarles qué actividades son las que más placer les aportan, junto con un plan para incorporar más de ellas a su vida diaria, mejoraba su estado de ánimo.

Otra forma de ser más feliz es casarse adecuadamente. También en este caso los datos nos brindan nuevas perspectivas. Un estudio realizado por 86 investigadores recopiló información sobre más de 11 mil parejas románticas. Utilizaron modelos de aprendizaje automático para comprender qué predice la satisfacción romántica. Observaron que muchos de los rasgos más deseados, como el atractivo y la altura de la pareja, prácticamente no tienen ninguna relación con la felicidad a largo plazo. En cambio, las cualidades que mejor predicen la satisfacción romántica suelen ser las psicológicas, como tener la llamada “mentalidad de crecimiento” o un estilo de apego seguro.

Y una última estrategia basada en datos para lograr la felicidad es mudarse de casa. Un estudio elaborado por tres economistas de la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas de Cambridge, Massachusetts, analizó los datos de una encuesta y clasificó la felicidad de cada región de Estados Unidos. Descubrieron que cuando las personas se mudaban de una ciudad infeliz a un lugar más feliz, el efecto era contagioso y su estado de ánimo general mejoraba.

Evidentemente, los datos basados en grandes muestras de personas no son lo único que se debe considerar cuando uno se muda. Es posible que una persona no quiera empacar e irse a Charlottesville, Virginia –el lugar más feliz de Estados Unidos– basándose únicamente en estas encuestas.

Curiosamente, los datos nos proporcionan información sobre muchos de los otros factores que pueden entrar en juego. Por ejemplo, un estudio realizado sobre decenas de millones de niños reveló cuáles son los lugares que más aumentan sus ingresos futuros. Otro, elaborado con una enorme muestra, descubrió que ciertas ciudades pueden mejorar la esperanza de vida de una persona.

Estos son los inicios de la revolución de los datos en la toma de decisiones personales. No pretendo afirmar que podemos delegar por completo nuestras decisiones de estilo de vida a los algoritmos, aunque es posible que lleguemos a ese punto en el futuro. Lo que pretendo decir es, en cambio, que todos podemos mejorar drásticamente nuestra toma de decisiones consultando la evidencia extraída de miles o millones de personas que se enfrentaron a dilemas parecidos a los nuestros. Y podemos hacer eso ahora.

  • Don’t Trust Your Gut: Using Data to Get What You Really Want in Life de Seth Stephens-Davidowitz es publicado por Bloomsbury.

Otras lecturas

  • Moneyball de Michael Lewis (WW Norton & Co, 11.99 libras)
  • Objetivo: Felicidad, de Gretchen Rubin (HarperCollins, 10.99 libras)
  • Ruido: Un Fallo En El Juicio Humano, de Daniel Kahneman, Olivier Sibony, Cass R Sunstein (William Collins, 10.99 libras)

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